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Entrevista:

"Nada es más obsoleto que una novela moderna", dice William Golding,

El premio Nobel ofrecerá una conferencia el lunes en Madrid

El escritor británico William Golding, premio Nobel de Literatura en 1983, se encuentra en nuestro país gracias a una iniciativa del British Council, con el apoyo de Alianza Editorial. El tiempo de su visita se repartirá entre Madrid y Barcelona. Esta mañana firmará ejemplares de sus libros en la librería Crisol, de Madrid, y el lunes mantendrá una conferencia-coloquio en la Fundación March. En su opinión, "nada se pasa tan deprisa de moda como lo que se escribe a la moda. Nada es más obsoleto que una novela moderna".

William Golding es un anciano afable que habla pausadamente detrás de su barba de Moisés nórdico, acompañándose con la expresividad de sus manos y sus ojos de un azul acuoso. Instalado en su butacón, nos atiende con jovialidad y excelente humor. El tema del Nobel se hace inevitable. Le recuerdo que en el momento de la concesión un miembro del jurado mostró públicamente su desacuerdo con la elección y eso mismo hicieron algunos críticos que consideraban su obra sobrevalorada y le reprochaban su escapismo del presente y su profundo pesimismo. Ríe socarronamente antes de defenderse: "El único rasgo común que tienen mis críticos es que ninguno de ellos ha ganado el Premio Nobel. Escribir sobre cosas ajenas a la vida moderna... Sí, yo soy hasta cierto punto un escritor simbolista, y eso me parece muy respetable. Pesimismo... Conozco la guerra: he visto a la humanidad cometer tales crímenes, que un marciano que aterrizase en este mundo se diría: 'Acabemos con esta peste'. Mis novelas se ocupan de eso, porque no creo que se trate de aberraciones exclusivas de mi generación, sino de la humanidad en su conjunto. El escritor debe descubrir la verdad sobre los seres humanos". Su desdén por la moda es sólo comparable con su aprecio por la Antigüedad. "Nada se pasa tan deprisa de moda como lo que se escribe a la moda. Nada es más obsoleto que una novela moderna". Su interés por la actualidad literaria se detuvo hace tiempo -"la seguí hasta hace 15 o 20 años. Ahora me trae sin cuidado".

La antigua Grecia

Su rostro se ilumina, en cambio, cuando se le habla de la antigua Grecia: "Eso me resulta muy interesante. Es uno de los pocos aspectos técnicos de los que creo entender. Se comprenderá mejor si le digo que los novelistas no pueden ir a la antigua Grecia y encontrar una tradición novelística. No existía. Tenemos la épica, que no es novela: es verdad que en la Odisea se pueden encontrar claves novelísticas, pero no en la Ilíada. Lo que más me interesa es, por supuesto, el drama. Lo que está tras mis novelas como una especie de force majeure es la forma del drama griego. Esa es una de las razones, sólo una, por la que mis novelas tienden a ser cortas, a tener un climax dramático, y una crisis, una resolución rápida. Eso no es una imitación deliberada del drama griego. Es un mecanismo; cuando entré en contacto con él pensé: esto es para mí, puedo trabajar así".Cuando se le pregunta si se considera un autor original, se sume por primera vez en un largo y reflexivo silencio, roto con resignado escepticismo: "I wonder..., sería una enorme presunción decir que soy un escritor original, pero he de decir que cuando escribo una novela no tengo la sensación de estar en deuda con una obra específica. Lo que yo entiendo por originalidad es el sentimiento de que lo que hago parece nuevo. No se puede ser verdaderamente original: algo se siente como original". Y vuelve a la carga con el drama griego y su peculiar concepción arqueológica del proceso inventivo: "El drama griego, por ejemplo, era específicamente no original. Trabajaba con un sistema mitológico preexistente. Una buena parte de la angustia que yo siento, como escritor del siglo XX, proviene del hecho de que no tenemos esa mitología ya dada. Tienes que escarbar hasta encontrar esa mitología. No puedes inventar una, sólo descubrirla".

Este autor consagrado, que reconoce sentir una cierta frustración como poeta -"he vuelto a escribir algunos poemas, pero sólo en latín-, se anima a dar un consejo al principiante: "Que siga escribiendo. La diferencia entre un escritor y uno que no lo es consiste en que el auténtico sigue escribiendo pase lo que pase, hasta morir sobre su escritorio, si hace falta. Nunca abandona. Y sé muy bien de qué estoy hablando".

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