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El enigma de una enfermedad

Milagros Pérez Oliva

Francisco de Goya sufrió una grave enfermedad entre 1792 y 1793. Esa enfermedad marcó un antes y un después, no sólo en la vida del artista, sino en su obra pictórica, que en adelante adoptó simultáneamente dos orientaciones completamente antagónicas: las plácidas, amaneradas y perfeccionistas pinturas de encargo, frente a los espontáneos, vanguardistas y revolucionarios cuadros de su serie negra y sus caprichos, donde la imaginación del pintor se muestra tan desatada como su pincel. Tenía entonces 45 años y como secuela le quedó una sordera total.Goya pasó la larga y penosa convalecencia en Cádiz, al cuidado de su amigo Sebastián Martínez, quien en la correspondencia que mantiene en defensa de los intereses del pintor se refiere en una ocasión al "mal que le hace a su cabeza, que es donde tiene todo su mal", mientras que en otra explica que "el ruido en la cabeza y la sordera en nada han cedido, pero está mucho mejor de la vista y ya no tiene la turbación que tenía, que le hacía perder el equilibrio. Ya sube y baja las escaleras muy bien y por fin hace cosas que no podía".

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Dos posibles diagnósticos

Estas escuetas referencias a los síntomas, las únicas que existen, han alumbrado dos posibles diagnósticos: crisis psicótica o sífilis. Algunos autores han defendido que la crisis psicótica era de tipo esquizofrénico, entre ellos los psiquiatras españoles Blanco Soler y Antonio Vallejo-Nájera. Según este último, Goya sufrió una esquizofrenia leve, con tres brotes agudos. Sin embargo, su hijo, Juan Antonio Vallejo-Nájera, en su libro Locos egregios revisa la documentación y llega a la conclusión de que Goya no sufrió esquizofrenia, pues, en su opinión, una crisis lo suficientemente grave como para alterar el modo de pintar hubiera alterado también la personalidad del pintor, cosa que no ocurrió.

La teoría, defendida por varios autores, de que los vértigos y afecciones cerebrales fueran consecuencia del nefasto ungüento napolitano que se administraba a los sifilíticos es muy verosímil, pues éstos son síntomas característicos de un envenenamiento por mercurio, pero no existen evidencias documentales. El radical tratamiento hacía retroceder la temida enfermedad venérea, pero el remedio era peor que la enfermedad, y en la mayoría de los casos los enfermos curaban de la sífilis, pero morían envenenados.

El psiquiatra norteamericano Niederland ha sostenido, finalmente, otra posible interpretación: que los síntomas descritos eran consecuencia de un envenenanimiento por el plomo de sus pinturas. Juan Antonio Vallejo-Nájera también rebate esta hipótesis, pues no era el artista quien preparaba las pinturas, sino un moledor que estuvo a su servicio durante décadas y que no sufrió ninguna secuela. Vallejo-Nájera sostiene que la enfermedad, incluida una depresión posconvaleciente, tuvo una influencia determinante en Goya, pero no de signo patológico, sino vivencial, que le hizo reaccionar y desarrollar su ingente caudal creativo.

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