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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Adiós a la rabia

Guns N'Roses

Axl Rose (voz), Slash (guitarra, coros), Duff McKagan (bajo, coros), Matt Sorum (batería), Gilby Clarke (guitarra rítmica, coros) y Dizzy Reed (teclados, percusión).

Estadio Vicente Calderón. Aforo: 40.000 espectadores. Precio: 4.000 pesetas. Madrid, 6 de julio.

Cuando el sol todavía atizaba, la contundencia de los californianos Suicidal Tendencies inició su combate particular basado en ráfagas de hardcore fundido con heavy metal. Su vocalista Mike Muir practicó el footing a través de todo el escenario. La energía sólo se frenó cuando el líder adoptaba la. posición en cuclillas y jadeaba mensajes incomprensibles para la audiencia. La reacción del público, aunque algo menor que la recibida 15 días antes en el estadio del Rayo Vallecano, fue positiva.La añoranza por Queen acompañó íntimamente la actuación de Brian May. El emotivo guitarrista británico saludó en un agradecido español y atacó con clásicos de su banda de siempre como Tie your mother down o Now Im here. El repertorio propio pasó desapercibido, si exceptuamos la balada Too much love too kill you que evocó indirectamente al fallecido Freddy Mercury. Un océano de brazos siguió al orgulloso himno de We will rock you. La audiencia ovacionó al histórico miembro de Queen que basó todo el peso del concierto, como era previsible, en el repertorio de su banda de siempre.

En 1988 Guns N'Roses era una banda corrosiva, visceral, que escupía rabia desde los suburbios de Los Ángeles. Representaban la cólera del rock and roll. En 1993 en el firmamento de las estrellas para la historia, sus conciertos son una especie de abigarrado repertorio desprovisto de la garra del hoy perdido apetito para la destrucción.

El concierto de anoche fue irregular y mal planteado. Un unplugged, sesión acústica, totalmente excesivo y fuera de lugar. No se puede pretender conquistar a 40.000 personas con tres cuartos de hora de sonidos sin vatios. No hubo la esperada explosión. Nada apasionó. Nada peor para una banda acostumbrada a la nota discordante. No hubo controversias, ni siquiera desplantes de Axl Rose. Falló la actitud. ¿Dónde quedó la salida furiosa, ir a por todas?

El pobre sonido completó la decepción. Muchas expectativas quedaron defraudadas en el supuesto concierto del año. Una noche de desilusión y desengaño, marcada por la acústica sin alma.

Los aficionados nostálgicos de la etapa rabiosa de Welcome to the jungle se quedaron con las ganas. Aquellos chicos agresivos fueron esta noche una pálida sombra de su origen. Éste es otro Guns N'Roses, que nos lo han cambiado. Nadie podía imaginar un concierto tan alejado de las previsiones iniciales. Hace un año nos quedamos en ascuas y ahora estamos helados. Ni la noche de julio nos reconfortó.

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