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Galliano hechiza a París con su magia

Un desfile de Dior inspirado en Klimt y Baudelaire abre, en plena euforia del mercado por la alta costura, la semana de la despedida de Valentino

Eugenia de la Torriente

"Mi trabajo es hacer soñar a la gente", declaraba ayer un exhausto John Galliano tras su desfile para Christian Dior. Un canto al placer. Un festín de color y delicadeza. Una celebración de la verdadera motivación de la alta costura como un espectáculo en el que todo es posible y que trasciende a los pocos afortunados que pueden consumirla.

Con la magia de Galliano se inició ayer en París la semana de la alta costura. En realidad, se trata de cuatro días, alejados del histerismo que rodea a las colecciones de prêt-à-porter femeninas, pero no por ello irrelevantes. Es significativo que una figura como Valentino elija éste, su terreno natural, para despedirse de la moda. Con él, el miércoles se apagará un poco más la llama de una estirpe de costureros, los que se formaron en la era dorada de los años cincuenta. Sólo queda Karl Lagerfeld, pero eso no significa que esta artesanal profesión tenga los días contados. Hace unos años, era un tópico ver la creación a medida como un anacronismo con escaso futuro. Hoy, en las conversaciones de salón, el cliché de la muerte de la alta costura se ha cambiado por el de su resurrección. Y, eso, a pesar de los de los reveses que en estos tiempos nos depara la economía.

El año pasado fue el del renacimiento de la alta costura con Dior y Chanel doblando sus ventas. Y las expectativas de las marcas para 2008 no contemplan la posibilidad de un descenso en la euforia. Los clientes buscan sobre todo la exquisitez definitiva en un tiempo en que el lujo se ha generalizado y diluido en perfumes, coloretes y experiencias vitales.

Pero desfiles como el concebido por Galliano dotan a la costura de una potencia que escapa a la lógica mercantil. No sólo vuelve a ser relevante porque los ricos de las economías emergentes, notablemente Rusia y China, tengan dinero y ganas de gastarse hasta 100.000 euros en un vestido de noche. Es cuando muestra su capacidad para conjurar algo como lo visto ayer en Dior, cuando ésta cobra sentido para el resto del mundo, que obtiene un placer estético sin pasar por caja.

Y de placer, precisamente, hablaba la colección de Dior para esta primavera-verano. La inspiración partió de un cuadro de John Singer Sargent, el retrato de Amélie Gautreau, conocida como Madame X. Fue una pintura polémica en su tiempo por el erotismo que desprendía. Al diseñador británico de 47 años le fascinó la historia de cómo un tirante caído provocó un escándalo tal que la mujer retratada le suplicó al autor que lo colocara en su sitio. Ése fue el principio de un viaje para Galliano. El interés simbólico en el fin de siglo le llevó a Gustav Klimt, saltó a la Quimera, una criatura mitológica con cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de dragón,se detuvo en Baudelaire y su obra Las flores del mal, y remató el periplo con Salomé. Un recorrido guiado por una fuerza: la seducción, la promesa de placer.

Cualquier idea de cómo todo eso podría traducirse en una colección de ropa saltó por los aires cuando una silueta en color lima cruzó los pasillos de tul de un escenario completamente negro. Fue el inicio de un impecable despliegue cromático y de un alarde de imaginación que acabó por crear algo totalmente nuevo a partir de tan artísticas referencias. Sin concesión a la obviedad. Un guardarropa divertido con quiebros sesenteros, que haría las delicias de una mecenas excéntrica y lujuriosa a lo Peggy Guggenheim. La voluptuosidad, por ejemplo, había que buscarla en la construcción de abrigos y chaquetas cuyos primorosos volúmenes traseros, laterales o frontales se abrían como una flor. La exquisitez de la alta costura no estaba sólo en los apabullantes bordados (que simulaban escamas, piel de leopardo o hasta de cocodrilo) sino en la extrema delicadeza de las referencias. "Es usted muy valiente por conceder tanta libertad a un diseñador", decía una periodista a Bernard Arnault en el backstage. "Bueno, desde que él llegó los beneficios de Dior se han multiplicado por seis", respondía el propietario de la marca.

Que al final todo se reduce a una cuestión pecuniaria lo sabe bien el muy pragmático Giorgio Armani, que desfiló ayer con Privé, la colección que creó en 2005 para satisfacer el apetito de sus clientas más sibaritas. Que no son sólo las estrellas por mucho que Sophia Loren, Dita von Teese y Claudia Cardinale estuvieran en primera fila. Buena parte de las 52 geométricas salidas se destinaron a trajes de chaqueta y falda perfectamente aptos para la vida diaria. De una ejecutiva millonaria, claro.

Dos modelos del desfile de alta costura de John Galliano para Dior, ayer en París.
Dos modelos del desfile de alta costura de John Galliano para Dior, ayer en París.AFP
Vestido con estampado de leopardo bordado.
Vestido con estampado de leopardo bordado.AFP
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