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Crítica:Ballet Teatro Real de Madrid
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Ganzatti la mala y el narguile

Las mejores compañías de ballet del mundo son las que tienen más de 150 años, por poner una cifra. A saber: Ópera de París, Marinskii-Kirov de San Petersburgo, Bolshoi de Moscú, Real de Copenhague. Después viene otra camada en el escalafón, que pasan del medio siglo y no llegan a la centuria: Royal Ballet de Londres, American Ballet Theatre de Nueva York, Colón de Buenos Aires, Nacional de Cuba, Ópera de San Francisco. Como se ve, el factor tiempo no es accesorio o incidental, sino estrictamente escolástico. Tanto algunos de los del primer grupo como de los del segundo, tienen en repertorio La bayadera, y a veces les sale sublime y otras de echarse a llorar. ¿Por qué? El origen de su dificultad coreútico-expositiva está en dos vertientes: el todo teatral y el todo bailado, el papel del conjunto, que en esa obra Petipa llevó a su culmen sinfónico pisando sobre la huella romántica, estilizándola hasta la abstracción. No sólo se habían acortado sensiblemente los tutús, sino que la síntesis abarcaba la planimetría de grupo, el desplazamiento solista en expansión perspectiva y algo muy importante: la extrapolación del canon musical al ballabile. Dicho esto, sería ingenuo comparar y exigir a esta bisoña bayadera el peso y el poso de los mencionados. Es un osado arranque que promete e ilusiona. Merecen el aplauso: han trabajado todos con seriedad y entrega. A veces en ballet hay que hablar de milagros, aun siendo ateos. Éste es el caso.

Corella Ballet Castilla y León

La Bayadera (Bayaderka).

Coreografía: Natalia Makarova (Nueva York, 1974-1980; Londres, 1990), sobre la original de Marius Petipa (Marinskii, San Petersburgo, 1877). Música: Ludwig Minkus. Libreto: M. Petipa y Serguei Kjudékov. Escenografía: Pier Luigi Samaritani. Vestuario: Theoni V. Aldredge. Iluminación: José Luis Fiorruccio. Repositores: Susan Jones y Olga Evreinov.

Teatro Real de Madrid, 4 de septiembre.

Merecen el aplauso. Han trabajado todos con seriedad y entrega

Pero la cimentación de una agrupación de ballet académico requiere algo más. El empaque estilístico que exige La bayadera es heredado de Giselle, como concepto de acto blanco (lo que empieza fantasmal y deviene feérico), y eso lo explica Vanslov con mucha precisión. Es la cultura de ballet que ejerce de llave y biela desde lo ancestral vernáculo a lo "académico-clásico". Eso debe trabajarse en la nueva compañía que debuta y merecen un laurel.

En El reino de las sombras (II acto) la formación responde al esquema 24-32-36. Natalia Makárova (Leningrado, 1940) usa 24 bailarinas para la obnubilante procesión descendente, casi minimalista. No toca la coreografía, simplemente ordena la repetición del tema musical según lo pidió Petipa a Minkus, que a su vez, ya hoy se sabe usó bastante música y temas de Ernest Reyer, compositor de Sakuntala, ballet madre de La bayadera que hizo Lucien Petipa (hermano mayor de Marius) en París en 1858, ya basado en el drama Abhijananasakuntala de Kalidassa y donde la mala se llamaba Hansati y se invocaba también a Shiva, dios de la destrucción. Anoche Ganzatti fue la que se llevó el triunfo: Gillian Murphy es segura, tiene majestad, domina el acento.

Natalia Romanovna tiene entre otros méritos el haber recuperado el cuarto acto final, destrucción del templo, apogeo del género de maquinaria escénica. Éste es un ballet de los vivos y los muertos, de redención y umbilicalidad (representada por el velo), encontrándose al Solor de Ángel Corella, perdido a veces por los efectos del opio en el narguile y otras por maleficios menos químicos; bailó pasional y a veces con cierto exceso, pero virtuoso. La bayadera es finalmente el resultado de una tragedia: el colonialismo y sus modas; tragedia dentro de la tragedia. Pero hoy es una verdadera fiesta para la danza en España. También emocionó la sentida concentración actoral de Karemia Moreno en el Aya, toda ella experiencia y ejemplo. La escenografía de Samaritani, casi de trámite, y los trajes ideados por Aldredge, cuya especialidad es el art déco y los años veinte (se ganó un Oscar por el vestuario de El gran Gatsby) con no demasiada poesía cumplen discretamente.

Ángel Corella, el miércoles en el ensayo general de <b><i>La Bayadera.
Ángel Corella, el miércoles en el ensayo general de La Bayadera.LUIS SEVILLANO
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