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Grass narra el dolor de los alemanes en la II Guerra Mundial

La mayoría de la crítica alemana elogia la nueva novela del premio Nobel

¿Cuándo Alemania dejará de hurgar en su historia del siglo XX? 'Esto no termina. Esto nunca termina', sostiene Günter Grass en las dos últimas frases de su nueva novela, Im Krebsgang (Al paso del cangrejo). Entre la ficción y la historia, el Nobel de literatura narra por primera vez el suplicio que los propios alemanes sufrieron durante la II Guerra Mundial. Recibida con entusiasmo por buena parte de la crítica, Al paso del cangrejo gira en torno al hundimiento, con tres torpedos soviéticos, de un barco alemán, el Wilhelm Gustloff, con más de 10.000 personas a bordo, la mayoría de ellos refugiados, casi la mitad niños, el 30 de enero de 1945.

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Esta novela de 216 páginas, que en España publicará Alfaguara, es más que una obra literaria: es también debate histórico y autocrítica por parte de un autor cuya creciente fama internacional en los últimos años ha sido inversamente proporcional a la poca estima que ha merecido en su propio país. A tenor de las primeras críticas, ello podría cambiar ahora que Grass está a punto de cumplir 75 años y se ha planteado relatar también los suplicios que supuso la II Guerra Mundial para los mismos alemanes. El libro se inicia con un interrogante -'¿Por qué sólo ahora?'- que el mismo Grass responde varias veces y repite también en la presentación a la prensa: 'Estábamos ocupados con otras catástrofes, con nuestro propio fracaso, con nuestros propios crímenes'.

Y, sin embargo, la tragedia estaba pendiente de ser contada: los más de diez millones de alemanes de Prusia oriental que tuvieron que huir del avance del Ejército Rojo, o los millones que padecieron el bombardeo y la destrucción de las ciudades alemanas, o la historia del hundimiento del Wilhelm Gustloff, en el Báltico: casi 9.000 muertos, la mitad de ellos niños, poco después de que en la radio finalizase la retransmisión de un discurso de Adolf Hitler.

Grass se acerca a su tema con lo que llama la 'andadura del cangrejo', atravesando en diagonal y en zigzag la historia de tres generaciones y de buena parte del siglo XX. El narrador en primera persona, Paul Pokriefke, es un periodista nacido la misma noche en el lugar de los hechos, instantes después de que su madre, Tulla -conocida ya de otras obras de Grass-, pudiese ser salvada de las gélidas aguas del Báltico. Asesorado por El Viejo, alter ego del mismo Grass, Paul finalmente cede a las insistentes solicitudes de Tulla de contar lo sucedido cuando descubre que su propio hijo, Konny, ha montado una página en Internet en la que se leen loas al nazismo y se conmemora el hundimiento del Wilhelm Gustloff.

La historia de estos tres personajes ficticios con trazos docu-mentales se complementa con la de tres personajes históricos: Alexander Marinesko, el comandante del submarino soviético que con sus torpedos hundió el barco y aún hoy es considerado un héroe en Rusia; Wilhelm Gustloff, el líder nazi que dio nombre a la embarcación, y David Frankfurter, el estudiante judío que en 1936 asesinó a Gustloff en Suiza para así vengar en un individuo los muchos crímenes anónimos del nacionalsocialismo. Frankfurter se convierte en el personaje admirado por otro joven, David Stremplin, que primero se bate en discusiones en Internet con el hijo del narrador y luego será asesinado por éste.

El círculo, por tanto, se cierra con alusiones inquietantemente contemporáneas. 'Retroceder para avanzar, como los cangrejos', postula Grass, que una y otra vez se lamenta en la novela de no haber contado antes una historia que no se debería dejar a la derecha. Las asociaciones de desplazados de Prusia oriental han aplaudido el libro, al igual que muchos intelectuales, encabezados por el crítico Marcel Reich-Ranicki y Rudolf Augstein, editor del semanario Der Spiegel.

Las voces críticas, en cambio, son la minoría; por ejemplo, la de Ulrich Raulff en Süddeutsche Zeitung: 'Esto ya no tiene nada que ver con la literatura'.

Pobres y ricos

El Wilhelm Gustloff formaba parte de la flotilla de barcos de Kraft durch Freude (Fuerza a través de la Alegría), el organismo vacacional del nacionalsocialismo. Con capacidad para 1.460 pasajeros, antes de la Segunda Guerra Mundial zarpó en 44 ocasiones en cruceros por el Báltico y el Mediterráneo. El Wilhelm Gustloff atracó también en España, donde recogió a los combatientes de la Legión Cóndor. Como describe Grass, era una lujosa embarcación sin distinción de clases: pobres y ricos dormían y se divertían en los mismos espacios. A partir de 1939, el Wilhelm Gustloff sirvió de barco hospital, para transportar tropas y como cuartel militar. Tan sólo en su último viaje, que partió del puerto de Gotenhafen (hoy Gdynia, en Polonia) volvió a recoger pasajeros: miles de refugiados y marinos de la flotilla alemana se amontonaron por encima de las posibilidades del barco. Por ello, y porque se encontraba bajo el mando de la Marina alemana y estaba armado, su hundimiento, formalmente, no fue un crimen de guerra. Unas 1.200 personas sobrevivieron.

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