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ÍDOLOS DE LA CUEVA
Columna
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Gratis total (o no)

Manuel Rodríguez Rivero

Mi sobrino Lucas es un veinteañero para el que el mileurismo es un sueño de plutócratas. Igual que la mayoría de sus amigos, se paga los estudios y lampa con sorprendente dignidad aquí y allá para conseguir dinero para sus gastos: pone copas, reparte folletos, elabora, como pinche de cocina, sushis y sashimis, realiza "promociones" para firmas comerciales ("¿Desea probar este zumo de piña y fresa?"), reparte guías telefónicas, pasea chuchos y espera junto al árbol a que se alivien (lleva bolsita). Intenta irse a Brasil con una beca Erasmus (supongo que pasará la gorra) y no da la sensación de privarse de casi nada de lo que para él es importante. Incluso compra música (que ha escuchado en Internet).

He recibido un regalo de legalidad problemática: la dirección de una web desde la que pueden verse casi todas las series televisivas

Mi sobrino, que está convencido de que no todas las piraterías son iguales, me hizo hace unos días un regalo de legalidad problemática: la dirección de una página web desde la que pueden verse casi todas las series televisivas. La dirección -espero que esto no pueda considerarse propaganda ilegal, ya me detuvieron una vez por algo que se llamaba así- es www.seriesyonquis.com, y les prometo que cuando la cliqueé y se desplegó ante mis asombrados ojos me sentí tan deslumbrado como Alí Babá (¡ábrete, Sésamo!) ante los tesoros de la cueva de los ladrones. Ahí estaban, ordenados alfabéticamente, centenares de episodios de series de hoy, de ayer, de anteayer. El sitio funciona como estación o lugar de paso: uno cliquea en la peli que quiere ver (por ejemplo, Mujeres desesperadas, temporada sexta, episodio 4) y la página lo remite a otro servidor o lugar ignoto en el que puede verlo o descargarlo. Gratis.

Ignoro si han hecho la prueba de leer el Times online (www.thetimes.co.uk), de pago desde hace poco. Yo sí. Ahora, y durante el tiempo de la promoción, cuesta una libra diaria. Miré si las dos o tres noticias que me interesaban podía conseguirlas gratis en otros sitios. Pude. No me sucedió lo mismo con un par de artículos de opinión. Pero no me interesaron tanto como para pagar el peaje, aún barato. De repente me di cuenta de que, a pesar de todo lo que creo, también yo soy víctima (y beneficiario) de la llamada cultura de la gratuidad. Supongo que los editores de periódicos de todo el planeta están conteniendo el aliento hasta ver cómo le va a Rupert Murdoch, propietario del Times, con su experimento de magnate déspota ilustrado: si la gente quiere información, que pague por el "privilegio" (está convencido de que lo es). Lo malo es que, para la gente (joven) no es lo mismo pagar por la información impresa que por la electrónica, y aún menos si esta es generalista (The Times) y no especializada (The Wall Street Journal). Uno presiente que, en el negocio del periodismo, casi todo vuelve a estar por hacer.

Leo que Larry King, uno de los grandes periodistas de la televisión norteamericana, abandonará próximamente, tras 25 años triunfales, su célebre programa de entrevistas en la CNN. Además de los motivos personales, lo cierto es que su show había perdido un 36% de audiencia en el último año. Los grandes anunciantes -que son los que mandan- empiezan a preguntarse si, en una época en que cada vez más gente consigue en Internet tanto el entretenimiento como las noticias (y solo las que quiere), todavía tienen sentido las televisiones comerciales que funcionan 24 horas 365 días al año. Medito en todo ello mientras, con la tele apagada, veo en mi portátil el episodio de Mujeres desesperadas que me faltaba. Gracias, Lucas. Luego me haré las preguntas morales.

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