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Entrevista:BENJAMIN BIOLAY | Cantante

"Hay que renovar la 'chanson' sin perder la identidad"

Diego A. Manrique

Benjamin Biolay avisa de antemano con una muy sincera profesión de fe, relativa a su presencia española en citas jazzísticas: "No tengo mucho de jazz y pensé que era un terrible error, que esperaban que tocara jazz-rock o algo igualmente horrible: yo soy más de Chet Baker que de Chick Corea. Hasta que me explicaron que los festivales de jazz en España no son puristas. Lo prefiero así".

Biolay (Villefranche-sur-Saône, Francia, 1973) acaba de publicar su cuarta colección de canciones, Trash yéyé (EMI), que presenta hoy en Madrid, mañana en Valencia, el 9 en Girona y el 10 en Barcelona. El periplo comenzó el pasado sábado, en el marco del Festival de Jazz de Cartagena.

El músico francés siempre ha peleado contra los prejuicios. "Cuando comencé había que cantar en inglés para que te tomaran en serio. Si usabas el francés, entrabas en las varietés, lo que era un pecado gravísimo. Los únicos que cantaban en francés y tenían credibilidad eran los raperos".

Grabar bajo su nombre fue una casualidad. "Mi primer disco de éxito fue el que hice, en compañía de Keren Ann, con Henri Salvador. Alguien en Virgin escuchó las maquetas, donde cantaba yo, y me ofreció un contrato. Yo estaba preparado para dedicarme sólo a producir y componer: los estudios de grabación son una herramienta fascinante para crear. Pero supongo que me quedaba un fondo de exhibicionismo que necesitaba llenar".

Su primer álbum fue Rose Kennedy (2001), que incluía la seductora Les cerfs-volants, con su sampleo de Marilyn Monroe cantando en Río sin retorno. "Tuve que pelearme con la discográfica para que consiguieran los derechos de ese fragmento, no era un capricho. Mi fascinación por los Kennedy deriva esencialmente de mi simpatía por Robert Kennedy, un raro caso de político que adquiere una conciencia cuando llega al poder, que se compromete con las minorías y lucha contra la mafia y los sindicatos corrompidos".

Justo lo contrario de Nicolas Sarkozy, reflexiona. "Tenemos un presidente de la República que carece de ideología y moralidad, que sólo piensa en ganar elecciones. Hasta Jacques Chirac tenía más creencias políticas. Da un poco de grima ver a alguien tan enamorado de las marcas, exhibiendo su Rolex de oro. Da salida a los peores impulsos de los franceses, que fantasean con irse de vacaciones al yate de un amigo millonario".

Vuelta a la música. Biolay se encuentra incómodo en el papel de cabecilla de la nouvelle chanson que se le atribuye: "Lo único que hicimos fue modernizar la chanson, sumar una sensibilidad pop y utilizar la tecnología contemporánea. Había un conservadurismo estético que no era más que la fuerza de la costumbre. En realidad, hasta los consagrados querían cambiar. Por mi parte, creo que la chanson no puede ignorar la existencia de The Velvet Underground o Nick Drake".

Biolay no cree en hacer discos para un hipotético mercado internacional: "Dicen que Serge Gainsbourg se quejaba de ser un desconocido en el mercado anglosajón, pero finalmente ha sido aceptado por sus canciones en francés. Yo no creo en hacer concesiones. En mi discográfica estaba un rapero que se empeñó en grabar con Dr. Dre. Lo logró, pero el resultado fue lamentable, artificial. Perdió la identidad, que es lo que me fascina de La Mala Rodríguez: abre la boca y sabes que viene de España".

De momento, Benjamin Biolay se siente ilusionado por el cine. Tras hacer la música para Clara et moi, le han caído ofertas como actor, que está aprovechando: "Para un compositor, es una oportunidad fantástica el encarnar a otras personas. Al menos, te aleja de la tentación autobiográfica".

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