Hollymemez
Cuando de Estados Unidos nos mandan una de esas comedietas de trámite en forma de alegoría -excepción que da más firmeza a la norma- que abona la idea de que el Universo limita al norte con Canadá, al este con el Atlántico, al oeste con el Pacífico y al sur con ninguna parte, hay que echarse a temblar pues estamos en dulces términos, ante una hollymemez o, en palabras arrieras, ante una hollypollez.Imaginemos dos adolescentes a quienes las mayorzotas del college no miran como portadores de sexo a causa de su mentón imberbe. Imaginemos que tienen un ordenador y con él hacen milagritos. Imaginemos que deciden no volver a masturbarse con fantasmas solitarios y, tras ver en la televisión Frankenstein, programan su ordenador para que les construya una monstruita sexy.
Una mujer explosiva
Director: John Hughes. Norteamericana, 1984. Intérpretes: Mitchel Smith, Anthony M. Hall, Kelly Lee Brook. Estreno: Conde Duque, Imperial, Vaguada. Madrid.
Imaginemos a continuación que el ordenador, made in Japan, cumple tan bien que la monstruita resultante es Kelly Lee Brook: la hollymemez estará servida. Los adolescentes compartirán las caricias -no el lecho, que para eso se trata de cine edificante- de la novia electrónica y esto les convertirá en fuente de envidia ante el personal peludo del college y de reconocimiento como machos por las futuras mamás de votantes de Ronnie Reagan. No hace falta decir que los chicos -audaz moraleja- dejarán de masturbarse tras la peripecia y encauzarán sus espermatozoides hacia praderas más fértiles que las moquetas de sus retretes.
La hollymemez no está en que estas películas existan, que tienen que existir, sino en que, por la ley del embudo que rige el reparto mundial de los productos averiados de la imaginación cinematográfica norteamericana, los españoles las compremos, cuando tenemos bien abastecido el almacén de memeces propias.
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