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ÍDOLOS DE LA CUEVA
Columna
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Iglesias militantes

Manuel Rodríguez Rivero

Si uno quiere hacerse una idea cabal de lo que es la libertad religiosa funcionando en la práctica, debería emprender un viaje por Estados Unidos. Pero si lo que desea es realizar una visita cultural por el más surtido hipermercado espiritual de nuestro tiempo, bastaría con que se diera un largo paseo por Harlem y, preferentemente, por el cuadrilátero limitado por las calles 116 y 135 y las avenidas que llevan el nombre de dos grandes líderes ideológicos afroamericanos: los bulevares de Frederick Douglass y Malcolm X. No conozco ningún otro lugar en el que pueda repasarse en vivo un catálogo tan exhaustivo de las confesiones religiosas que se profesan en este planeta (alguna, incluso, se anuncia como "religión cósmica"). En este extenso distrito, cada vez más ennoblecido por las inmobiliarias que levantan imponentes torres con vistas a Central Park y restauran el esplendor de antiguas mansiones victorianas para atender la demanda de jóvenes profesionales (blancos y negros) con poder adquisitivo, conviven comunidades de creyentes de convicciones tan diversas como las que separan a un musulmán chií de un budista nichiren o un miembro de una diminuta secta episcopaliana de Alabama. Los fines de semana constituye un espectáculo memorable observar la asistencia a los templos, a menudo, alojados en edificios protegidos como landmarks (monumentos) por el Gobierno de Nueva York. Si desean elegir su iglesia, basta con consultar las páginas amarillas de Harlem. Casi todas disponen, además, de estupendos sitios web.

Para realizar una visita cultural por el más surtido hipermercado espiritual de nuestro tiempo, basta con dar un largo paseo por Harlem

En muchas también se hace política, por dentro y por fuera. En el exterior del templo de Atlah (secta baptista), céntricamente situado en la 123 con Malcolm X Boulevard, un gran panel luminoso, semejante al de los moteles de carretera, anunciaba hace unos días en grandes caracteres: "La sangre de Jesús contra Obama. El 4 de noviembre de 2008 la historia hizo presidente de los Estados Unidos a un talibán musulmán elegido ilegalmente".

Bueno, no son los únicos en creerlo. Uno de los problemas que tiene el que la rampante extrema derecha gusta designar por su primer y segundo nombre de pila (Barack Hussein) es la combativa oposición que contra su programa político se orquesta desde los grupos religiosos. Una reciente encuesta señala que el 18% de los estadounidenses creen que su 44º presidente es musulmán. La teoría de la conspiración no se elabora solo en sectas como Atlah. El carismático evangelista televisivo Franklin Graham declaraba hace poco en la CNN que Obama había nacido "musulmán por parte de padre y judío por la de madre", y que eso se notaba en la política de Washington. Claro que muchos judíos -quizá la minoría religiosa más culta y políticamente influyente- también giran al republicanismo, convencidos de que la Administración de Obama "es la más antiisraelí de la historia moderna": la proporción entre los judíos demócratas y republicanos ha pasado de 3 a 1 a menos de 2 a 1.

La oposición de derechas a Obama está a la que salta, como se ha demostrado con el asunto de la construcción de una presunta mezquita (en realidad, un centro islámico) en Ground Zero (en realidad, a varias manzanas). Desde Palin a Gingrich, pasando por el oportunista McCain, la oposición republicana agita las pasiones, apoyada en la agresiva campaña de desinformación propiciada desde ciertos medios de la derecha y muchas iglesias. Mientras tanto, y con la economía que no se decide a emprender vuelo y una guerra sin resolver, Obama continúa cada vez más expuesto en los medios y cada vez más desconocido por los votantes. Supongo que los encargados de la comunicación de la Casa Blanca y del Partido Demócrata deberían hacer algo. Y pronto. Las importantes elecciones de noviembre están a la vuelta de la esquina.

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