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El Inclusero, opositor a cátedra

Plaza de Valdemorillo. 6 de enero. Cuarto festejo de feriaToros de Amelia Pérez Tabernero, bien presentados, que dieron juego

El Inclusero: palmas y vuelta. Juan José: oreja y, vuelta. Sánchez Puerto: palmas _vuelta.

Valdemorillo

Desde que se nos fue Don Antonio (obviamente, don Antonio Bienvenida), la cátedra de Tauromaquia está vacante. Desde entonces, y para algunos diestros de buen hacer, se siguen empleando calificativos tales como maestro, doctor, catedrático, pero no hay tal. Don Antonio no ha sido sustituído, al menos con todos los requisitos y pronunciamientos de rigor. Para cubrir su puesto son necesarias oposiciones a cátedra. Y uno de los opositores más preparados, entre los poquísimos que hay con las condiciones mínimas para ganar plaza, es Gregorio Tébar, que dice llamarse, pero no ser, El Inclusero.

El año pasado, en Las Ventas, ya dio unas cuantas lecciones prácticas que- fueron muy comentadas, pero la de ayer en Valdemorillo tuvo tal aroma que permanecerá mucho tiempo en el recuerdo. Torear en Valdemorillo no es empresa baladí. Valdemorillo será un simpático pueblín (a mucha honra) pero por San Blas, y para el toreo, se convierte en plaza de arte y ensayo, a donde acude lo más granado de la sesuda afición madrileña, considerada la primera del mundo.

Tuvo El Inclusero, para recitar sus temas, un toro tan flojo que se le quedaba peligrosamente en la suerte, al que exprimió toda posibilidad de sacarle hasta el último pase, y otro de boyantía excepcional, al que construyó una de las faenas más reposadas y bellas que se hayan producido durante las últimas temporadas. En ambos estuvo con ese empaque inconfundible que tienen los que llevan el toreo en la cabeza y en el corazón, y en ambos cuajó estupendos lances a la verónica y muletazos de extraordinaria factura.

Mejores, por supuesto, los de la segunda faena, que resultó impecable en el toreo en redondo, en los remates de pecho, en los desplantes. Y que alcanzó momentos de calidad suprema cuando dibujó tres o cuatro derechazos con la figura relajada, cargando la suerte, llevando toreada la res hasta el límite del último vuelo de la franela.

La corrida, muy bien presentada, se vino abajo a partir del primer tercio, entre otras razones porque la picaron con el ensañamiento habitual, atrás y bajo, que es donde el castigo mata. Juan José, que resultó con la taleguilla destrozada en un volteretón, también instrumentó buenos derechazos y se mostró valiente y voluntarioso. Sánchez Puerto dio buenas verónicas mejoradas en dos medias, toreó bien en redondo a un toro flojísimo, y en otro de gran nobleza, aunque su muleteo fue animoso, no consiguió la réplica de torería y arte que este diestro lleva dentro y que permitían las condiciones de la res.

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