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Crítica:TEATRO'UN HOMBRE EN LA PUERTA'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Indefinición

Víctor es un dirigente de partido al que se arranca de él porque pide democracia interna. Se refugia en la casa de la mujer que fue su primer amor; al encontrarla, encuentra también su desdoblamiento, la imagen de quien él fue cuando iniciaba la arriesgada vida clandestina. La mujer, Miriam, ha seguido su propio camino, y el amor se le ha revelado de manera distinta: ahora vive con otra mujer, Berta. El nudo elemental de la obra consiste en la vieja lucha de dos poseedores por una mujer objeto: indecisa, involuntaria, construida sobre el antiguo molde teatral del infantilismo encantador.El tema, que debería ser más profundo, es el de la propia lucha interna del personaje masculino, el de su desencanto. Hay un exceso de definición casuística para que suceda así. El partido diseñado es el comunista, aunque no se le cita: la utilización de la jerga que tópicamente se atribuye a los comunistas, la alusión a actividades que parecen peculiares de ese partido e incluso la abundancia con que se vienen produciendo las defenestraciones de viejos dirigentes lo identifican. Pero como, al mismo tiempo, está rehuido, el drama posible y veraz se queda inédito. Más concreto el partido, sería una obra política; más borroso, podría elevarse el tono a la actualidad del desencanto. Se queda en la mera superficie de la alusión a maniobras políticas, ambiciones. Es, por tanto, un caso, un suceso, no una situación general. También la anécdota amorosa es demasiado concreta como para tener valores simbólicos.

Un hombre en la puerta

De Jaime Salom. Intérpretes: Manuel Gallardo, María del Puy, Tony Isbert, Julia Trujillo. Decorados: Lorenzo Collado. Dirección: Manuel Canseco.Teatro Lara, 11 de mayo de 1983.

El teatro Lara, recuperado después de un largo cierre, ha visto muchas situaciones iguales en su larga historia y ha escuchado parecidas palabras: el diálogo es un intercambio de fraseología en la que se quiere poner la trascendencia más que la acción. Es una literatura un poco pueril, de la línea Benavente-Casona: el énfasis y el circunloquio no dejan vivir la situación dramática. Como todo en esta obra, lo menor devora a lo mayor, que no hace más. que apuntar. Se queda en nada.

Luchar por sus personajes

Los actores luchan con sus personajes honestamente. María del Puy da un encanto especial a la niña envejecida, la dota de una luminosidad antigua; su papel y su interpretación son quizá lo mejor del espectáculo. Manuel Gallardo resulta demasiado bronco para los matices que requeriría el personaje, pero que tampoco el texto le da. Julia Trujillo tiene apariciones dignas y resuelve con gravedad las dificultades del papel. Tony Isbert representa el contrapunto, el personaje recordado, pero está demasiado manipulado por el autor para ofrecer sinceridad. El decorado de Lorenzo Collado es funcional, de buen servicio, y la dirección de Canseco es buena en el sentido de que no se ve, de que da una base de sustentación al momento escénico imaginado por el autor.

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