Javier Krahe repasa su vida de vago burlón
Sentado en una cafetería del centro de Madrid, Javier Krahe, a dos meses de cumplir 64 años, asume el título del último libro publicado sobre él, Charlas con un vago burlón. Sobre todo, cuando repasa, con tono pausado y voz profunda, su rutina matinal: "Me levanto a las 10.30. Me preparo un café con tres o cuatro galletas. Y si hay naranjas, me tomo una. Hoy me he tomado media mandarina. Me siento en el sofá. Y... nada... fumo. Una hora después enciento la tele y pongo el teletexto. Luego me ducho y me vuelvo a sentar en el sofá. Y fumo".
En Charlas con un vago burlón (18 Chulos), fruto de varios encuentros con la periodista Paloma Leyra, un lúcido y divertido Krahe habla de su mundo y todo lo que le rodea: religión, censura, política, amor, drogas... Una vida intensa la de esta ilustre antiestrella de culto. Un total de 35 años de carrera le han dado para 13 discos y más de 200 canciones. Lo último de Krahe es Querencias y extravíos, 11 nuevos temas grabados en directo incluidos en el libro. Como cada mes, el 30 de enero Javier Krahe volverá a la Sala Galileo de Madrid. Como casi siempre, con un vaso de whisky en la mano. "Nunca bebo agua en el escenario; no quiero preocupar al público", bromea. "No bebo por el día. Eso sí: si salgo, bebo bastante".
Que conste en acta que Krahe no es un vago integral. "Sólo de espíritu", puntualiza. "Cuando no estoy en activo puedo pasar horas y horas sin hacer nada. Tardo mucho en hacer canciones y, aun así, cuando las hago, me queda mucho tiempo libre". Cuando el veterano cantante -"Me gusta más que cantautor"- está en activo, son dos sus ineludibles obligaciones. La primera es jugar al ajedrez todos los lunes por la noche -"Sin lograr mejorar"- y, la segunda, una vez al mes, fichar desde hace 10 años en Galileo, donde, siempre puntual, desgrana su refinado, irónico y brillante repertorio repleto de humor, literatura y ardor sentimental.