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Javier Reverte narra la desolación del Amazonas

Aurora Intxausti

Viaja con mochila al hombro, se mezcla con los paisanos que habitan los lugares que visita y aprende de cada uno de ellos un poco más sobre la vida. La aventura literaria por el Amazonas del escritor Javier Reverte (Madrid, 1944), que a punto estuvo de costarle la vida al contraer la malaria, culmina en El río de la desolación (Areté). "He tratado de reflejar la realidad de un universo amazónico en el que conviven el esplendor de la jungla exuberante y feraz con los letales ciclos de la naturaleza implacable".

El viaje que narra Reverte comienza en los Andes peruanos, y continúa a través de los territorios del Perú, se adentra un poco en Colombia y finaliza en Brasil. Aventurero y viajero incansable, se confiesa defensor de cualquier viaje que emprenda el ser humano. "La vida se llena. Cualquier viaje, por pequeño que sea, supone una aventura, y salir de lo cotidiano es bueno y muy sano", puntualiza.

El escritor habla de la miseria y desolación que fue encontrando a las orillas del río más caudaloso del mundo y el más largo, junto al Nilo. "En la orilla del Amazonas no hay indios, sólo gente pobre y miserable, sociedades mestizas formadas por negros o asiáticos. Es un territorio duro no idílico, lleno de tristeza y pobreza. De ahí el título del libro", apunta Reverte.

Barcos populares

El autor de Los caminos perdidos de África relató ayer cómo hizo el viaje, siempre a bordo de los barcos populares que comunican a los habitantes de las orillas del Amazonas. "Barcos en los que la gente duerme en las hamacas de la cubierta, que se detienen en numerosos puertos del recorrido y en donde se comprueba la intensa vitalidad de la gente que va desgranando sus historias".

En El río de la desolación, el autor no sólo cuenta las peripecias que él vivió, sino que añade las de los primeros navegantes del Amazonas -los españoles Orellana y Lope de Aguirre-, así como los viajes de los científicos La Condamine y Humboldt. Reverte narra también los sucesos que rodearon la construcción de un ferrocarril en pleno corazón de la selva amazónica, empeño que llevó a la muerte de miles de personas y al abandono final de la obra debido a la caída del precio del caucho.

Reverte rozó la muerte cuando estaba a punto de finalizar el viaje al sufrir la picadura del mosquito que transmite la malaria. Debido a un error en el diagnóstico le fueron administradas medicinas para el mal del dengue, y la enfermedad que padecía se agravó y tuvo que permanecer hospitalizado un mes en Brasil. "El viaje, en lugar de durar dos meses como estaba previsto, duró tres, con días en los que estuve en coma profundo y luego con la memoria perdida. Una aventura con un coletazo terrible, aunque con un final feliz porque estoy aquí, gracias a las transfusiones de sangre y a la atención que me prestaron mis seres queridos".

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Sobre la firma

Aurora Intxausti
Coordina la sección de Cultura de Madrid y escribe en EL PAÍS desde 1985. Cree que es difícil encontrar una ciudad más bonita que San Sebastián.

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