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Reportaje:

José Eugenio Ribera, el primer gran constructor moderno de obras públicas en España

El Colegio de Ingenieros de Caminos de Madrid inaugura hoy una exposición sobre su trayectoria profesional

El colegio de Ingenieros de Caminos de Madrid (Calle Almagro, 42) inaugura hoy una exposición sobre la vida y la obra de José Eugenio Ribera (1864-1936), el introductor del hormigón armado en España y, al mismo tiempo, el primer contratista general de obras públicas en el sentido actual del término. Concesionario del sistema Hennebique, vanguardista y conocedor de la ingeniería vigente entonces en Europa, Ribera construye en 1897 el puente de Ciaño (Asturias), y recibe consagración nacional con su puente María Cristina, sobre el río Urumea de San Sebastián, en colaboración con el arquitecto Zapata. Esta es su trayectoria profesional.

Son muchos y muy ricos los aspectos que justifican que la vida y la obra del ingeniero de caminos José Eugenio Ribera. (1864-1936) sea ahora recordada en una sencilla y magnífica exposición organizada por nuestro Colegio. Dos son las principales características, a mi juicio, que confieren a Ribera, desde el punto de vista histórico, un especial interés: ser el introductor indiscutible del hormigón armado en España y, al mismo tiempo, ser el primer contratista general de obras públicas en el sentido actual del término. La vida y la obra de Ribera están íntimamente ligadas al origen del hormigón armado en España que hasta Ribera no sólo no existe aquí prácticamente el hormigón armado sino que ni siquiera existe fábrica alguna de cemento Portland.Son los ingenieros militares los únicos que muestran interés por el hormigón armado antes que Ríbera, aunque la repercusión de sus publicaciones y trabajos sea prácticamente nula. Tenemos que llegar a Ribera para encontrarnos de sopetón con el hormigón armado, ya que sus antecedentes no pasan de ser infructuosas propuestas o tímidos ensayos, sin repercusión alguna.

Ribera construye en 1897 el puente de Ciaño (Asturias), sustituyendo un tablero de madera por otro de hormigón armado, utilizando el sistema de Hennebique, quien desde 1892 propagaba desde París el hormigón armado por el mundo entero. Ribera, tras un viaje a Ginebra, en 1895, donde vió la construcción de los arcos articulados de hormigón armado del puente de la Coulouvreniére y las obras de los forjados del nuevo edificio de Correos de Lausana, decide convertirse en el concesionario del sistema Hennebique en España: "Confieso el asombro que me produjo esta clase de construcciones que rompía con todas las tradiciones, más o menos anticuadas, con que suelen armamentarnos en nuestras escuelas".

Retraso de casi medio siglo.

Ribera tiene que importar el cemento Portland Boulonnais- para su puente de Ciaño, como para la losa que ensaya en Oviedo, en febrero de 1898, con acero dulce fabricado en Mieres, experiencias que considera concluyentes, a partir de las cuales decide dedicarse por entero al desarrollo del hormigón armado en España, abandonando en 1899 el Cuerpo de Caminos, Canales y Puertos y fundando el mismo año la sociedad limitada J. Eugenio Ribera y Compañía con los hermanos Manuel y Luis Gomendio.

La primera repercusión de alcance nacional que tiene la actitud de Ribera es la construcción de la fábrica de cemento Portland Tudela-Veguín, primera instalada en España, cuyos pilares, forjados y depósitos proyecta y construye el propio Ribera con hormigón armado. Más tarde se instaló en la fábrica de Quinto (Zaragoza) y ya en 1900 la de Añorga-Chiqui, en Guipúzcoa. En 1901 se construyó la fábrica de la Pobla de Lillet, en Castellar d'En Huch (Barcelona) y la de Olazagutia, en Navarra.

La frenética actividad de Ribera -"ignoramos de dónde obtiene el tiempo indispensable para acudir a tantas partes con sus talentos e iniciativas y para formular sus numerosos proyectos", dice El Cemento Armado, 1901)- iba a reducir retraso respecto a Europa al mínimo en pocos años. Antes de finalizar el siglo ya está construyendo los forjados de la nueva cárcel de Oviedo, un acueducto para la papelera del Araxes, en Tolosa, el depósito de aguas de Llanes y tres puentes para el Ayuntamiento de Mieres.

En 1902 pronuncia Ribera una conferencia en el Ateneo de Madrid sobre hormigón armado y, en un intento de cimentación teórica, publica su libro Hormigón y cemento armado, con prólogo de José Echegaray. El ingeniero militar Ricardo Martínez Unciti, a quien Ribera llamaba compañero de apostolado, escribe en 1903 a propósito de este libro: "Ayer, Edison, y hoy, Echegaray, dos estrellas de primera magnitud en el mundo de la ciencia, consagran el cemento armado como sistema de construcción racional, ventajoso y de porvenir, y después de esta solemne consagración, hecha desde sitios tan elevados, ¿habrá quien dude de la verdad?". Ribera mantendría desde entonces amistad con su compañero Echegaray, a cuya actuación como perito debería su absolución tras la tragedia del hundimiento, en 1905, de la cubierta del tercer depósito de Madrid, con veintinueve muertos y sesenta heridos.

El puente sobre el Urumea

En 1903 Ribera consigue la adjudicación del puente de M.ª Cristina sobre el río Urumea, en San Sebastián, en colaboración con el arquitecto Zapata, primera gran obra que le consagrará a nivel nacional. En las bases del concurso se advierte "que si se adopta para material de construcción el cemento armado, habrá de quedar completamente oculto en los paramentos principales y recubierto con azulejos, mármoles u otros elementos decorativos". En la resolución del concurso "reconociendo el mérito de los puentes de piedra proyectados para el certamen, ha entendido el jurado que el espíritu progresivo característico de los tiempos presentes exigía el empleo del hormigón armado como factor más moderno y adecuado para dar a la obra las condiciones de ligereza y elegancia apetecibles".

Ribera no fue el primer ingeniero de caminos que abandona una carrera segura y brillante en la Administración para dedicarse a la actividad profesional privada. Cerdá fue su primer y más ilustre antecesor cuando, en 1849, decidió abandonar el servicio del Estado para dedicarse exclusivamente al urbanismo. Pero Ribera es el primer ingeniero de caminos que funda una empresa de ámbito nacional (poco después internacional) con el propósito especializado de construir obras públicas con un alto nivel tecnológico.

"Por aquel entonces", recuerda Ribera en su última lección en la Escuela, al jubilarse en 1931, "el oficio de contratista merecía escasa estimación, por estar casi vinculado en obreros aventajados, pero indoctos". El intento empresarial de Ribera significaba la reforma y mejora de los proyectos -antes intocables- de la Administración, realizados por sus propios compañeros, a base principalmente de la utilización del hormigón armado así como la introducción de medios auxiliares modernos y procesos constructivos originales con fuertes reducciones en el coste de la mano de obra. Quizá sea la invención de la armadura rígida para las bóvedas de hormigón su aportación más notable en este último campo.

En 1915 transforma su compañía de responsabilidad limitada en la Compañía de Construcciones Hidráulicas y Civiles (Hidrocivil), Sociedad Anónima. La notable reducción de plazós y presitipuestos que conseguía Ribera con su potente equipo de ingenieros -con él trabajaron en los años veinte Eduardo Torreja y José Entrecanales- construyendo por toda España en base al hormigón armado como lenguaje técnico universal y de vanguardia, forzó la fundación de nuevas empresas constructoras del mismo tipo y elevó en muy pocos años el nivel tecnológico de las restantes que subsistieron.

Ribera se propuso 'la dignificación técnica del oficio de constructor" y, ciertamente, lo consiguió. No he podido encontrar ningún ingeniero de Caminos, antes de Ribera, que haya dedicado su actividad profesional a la contratación de obras públicas. Los nombres de los contratistas, de obras públicas durante el siglo XIX apenas tuvieron significación desde el punto de vista de la historia de la ingeniería civil. Hasta Ribera, estos contratistas tenían un carácter local y prácticamente ninguna capacitación técnica ni organizativa, acostumbrados a seguir ciegamente las órdenes de los ingenieros de la Administración por los caminos de la rutina en los procesos constructivos y medios auxiliares, lo que a veces se pagaba con terribles desastres y con mayores costes y plazos. Cuando una gran obra exigía algún tramo metálico de envergadura, normalmente eran sociedades extranjeras las que resolvían el problema.

Plantó cara a la Administración

Ribera fue el primer contratista que plantó cara a la Administración exigiendo continuamente la redacción de modernos pliegos de condiciones, la responsabilidad de los ingenieros del Estado en los proyectos defectuosos, el pago puntual de las obras realizadas con los intereses de demora y las revisiones de precios. Fue él quien consiguió de Maura, después de una larga lucha con sucesivos ministros de Fomento, el decreto de Revisiones de Precios "que salvé a todos los contratistas de la ruina inevitable y al país de una suspensión forzosa de todas las obras públicas".

Ribera es el primer gran constructor moderno de obras públicas en España y su empresa -hoy, en suspensión de pagos- ha sido el modelo que luego han seguido las que después han fundado otros ingenieros de caminos, como Agromán, Entrecanales y Távora y Dragados y Construcciones, entre otras. A partir de Ribera, son innumerables los ingenieros de caminos que han desarrollado su vida profesional en empresas constructoras, un trabajo a veces incomprendido o minimizado incluso entre profesionales, cuando es absolutamente necesario y vital para el desarrollo y avance tecnológico de las obras públicas.

José Antonio Fernández Ordóñez es ingeniero de Caminos, Canales y Puertos.

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