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Tribuna:CLASICA
Tribuna
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José Lidon: 150 años

Recientemente, el compositor y crítico Manuel Valls ha expuesto en inteligente artículo, la puerilidad que supone recordar el significado y valor de las creaciones humanas por el procedimiento de los centenarios mejor o peor fraccionados.Sin embargo, una fecha puede servirnos como punto de partida o llamada de atención hacia personalidades olvidadas.

José Lidón fallece en Madrid el 11 de febrero de 1827. Un mes y medio antes que Beethoven. Pero no pensemos que su obra pueda tener la más mínima relación con la del gran compositor germano. Lidón es un músico del siglo XVIII, al que le gusta denominarse maestro de estilo italiano como figura en una publicación suya del año 1787.

Había nacido en Béjar, el año 1746. Tal vez soñara esperanzas cortesanas durante su infancia, mientras correteaba por las frondas de El Bosque, el palacio renacentista y frondoso jardín de los duques. Por cierto, durante su vida, vería cómo la duquesa de Béjar, Josefa Alonso Pimentel, mandaba alzar, con la fortuna de su marido, don Pedro Téllez Girón, duque de Osuna, la fastuosa residencia madrileña de La Alameda, tan musical como pictórica por varios conceptos.

Hizo Lidón sus estudios de música en Madrid, en el colegio de Niños Cantores. Sin duda con mucho aprovechamiento, porque a los dieciséis años ganaba, por oposición, la plaza de organista para la catedral de Málaga. Sin embargo, no llegó a tomar posesión de ella, pues el 13 de noviembre de 1768, para cubrir la vacante de José Nebra, obtenía, también opositando, el mismo cargo en la Real Capilla de Madrid, lo cual iba a decidir su destino al servicio de las Cortes de Carlos III, Carlos IV y, posteriormente, de Fernando VII.

Por su talento precoz como organista y compositor, Lidón disfrutó de buena fama como autor de música sacra, teórico, y como intérprete y profesor. Escribió más de setenta obras de carácter religioso, la mayoría en la Capilla Real de Madrid. Se hicieron célebres sus fugas para órgano, así como varias piezas y sonatas para violín, viola, y un cuarteto de cuerdas con trompa obligada.

Suponemos debió ser un gran organista por los numerosos testimonios escritos que hablan de ello, entre otros un poema que hace alusión a la dulzura y fundamento que ponía en las ejecuciones.

El año 1805, el 24 de abril, fue nombrado maestro del rector y rector del colegio de los Niños Cantores de la Real Capilla, que estaba en la calle de Leganitos. Tras los difíciles avatares de la guerra de la Independencia, Lidón fue repuesto en su cargo por Fernando VII el 25 de junio de 1814. En él permanecería hasta su muerte.

Contribuyó también el maestro bejarano al buen momento de la escena musical con su drama lírico en dos actos Glaura y Coriolano, estrenado con éxito en el Coliseo del Príncipe de Madrid, el año 1792.

El musicólogo Subirá, a quien tantas noticias debemos sobre nuestra música, dice que este drama se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid bajo el extraño título de Sinfonía, Drama heroico en un acto en verso castellano, puesto en música por don Josef Lidón. El libreto se basa en las peripecias de la india Glaura, tomadas del gran poema heroico de Alonso de Ercilla, La Araucana. La orquesta para Glaura y Coriolano es ya bastante nutrida.

Un momento tan rico en ilustres cantantes, época dorada de la tonadilla escénica (recordemos a María Ladvenant, Lorenza Correa o el famoso Manuel García), tenía que tentar a un maestro como Lidón. Al género nacional contribuye con su zarzuela El barón de Illescas, texto de Moratín. Y es que el músico salmantino, a pesar de su pretendido italianismo, era un español hasta la médula en sus giros armónicos y melódicos. Santiago Kastner lo explica bellamente cuando, al publicar su Silva ibérica, dice de Lidón: Su música no consigue callar que cala más hondo en él lo innato que lo aprendido. Y tanto que es así. Una pieza suya, en el archivo de la catedral de Ciudad Rodrigo, se titula Sonata de 1ª tono para órgano con trompeta real y para clave. ¡Hablar de primero tono en los albores del romanticismo! Todo el pasado sacro-hispánico de nuestra más entrañable y vieja música para teclado asoma en ese título anacrónico.

¿Qué podemos oír hoy del notable maestro de Béjar? Por ahí, en el rincón de un disco de origen extranjero (1), una castiza Sonata en si bemol mayor que dura dos minutos y medio.

(1) Recital de Cembalo. Václáv Jan Sukora. Discophon (S). 4217

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