Pinturas preciosistas
La aventura norteamericana de Emir Kusturica -un peso pasado del cine ex yugoslavo- acabó sin pena ni gloria. Pese a que El sueño de Arizona obtuvo un premio piadoso en Cannes, no satisfizo ni a su propio responsable, que intentó trasladar su estilo a corral ajeno y le salió un híbrido bonito, pero menor, y con el defecto de pretender ser de gran empaque.En momentos ese empaque existe, pero al modo de las pompas de jabón, frágiles globitos cuyos destellos ocultan el vacío. Kusturica hace bonitas tomas, pero quietas como estampas, lo que es la muerte del cine: fantasía en lugar de imaginación, composiciones estáticas en lugar de ideas visuales con duración interior.
A ratos, uno se puede quedar prendado de las monadas melancólicas que Kusturica, ingenia para llenar el metraje de una película que, incluso con virtudes plásticas, acaba fatigando por sus dificultades para amalgamar los dispersos y a veces contradictorios materiales poéticos y narrativos que emplea. Se ve con curiosidad, pero no es convincente.
El sueño de Arizona
Guión y dirección: Erair Kusturica. EE UU, 1993. Intérpretes: Johnny Depp, Faye Dunaway, Jerry Lewis.Estreno: Carlos III, España, Excelsior, Aragón, Vaguada. Proyecciones, Gran Vía, Ideal.