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Entrevista:

Pedro Laín Entralgo al rescate de la medicina humanista

El hombre contemporáneo rechaza el dolor y se plantea una prolongación indefinida de la vida

¿Cómo, si no es con la ayuda del humanismo, resolver un problema como el surgido con la posibilidad -que ya no pertenece a la ciencia ficción- de mejorar la especie humana, (o empeorarla), abierta tras los experimentos que producen mutaciones en el material genético?Director de la Real Academia Española, historiador y teórico de la Medicina, crítico y autor teatral, educador de vocación hasta el punto de que sigue dando clases después de jubilado y, sobre todo, como dijo en cierta ocasión, .amante de la palabra", Pedro Laín es, personalmente, un difícil equilibrio entre ciencia y filosofía. Por eso es quizá una de las personas más autorizadas en España para hablar de antropología médica.

Pregunta. En su libro usted propone la humanización teórica y práctica de la medicina, a la altura intelectual y técnica: de nuestro tiempo...

Respuesta. La medicina es un saber y una técnica relativas al hombre. Siendo humana, en ocasiones ha dejado de ser humanitaria. Pero no sería enteramente científica si no supiese dar razón de por qué es humana, cómo lo es y cómo tiene que ser humanitaria. Y esto lo puede y lo debe hacer la antropología médica: Ocurren en el organismo procesos que empiezan a ser conocidos por la neurofisiología, la psicología profunda, la endocrinología actuales, y todo eso es preciso incorporarlo en una visión unitaria.

Defimir la muerte plantea problemas inéditos

P. ¿Es una laguna en la medicina actual?

R. Desde la década de los veinte ha empezado a cobrar vigor, sobre todo en Estados Unidos, la incorporación en las facultades de medicina de las llamadas Humanidades médicas. Es decir, disciplinas como psicología médica, sociología médica, ética médica, historia de la medicina, que tienen como fundamento una visión del hombre enfermo, en tanto que enfermo y en tanto que hombre, que es la antropología médica.

El comienzo de este movimiento, iniciado en la Alemania de los años 20, fue poderosamente impulsado por la emigración de intelectuales alemanes y austríacos durante el nazismo. Entonces empezó la preocupación antropológica cultural. Ocurren en el organismo procesos que empiezan a ser conocidos por la neurofisiología, la psicología profunda, la endocrinología actuales, y todo eso es preciso incorporarlo en una visión unitaria. De las disciplinas relacionadas, la que tiene mayor eficacia publicística es lo que llaman allí Bioética. El progreso de la técnica ha puesto ante el hombre la necesidad de plantear el problema de su saber y de su quehacer en términos éticos y humanos.

P. ¿Podría citar ejemplos?

R. Todo lo tocante a la reanimación: ¿Cómo definir la muerte?, ¿cuándo intervenir frente a una muerte segura? Eso plantea problemas inéditos hasta ahora. Los problemas tocantes a la reproducción: fecundación artificial. El problema todavía teórico pero ya resoluble técnicamente, de la clonación en la especie humana; es decir, la producción de un ser vivo sin la intervención de un material genético del otro sexo. Esto se consigue en animales. Incluso en la práctica médica más cotidiana el llamado "efecto placebo": Un medicamento tiene mayor eficacia terapéutica si el enfermo cree en su utilidad.

Como anécdota, le contaré que, desde los griegos, se pensaba que el hombre podía mejorar la naturaleza individual mediante la dieta. Un autor hipocrático decía que con ella se podía hacer a los hombres más inteligentes. Hasta ahí llegaba su ambición. En cambio decía que no se les podía hacer mejores... ¿Por qué sucede esto? Ese es uno de tantos problemas que aborda la concepción antropológica de la medicina.

çDistintas enfermedades en católios y protestantes

P.¿No hay un gran desfase entre el progreso tecnológico de la medicina y esa suerte de humanismo que se propone?

R. Desde finales del siglo XVIII la medicina se ha visto como ciencia natural, aplicada, utilizando los métodos de la física y la química. Lo que se ha conseguido con eso es fabuloso. Pero los modos de enfermar no son explicables sin tener en cuenta la integridad psicoorgánica del hombre, cualquiera que sea la idea filosófica que se tenga de él. Todo ello influye en la génesis y configuración de la enfermedad. Esto empezó a verse -fue una de sus genialidades- con el psicoanálisis de Freud.

Después se ha pensado que, por analogía, esto podría aplicarse a todas las enfermedades. En el último medio siglo ha surgido la aplicación del psicoanálisis a la medicina interna, y la constitución de movimientos como la medicina antropológica y la medicina psicosomática americana. El problema es integrar la medicina tradicional con lo que nos dice esta manera de abordar la enfermedad. En un análisis estadístico riguroso realizado en Nueva York, se encontró que las afecciones cardiocirculatorías, tipo hipertensión, infarto de miocardio, etcétera, son más frecuentes en la comunidad protestante que en la católica, a la vez que las fracturas son más frecuentes entre los católicos... Algo hay que lleva el sujeto por el modo de vivir, con independencia de que sea o no sea creyente. De ello hay que dar explicación científica, y no conformase con especulaciones más o menos ingeniosas. Esta es una faena de nuestro tiempo, máximo cuando la medicina, en virtud de transformaciones sociales, se ha convertido en un problema fabuloso, hasta económico. Hoy, planificar la sanidad, requiere poner en juego a toda la sociedad.

P. No sólo eso, sino que requiere remitir el problema a un referente filosófico. ¿Cuál sería éste?

R. A ello debe responderse distinguiendo dos planos: debe darse una respuesta filosófica, en la cual lo que se diga convenga a cualquier concepción de la realidad humana. En mi libro, lo que digo creo que puede ser admitido, con matices, por un musulmán, un materialista o un agnóstico. Ello comporta evidentemente un planteamiento de qué es el hombre. Como esto deja interrogantes, cada cual tomará el camino que quiera. Los interrogantes, al final, sólo pueden llenarse de una manera creencial.

¿Por que las mutaciones no hand de ser favorables?

P. ¿Cuál sería hoy el centro del debate de la Bioética?

R. A comienzos de nuestro siglo aparecen dos grandes novedades: una, la eugenesia: el hombre debe aprender a reproducirse de tal modo que el producto de la concepción sea el mejor posible. Esto ya es factible hoy técnicamente. Segundo, la intervención artíficial en el proceso cigenético. Desde que se descubre que determinadas acciones sobre las células sexuales pueden producir mutaciones, en la especie humana surge la idea: j por qué estas mutaciones no han de ser favorables? En el mundo animal esta experimentación tiene decenios. En el mundo humano, he ahí un problema bioético enorme.

P. ¿Cómo va a reaccionar la sociedad?

R. Inmediatamente reccionará de una manera conservadora, eso es evidente, pero a la postre las cosas se impondrán. Evidentemente cada cual lo aceptará con acuerdo a sus creencias, a su código ético.

P. La idea tiene enormes consecuencias políticas y es un arma...

R. Puede llegar a ser un arma, desde luego. No se puede concebir como una consecuencia de una visión optimista del progreso. Esto es un reto para la humanidad, que puede tener consecuencias graves, evidentemente: el control de la conducta, de la procreación humana...

P. ¿No es Un mundó feliz, de Aldous Huxley?

R. Ésta es una visión irónica de las posibles consecuencias. Pero es una ironía pesimista. Creo que la incorporación de las posibilidades de modificación de la naturaleza humana que la técnica actual ofrece no tiene por qué conducir al Mundo feliz, de Huxley ni tiene porqué ser el 1984, de Orwell, como hemos visto que no es, ni el libro de Ira Lewin que habla de un mundo programado para la felicidad, que la realiza: Pero los hombres se dan cuenta de que necesitan odiar, y los rebeldes se reúnen durante un rato al día para odiar, porque lo necesitan para ser hombres. Pero la idea está ya tomando cuerpo. El médico, el biólogo, el sociólogo, el historiador de hoy viven en la perspectiva de una posibilidad de mejorar la naturaleza humana. Creo sin embargo que la incorporación de las posibilidades de modificación de la naturaleza humana que la técnica actual ofrece no tiene por que coducir al Mundo feliz, de Huxley.

P. Alvin Toffler señala que la enfermedad más común de nuestra época es la inadaptación de los hombres a la velocidad del cambio, que se ha vuelto vertiginoso...

R. Esa es una de las causas de la condición neurotizante de nuestra época. Evidentemente, esto es un reto, pero la capacidad de adaptación del ser humano a las exigencias de la historia es enorme. ¡Es enorme!.

Frente a la muerte

La actitud del hombre ha evolucionado frente al dolor y a la muerte.P.¿Cuál es la actitud del hombre contemporáneo frente al dolor?

R. A medida que la modernidad avanza el hombre rechaza el dolor. El hombre tradicional tiene una actitud de aceptación del dolor que poco a poco se ha hecho incompartible. El sentido del dolor puede tener una vía trascendente, común a distintas creencias religiosas. Otra es la visión dandista del dolor: El dolor me da la posibilidad de demostrar que yo estoy por encima. LLega un momento en que el paciente dice: "Es insoportable, quíteme usted de en medio". Ahí tiene otro problema de la bioética: la eutanasia.

P. Aunque éste no sea provocado por el desarrollo de la medicina...

R. El hombre moderno tiene la conciencia de ser dueño de su vida y su destino, sin dar cuenta a nadie.

P. Y frente a la muerte, ¿cuál es la actitud?

R. Una psiquiatra americana, Elizabeth Kübler-Ross, ha descrito diferentes etapas en la actitud frente a la muerte por parte de personas desahuciadas. La primera etapa es de rechazo; la segunda, de pacto con lo que se considera que rige la vida, y la tercera, de entrega más o menos plácida. Creo que esta actitud de entrega a la muerte se está haciendo más frecuente.

P. ¿La muerte es un fracaso de la medicina?

R. Si se considera que no hay vida sin muerte, el fracaso de la medicina no es que haya muerte, sino que llegue demasiado pronto. La especulación ha llegado al extremo de pensar que el hombre es capaz de dominar su propia mortalidad. El hombre actual se siente, no en condiciones, pero sí en la posibilidad de plantearse científicamente una prolongación de la vida más o menos indefinida.

P. ¿No estamos ya en ello?

R. Claro. Ahora vivimos cuatro veces más que en el medioevo. El soviético Kedrov ha dicho que el término de las enfermedades está a la vista, y el conseguir una humanidad que llegue a los 200 años, en pleno goce de su salud y de su belleza, es un proyecto perfectamente razonable. Lo de la belleza, hay que decir que el que la tenga.

P. ¿Y el médico tiene la capacidad de adaptación requerida?

R. Es uno de los problemas de la medicina actual. Hay una especialización grande y eso sólo se puede resolver con centros de asistencia integrados. Se ha perdido la humanidad del antiguo médico de cabecera, y el enfermo lo reclama. Esa es una de las causas del auge de las neurosis.

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