Lorca y Dalí, una adoración mutua... y contradictoria
Una exposición evoca los altibajos de la amistad entre el poeta y el pintor
El big bang de la amistad de los dos genios habría que situarlo en el otoño de 1922. Federico García Lorca y Salvador Dalí vivían en la Residencia de Estudiantes y durante ocho años mantuvieron una amistad llena de experiencias artísticas que les llevó a lo más alto de la vanguardia europea. Con una adoración mutua salpicada de altibajos, se entregaron a su respectiva obra con la vista puesta en el otro. En torno a ellos, todo un mundo de modernidad en el que ellos marcaban las pautas.
CaixaForum Madrid reconstruye los vericuetos de esta relación en una exposición conformada por un centenar de cuadros y numerosos documentos escritos. Una película inédita de 35 minutos, filmada por Manuel Gutiérrez Aragón, recrea la peculiar historia de esta amistad a través de las cartas que se intercambiaron los dos personajes.
El acercamiento de Dalí a Breton marca el inicio del final de la relación
Comisariada por Juan José Lahuerta, la exposición, patrocinada por la Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior (SEACEX), intenta contar cómo esa relación repercutió en la obra del pintor y en la del poeta. Durante aquellos ocho años, su afán de modernidad y de trascendencia les lleva a viajar por todos los ismos de la época: cubismo, futurismo, surrealismo... el ambiente intelectual y experimental de la Residencia adquiere un protagonismo fundamental en la exposición.
El impacto de uno en el otro queda fuera de toda duda: también sus consecuencias creativas, ya que Lorca dedicó a su amigo su Oda a Salvador Dalí y este se inspiró en el poeta para su San Sebastián. La exposición recoge también proyectos que finalmente resultaron fallidos, como El cuaderno de los putrefactos (así llamaban a los artistas tradicionales) o el Manifest groc (en el que García Lorca renunció a participar).
La inmersión en la relación artística de estas dos fuerzas creadoras arranca con una galería de retratos y autorretratos de los miembros de la Residencia más vinculados a Lorca y Dalí, como por ejemplo los dibujos que se dedicaron mutuamente. Se cuenta también lo que cada uno de ellos había realizado antes de entrar en la órbita de la Residencia: Lorca se relacionaba ya con las artes plásticas a través del teatro y de la música y había estrenado ya su primera obra teatral, El maleficio de la mariposa, con figurines del pintor Rafael Barradas, uno de los grandes artistas del momento. Dalí había llegado a Madrid para estudiar en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, pero poseía ya un profundo conocimiento de la pintura y tenía en su punto de mira convertirse en el centro de la modernidad.
La aproximación al mundo canalla y de la noche une a Lorca y a Dalí en cuadros poblados por personajes marineros o mujeres solas. Pero la unión es solo aparente porque cada uno tiene formas de aproximación radicalmente diferentes. Mientras que Lorca lo hace con ternura cargada de lirismo, Dalí plasma su cruda visión en piezas como El marinero (1926).
Lo que hay que respetar del mundo clásico y lo esencialmente moderno es el tema de las cartas que ambos se intercambian durante los primeros años de su amistad. Cadaqués, primero, y París, después, son el centro geográfico de ese paraíso de todo lo nuevo. Picasso o Dérain son algunos de sus creadores clave.
Pero el acercamiento de Salvador Dalí al surrealismo de André Breton marca el comienzo del distanciamiento entre ambos artistas. Es el final de los años veinte y la objetividad que habían compartido se transforma en lo que ellos mismos llaman "subjetividad radical". Coinciden en su acercamiento a Miró, pero solo Dalí ensalza las obras de Jan Arp o Marx Ernst. Es el principio del final.


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