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Las ayudas a la creación literaria del Ministerio de Cultura, un incentivo criticado por sus beneficiarios

Una treintena de autores fueron seleccionados el jueves pasado entre más de 500 solicitudes que se presentaron a las becas de ayuda a la creación literaria del Ministerio de Cultura. Hay quien ha conseguido hacer doblete, como Julio Llamazares, Amparo Amorós y Ramón Irigoyen (este último a pesar de que el jurado consideró su primer trabajo como de insuficiente calidad literaria); hay quien ha obtenido la beca a la cuarta, como Blanca Andreu, y hay quien está dispuesto a dedicar su libro al ministerio, "a pesar del cual terminé la obra", como Alfonso Silván. Los beneficiados de las ayudas critican o corrigen el sistema de las becas.

Pero lo habitual es que nada ocurra. "El jurado se reúne, cobra sus dietas y desaparece, y después entiéndete con el ministerio", dice uno de los becados. Las ayudas, que se conceden anualmente, están dotadas con 750.000 pesetas, y se otorgan en los apartados de poesía, narrativa, ensayo y traducción. El criterio seguido en las últimas convocatorias es entregar las becas a gente joven, pero que tiene ya alguna obra publicada. "De esta manera", dice Luis Suñén, secretario del jurado, "se evita dar la ayuda a gente de la que no se tienen excesivos elementos de juicio o a gente ya consagrada". Suele incluirse también a algún peso pesado de las letras, que este año puede ser el profesor universitario y crítico Andrés Amorós.La fórmula para optar a las becas consiste en presentar, junto a un currículo, un guión del trabajo que se pretende desarrollar, y en el caso de las becas de narrativa y poesía, una veintena de folios de la obra. El ministerio entrega, una vez concedida la beca y resueltos los trámites pertinentes, la mitad del dinero. El resto se hace efectivo cuando se presenta la obra -al cabo del año exacto- y se considera satisfactoria. Cultura se compromete además a adquirir 500 ejemplares de la primera edición o 200.000 pesetas en libros de la editorial que quiera publicarlo.

"En realidad", dice Antonio Martínez Sarrión, uno de los becados este año en el apartado de poesía, "es una especie de premio por adelantado y en dos plazos más que una ayuda a la creación". Su proyecto, De acedía, era una libro "ya en proceso". A Lourdes Ortiz, profesora universitaria, la ayuda que le concedieron en 1981 le sirvió para acelerar el primer boceto de una novela aún inédita. "Tuve que presentar el trabajo terminado, pero decidí no publicarlo entonces, y seguramente lo haré ahora".

El único texto rechazado ha sido Los abanicos del caudillo, de Ramón Irigoyen, presentado en 1981 y rechazado por su insuficiente calidad literaria. Aquello desató apasionadas defensas, y se escribieron cosas como: "Un poeta no es definitivamente maldito hasta que el poder no le maldice", o "El jurado en este caso no ha ejercido su oficio, sino el santo oficio". Pero lo cierto es que, repasando la lista de becados desde entonces, puede encontrarse a lo más granado de las letras españolas, y el propio Irigoyen, con quien no ha podido ponerse en contacto este periódico, ha obtenido este año otra ayuda para traducir una antología de poesía griega del siglo XX.

Certificado de insolvencia

Blanca Andreu, autora de dos libros de poesía, accedió a la ayuda a la cuarta: "Todos los años me llevaba un cabreo". Ha obtenido la beca para escribir un libro de poemas que llevará por título De la noche. Blanca Andreu considera que se debería pedir una especie de certificado de insolvencia para que se lo den a gente que verdaderamente le hace falta; yo cuando lo pedí tenía doscientas y pico pelas en el bolsillo". En narrativa, Ignacio Fontes, obtuvo la beca a la segunda, y no se muestra excesivamente preocupado ante el hecho de obligarse a presentar una novela dentro de un año: "Espero que sean flexibles".Alberto Porlan obtuvo una ayuda en 1981. "Necesitaba el dinero para escribir una novela que requería una investigación histórica, lo que me llevó a Inglaterra durante cinco meses. Esa investigación sólo pudo tener lugar desde que me pagaron la primera parte, pero me exigieron el trabajo terminado nueve meses después, y no 12, y aún no lo tenía. Me parece muy cínico que confundan la notificación de que ha sido concedida la beca con la entrega del dinero, puesto que, en definitiva, la tal ayuda no es otra cosa que el dinero. Me escribieron diciendo que, al no haber terminado la novela, no sólo no me daban la segunda parte del dinero, sino que tenía que devolver la primera". Una reforma posterior de las becas no ha variado, según varios autores, el sistema de plazos y exigencias en que se basan las ayudas.

Alfonso Silván pecó de "falta de picardía". "Obtuve la beca para hacer una traducción de Kavafis. Presenté doscientos y pico versos y pedí que me dieran un plazo de dos meses más para terminar la traducción completa, en la que quería incluir algunos textos en prosa, pero me denegaron el segundo plazo. Si hubiera presentado cualquier cosa habría cobrado, pero pensé que buscaban calidad y no cumplir un plazo administrativo al que, efectivamente, yo me había obligado. Aquello me sentó tan mal que no he vuelto a traducir una línea. El día que termine el trabajo pondré en la dedicatoria que la obra ha sido hecha a pesar del Ministerio de Cultura".

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