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CINE

La importancia del envoltorio

Según palabras del propio Bigas Luna, Lola es su película menos cerebral y la que más directamente surge y se dirige al estómago. Se trata de contar una historia de pasión destructora, de mostrar unos personajes que se dejan llevar por el deseo, que se entregan a la sinrazón del amor. Dos hombres persiguiendo a la misma mujer, una Lola que, sin ella quererlo o buscarlo, se transforma en un imán peligroso, que rompe familias, estabilidades laborales y de todo tipo. Y ella sabe lo que quiere, pero desgraciadamente es incompatible o aparece escindido entre dos opciones. El placer sexual o erótico que la proporciona el inquietante Fedor Atkine no conlleva la seguridad económica y afectiva que aporta Patrick Bauchau.No es ésta la primera película que Bigas Luna rueda sobre una obsesión. Bilbao, el que sigue siendo su mejor trabajo, giraba precisamente sobre una obsesión erótica, en aquel caso multiplicada por connotaciones fetichistas que se expresaban a partir de un particular tratamiento de la mirada. En Lola hay una menor intensidad obsesiva porque hay más historia que contar -la película incluye unas secuencias finales a caballo entre la pirueta irónica y la intriga jurídico-policial - y una menor profundización en el mundo de cada uno de los personajes. Por ejemplo, todas las secuencias eróticas tienen una duración que superaampliamente las necesidades de transmitir unas ideas o sentimientos, alargamiento que se hace extensivo a toda la película, probablemente porque el guión es más un esquema que una profundización de la sinopsis. Eso se nota tanto en la ya citada tendencia a estirar las secuencias como en la futilidad de ciertos personajes secundarios, de los que sólo se pretende utilizar su capacidad de replicantes; es decir, de individuos que permiten obviar el mostrar a los personajes hablando en voz en off.

Lola

Director: Bigas Luna. Intérpretes:Ángela Molina, Patrick Bauchau, Fedor Atkine, Assumpta Sema, Carme Sansa, Constantino Romero, Rosa Novell. Guión: Luis Herce, Bigas Luna y Enrique Viciano. Fotografia: Josep Maria Civit. Música: José Manuel Pagán. Española, 1986. Estreno en Madrid: cines Azul, La Vaguada y Proyecciones.

Ni Assumpta Serna, ni Constantino Romero, ni Carme Sansa -aunque esta última sí juega un papel a través de un epílogo un tanto forzado- son criaturas de ficción, celuloide de carne y hueso. Si no salieran en Lola, no pasaría nada, lo que equivale a decir que cuando aparecen tampoco sucede nada.

Pero todos estos defectos de guión Bigas Luna procura enmascararlos hábilmente cuidando mucho el envoltorio. La fotografia es espléndida -otra cosa es que realmente se corresponda siempre su look con la exigencia de verosimilitud-, la música tiene esa presencia obsesiva que sí reclama Lola, y el trabajo estricto del director continúa estando muy por encima de lo que habitualmente surge de las películas españolas.

Bigas Luna fabrica espacios con unos pocos planos cortos, muy a menudo montados sin exigencia de continuidad, mezclando el punto de vista del cineasta con el de los actores o el del espectador, implicándolos en la aventura de construir la película.Pero ésta es una técnica más cerebral que estomacal, que coexiste dificultosamente con las obviedades de los diálogos. Por eso en Lola lo mejor son unos cuantos momentos aislados: el sueño de la protagonista, la demanda de auxilio de Atkine derrumbándose junto a una puerta mientras el whisky se derrama y se filtra por las rendijas, la agitación matutina de la supuesta hija de Bauchau y Ángela Molina, etcétera. Son esos pocos instantes o secuencias en los que nos olvidamos de esa fragilidad guionística que parece consustancial al cine español, tanto cuando se ampara en adaptaciones literarias como cuando inventa de nueva planta, instantes en que la belleza del envoltorio o es protagonista o logra camuflar la inanidad del entramado ficcional.

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