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Crítica:CINE /'LA ARMADA BRANCALEONE'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Humor moderno

La armada Brancaleone es, probablemente, una de las mejores y más sorprendentes películas de entre todas las estrenadas este año. Es, además, una obra divertidísima, de un humor moderno, reflexivo, y farsesco a un tiempo, desmitificador, pero entroncado con la tradición de la picaresca, con una memoria poblada por personajes como Miles Gloriosus, El Quijote o Simplicissimus.Monicelli nos muestra una Edad Media dibujada con pocos trazos, pero muy exactos. Es una estilización que no camufla la barbarie, reinante, que nos presenta unos hombres patéticos y pintorescos que intentan sobrevivir en un mundo hostil. Brancaleone de Norcia -interpretado por un extraordinario Vittorio Gassman- es un caballero arruinado que se esfuerza en convencer y convencerse de que él es amo de su destino, de que el andar sin rumbo por toda Italia, cambiando de propósito y dirección cada vez que las circunstancias le derrotan, es algo que responde a su voluntad soberana y no a su miedo y miserias.

La armada Brancaleone

Director. Mario Monicelli. Intérpretes: Vittorio Gassman, Gian Maria Volonté, Catherine Spaak, Enrico María Salemo, Carlo Pisacane, Barbara Stelle. Guión: Age, Scarpelli, Monicelli. Fotografía: Carlo di Palma. Música: Carlo Rustichelli.Estreno en el cine Bellas Artes.

El amor cortés, las cruzadas, los torneos, la peste, el papel de la Iglesia, la decadencia de Bizancio, son temas o aspectos que se integran perfectamente en la laxa, pero envolvente, estructura narrativa de La armada Brancaleone. Los guionistas, Age y Scarpelli, y el director, Monicelli, han inventado un universo que escapa totalmente a la mitología romántica o a los verosímiles -de todo tipo- que ha fabricado el cine. Y esa inventiva es atractiva no sólo por su novedad, sino por su capacidad para hacerse creíble, para comunicar con el espectador la sensación de que lo que ve, además de aparecer en la pantalla por primera vez, es mucho más real, más próximo a la auténtica Edad Media que todo lo que antes le han ofrecido.

La armada Brancaleone es cine histórico incorporado al género de la comedia italiana, a esa vía que, en cine, pasa por Totó y Rufufu, por Sordi y Tutti a casa, por un cine italiano de extraordinaria vitalidad, que mantenía con la sociedad que lo generaba una sana relación de hostigamiento. El filme de Monicelli es un precedente de las aproximaciones passolinianas al medievo, pero tiene la ventaja sobre ellas de no poner en primer término su valor intelectual, de que su refinamiento no excluye una muy humana carga de vulgaridad y de que no desmitifica para crear otros mitos -como el de una supuesta libertad sexual y de costumbres- sino para acercarnos mejor a la historia.

Si Gassman, Bárbara Steele y el maravilloso Carlo Pisacane han tardado años -la película es de 1965- en llegar hasta nosotros, porque a los censores no les gustaba su comportamiento irreverente y desacralizador, sería una lástima que ahora el espectador se dejase perder las correrías de esta armada harapienta porque el título no le es lo bastante conocido ni se beneficia de las ventajas de una publicidad masiva.

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