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LOS JUEVES, INVITADO
Columna
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Manantial Updike

Decía que tenía cuatro estudios en su casa. Así que podemos imaginarlo escribir un poema en uno de ellos antes del desayuno; más tarde, en el siguiente estudio, un centenar de páginas de una novela; por la tarde, un ensayo largo y brillante para The New Yorker; y luego, ya en el cuarto estudio, terminar un par de poemas. John Updike debía de estar poseído por una energía mucho más pura que cualquier otro escritor desde D. H. Lawrence.

He oído insinuaciones de que tanta prodigiosa actividad se debe a una envidiable patología denominada "presión sobre el córtex". Se asemeja a tener en el interior un manantial subterráneo que no para de brotar. El conjunto de su obra es enorme. Y le convierte en uno de los grandes novelistas del siglo XX.

Llevó la novela a otra intimidad: nos guió más allá del dormitorio y nos llevó hasta el baño

Sólo él podía codearse con los grandes escritores judíos -Bellow, Roth, Mailer, Singer-, y también resultó muy propio de él convertirse,

además, a través de Henry Bech, protagonista de varios de sus libros, en un gran novelista judío. Considero que ése es uno de los rasgos esenciales de Updike, el no conformarse nunca con cualquier limitación, exigir siempre mucho más de lo que le correspondía.

Se supone que la originalidad no tiene extremos -o eres genial o no lo eres-, pero él era excepcionalmente sui generis. Estaba demasiado hechizado por Joyce, y en una novela como Parejas puede comprobarse que se impuso la tarea de llevar Joyce a América. No creo que fuera consciente de que uno no debería dejarse influir por los grandes creadores de estilo. Pero fue un noble intento y contando con un tesoro tan enorme como el suyo, Updike se pudo permitir el salvarse por los pelos unas cuantas veces.

El propio Joyce decía que algunas cosas eran demasiado embarazosas como para ser escritas. Updike era congénitamente incapaz de sentir vergüenza y nosotros somos los beneficiarios de esa circunstancia. Llevó la novela a otro plano de intimidad: nos guió más allá del dormitorio y nos llevó hasta el cuarto de baño. Es como si ninguna característica humana se resistiera a su ojo. Creo que posiblemente ése era el estilo de los miembros de su generación. Como dijo una vez: "Mi mujer y yo tuvimos niños cuando nosotros mismos éramos unos niños". Fue a la mediana edad cuando le llegó el momento de hacer locuras.

En mi opinión, sus mejores novelas fueron los dos últimos libros de Conejo: Conejo es rico y Conejo en paz. Con esta cuarta novela de la tetralogía, consiguió su grand slam. Su estilo era de una vitalidad y musicalidad compulsivas e imparables. Varias veces al día uno piensa en él, y a partir de ahora en su fantasma, y se pregunta: "¿Cómo lo habría hecho Updike?". Es un momento gélido para la literatura.

Traducción de News Clips.

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