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Manaos vuelve a mirar a París

La 13ª edición del Festival Amazonas está dedicada a la ópera francesa

Ha pasado más de un siglo desde que Manaos quiso convertirse, y se convirtió, en el París brasileño. El enriquecimiento debido a la explotación del caucho a finales del siglo XIX hizo posible que frente a la floresta amazónica se instalasen la electricidad o los tranvías antes que en Río de Janeiro o São Paulo, además de construirse uno de los teatros de ópera más bellos del planeta, con maderas de la vecina selva, pero también con lámparas de Sèvres o azulejos de Limoges, y, por supuesto, con mármoles de Carrara. París era entonces el faro del mundo, lo más grande. Había que imitar su estilo, llamar a sus artistas, convencer a sus arquitectos. Y hasta el mismísimo Eiffel diseñó un mercado al lado del Río Negro, que acoge hoy una variedad de peces, frutas y verduras realmente espectacular para un europeo.

La 13ª edición del Festival Amazonas, que se celebra hasta el 31 de mayo, está dedicada a la ópera francesa, en coincidencia con una operación económica y cultural de desembarco de Francia en Brasil. La crisis ha rebajado el alcance inicial de la programación, y se han caído algunos títulos inicialmente previstos como Diálogos de carmelitas, de Poulenc; Juana de Arco en la hoguera, de Honneger, o El Cid, de Massenet, pero se han mantenido contra viento y marea obras como Sansón y Dalila, de Saint- Saëns; Pelléas y Mélisande, de Debussy; Los troyanos, de Berlioz; La vida parisina, de Offenbach, o una versión de bolsillo, es decir, reducida, de Carmen, de Bizet. Todo ello complementado por recitales de melodía francesa ?Duparc, Hahn, Fauré, Ravel? a cargo de cantantes brasileños. Manaos, evidentemente, vuelve a hablar en francés.

Los dos primeros títulos de esta edición se han visto recompensados por incuestionables éxitos. En ambos la Amazonas Filarmónica ha brillado a las órdenes de Luiz Fernando Malhiero, el director que ha asumido la leyenda del lugar y hace posible lo aparentemente imposible. La ópera de Saint-Saëns ha contado con el tenor estadounidense Michael Hendrick y la mezzosoprano canaria Nancy Fabiola Herrera como pareja protagonista. Se han lucido, incluso teatralmente, a las órdenes del director de escena asturiano Emilio Sagi, debutante en esta plaza. En la ópera de Debussy el reparto parecía traído directamente de la Ópera Nacional de París, con Yann Beuron, Mireille Delunsch, Nadine Denize o Jean-Philippe Lafont. Era casi un milagro escuchar los ecos del impresionismo musical basados en un simbolismo literario a unos pasos de donde pernoctan los caimanes. E incluso se permitieron en la última función un reparto brasileño. No se andan con chiquitas, en cualquier caso, en Manaos, y a partir del 24 de mayo comienzan las representaciones de Los troyanos, la gran ópera francesa del XIX, con cuatro horas netas de música. También en la recta final del festival el cancán contagioso de Offenbach y sus aires de opereta acercarán el Amazonas al Sena.

Obras de compositores brasileños

El Festival Amazonas ha recuperado en la última década obras de los compositores brasileños Antonio Carlos Gomes, el Verdi de aquí, admirado en Alemania ahora, y que llegó a estrenar sus obras en La Scala de Milán, y Heitor Villalobos; se ha arriesgado a presentar óperas de Rogers Waters e incluso ha acometido en la edición de hace cuatro años el ciclo completo de El anillo del Nibelungo, de Wagner.

Tienen los organizadores un coraje ejemplar. Y se merecen uno de los públicos de ópera más jóvenes, más respetuosos y más entusiastas del mundo. En las localidades se incluyen unas líneas en las que se prohíbe asistir a las representaciones en camiseta, bermudas o chanclas. Es una recomendación innecesaria. El aire acondicionado en el teatro es tan fuerte que casi hace aconsejable llevarse una manta. Para defenderse de los abusos económicos de los divos el teatro Amazonas fomenta la cantera y además de la orquesta titular, coro (estupendo) y grupo de danza locales, existe una orquesta joven experimental ?este año es la que tocará Offenbach? con una dimensión social más que evidente.

El teatro Amazonas es pequeño, escasamente 700 localidades, y los precios jamás sobrepasan en la localidad más cara del día más caro los 80 reales (unos 40 dólares), habiendo entradas de hasta 5 reales en todas las funciones. La mayoría de los asistentes al festival son brasileños, aunque cada vez es mayor el número de extranjeros que acuden, combinando la ópera con recorridos turísticos por el Amazonas y la cercana selva.

Para ediciones inmediatas el Festival Amazonas está pensando en representar Lo schiavo, de Gomes; La floresta amazónica, de Villalobos; Don Carlos, de Verdi, en francés, y Parsifal, de Wagner. La verdad es que le echan valor a la vida estos entusiastas organizadores operísticos en el corazón de la selva amazónica. Con ellos la leyenda continúa y se conquistan a toda velocidad los "pasos perdidos", que diría Alejo Carpentier. ¿O tal vez es más oportuno aludir a "el tiempo recuperado", al estilo de un Marcel Proust?

Fachada de la Ópera de Manaos (Brasil) con un cartel anunciador una edición anterior del festival.
Fachada de la Ópera de Manaos (Brasil) con un cartel anunciador una edición anterior del festival.
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