Miedo a 'Mein kampf'
El 30 de abril de 2015, 70 años después del suicidio del autor al que hizo millonario, Mein Kampf pasará a dominio público y cualquiera podrá publicarlo libremente. No es que se haya editado poco: según algunos cálculos, de la más importante obra "teórica" y autobiográfica de Adolfo Hitler se habrían vendido más de 50 millones de copias, 10 de ellos en Alemania. Incluso en algunos países se ha convertido recientemente en best seller: ahí tienen, por ejemplo, la edición publicada en Turquía en 2005, que logró vender en solo dos meses más de 100.000 ejemplares.
La historia editorial de Mi lucha es compleja. Desde 1945, el land de Baviera es el propietario legal del copyright para todo el mundo. Con alguna notable excepción: Hitler vendió los derechos de traducción en lengua inglesa e, incluso, en 1939, litigó (y ganó el juicio) contra un editor norteamericano que había infringido el copyright. Pero Mein Kampf sigue prohibida en Alemania, donde solo se autoriza la reventa de ejemplares anteriores a 1945. La tarea de los actuales derechohabientes consiste principalmente en impedir la difusión de la obra y poner trabas a las traducciones, controlando férreamente su difusión en el extranjero.
'Mi lucha' sigue prohibida en Alemania, donde solo se autoriza la reventa de ejemplares anteriores a 1945
Redactado parcialmente durante la estancia de Hitler en la prisión de Landberg, donde cumplía una cómoda condena tras el Putsch de la cervecería (1923), Mein Kampf fue publicado entre 1925 y 1926. El éxito de masas le llegó en 1933, cuando la popularidad de Hitler disparó las ventas hasta 1,5 millones de ejemplares, convirtiendo a su autor en un hombre rico, lo que aprovechó para renunciar (con publicidad) a su sueldo de canciller. A partir de ese momento, el libro fue tratado como una especie de biblia y fetiche del nacionalsocialismo: se regalaba a las parejas que contraían matrimonio y en otras ceremonias familiares y sociales, llegando a ser rápidamente un objeto habitual en la mayoría de hogares alemanes.
Durante mucho tiempo, este libro repugnante y de lectura tediosa, que incita al odio racial y a la agresión expansionista, y cuyo único interés reside en permitir cierta aproximación a la idea que tenía de sí mismo y al ideario político del mayor genocida de la historia, se ha beneficiado del morbo suscitado por prohibiciones y censuras. Situado en medio del debate entre intencionalistas y funcionalistas, en los últimos años se han multiplicado los llamamientos a derogar, en nombre de la libertad de expresión, una prohibición basada en el temor de que sus contenidos pudieran subvertir el orden democrático, reavivando los virus de la intolerancia, la exclusión y el fanatismo. Para algunos críticos, el tabú sobre la publicación del libro tendría que ver con que los prohibicionistas le atribuyen inconscientemente poderes taumatúrgicos. Como si Hitler estuviera todavía de algún modo en Mein Kampf y pudiera ser conjurado.
El debate se agudiza ante la próxima caducidad del copyright. La comunidad judía de Alemania también se encuentra dividida respecto a si es conveniente o no levantar la prohibición, aunque en Israel pueda adquirirse la traducción hebrea del libro. El Instituto de Historia Contemporánea de Múnich anuncia una "edición crítica" y, en cierto modo, canónica, para contrarrestar -dicen- los efectos de las ediciones populares que se publicarán en todo el mundo. Pero aún no está claro que vaya a levantarse el veto en Alemania, lo que resulta contradictorio. Especialmente porque se sigue rodeando a Mein Kampf, que en condiciones normales interesaría a muy pocos, del aura magnética de lo prohibido. En el fondo, la censura de este libro insostenible y tedioso se basa en la desconfianza hacia la gente y, lo que es más grave, en la creencia supersticiosa en sus poderes suasorios para las actuales generaciones de alemanes. La libertad de expresión, una conquista de la democracia, no se lleva bien con el miedo a la ciudadanía.
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