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Reportaje:

El Molino centrifuga plumas

El legendario 'music hall' reabre con una mezcla de tradición y modernidad

El Molino barcelonés vuelve a centrifugar plumas. No solo las de las vedettes, imprescindibles, sino las que le han añadido el grupo The Chanclettes, conocidos por su más o menos logrado flirteo con el travestismo. Merche Mar, la vedette-puente entre el Molino de antaño y el de ahora, se encargó de dar la bienvenida al público, no sin provocar un cierto desajuste entre el "Hola guapo, ¿cómo estás?, ¿has venido solo?" a lo largo del pasillo y los leds que decoran los nuevos anfiteatros de la sala, magnífica, por cierto. "Es el local tecnológicamente más avanzado de Barcelona, pero al mismo tiempo hemos conservado la proximidad con el público", dijo. Es cierto. Y la que más jugo le sacó a esa proximidad fue La Terremoto de Alcorcón, la más graciosa de todos y todas, la que salvó tan ambiciosa reapertura con su desparpajo y su melena leonina embutida en un vestido palabra de honor; un espectáculo inaugural que despertó gran expectativa por mantenerse en secreto (sólo sabíamos que el guión y la dirección eran de Josep Maria Portavella de The Chanclettes; que Xavier Torras era el director musical y que María Araujo se encargaba del vestuario) y que al final tampoco fue para tanto. Al cuerpo de baile femenino, las Molino Girls, le faltan unos ensayos. Eso sí, clavan los playback.

La Terremoto de Alcorcón, lo mejor de un espectáculo demasiado dilatado

El primero que interpretan tiene la gracia de contar con las voces de Concha Velasco, Lloll Beltran, Mont Planas e incluso la de la Duquesa de Alba (!). Los Boys parecen sacados del videojuego Sim City, pues responden a todos los perfiles posibles: el pijo, el rastas, el mariquita... y no pasan de pasearse por entre el público. Y en cuanto a los números, hay un poco de todo, y sobre todo, demasiada pluma. La historia del Paralelo vinculada a la del país como hilo conductor del espectáculo, en boca de Victor Massan, que hace de maestro de ceremonias, se pierde entre los torsos desnudos de los chicos y las lentejuelas de los corsés de las chicas, que a su vez pierden brillo en favor del escay con el que unos y otras interpretan los ritmos discotequeros. A una maga que hace striptease o una streaper que hace magia con un pañuelito rojo, pero que en cualquier caso acaba en pelotas, le sigue un tipo también en bolas que canta agazapado en el suelo; y a éste dos haciendo kickboxing con sendos calzones rojos y azules en un número que aspira a ser simbólico, ya saben, el azul de Falange, y el rojo de los rojos, vamos. Hay más números de estos pero, ya digo, quieren significar tanto que acaban por no decir nada, porque ya se sabe que quien mucho abarca... Demasiado largo, demasiados géneros (¿he hablado ya del "último mohicano" que baila flamenco bajo un abriguito que parece que se lo haya robado al Principito?), y lo dicho, demasiadas plumas, que acaban cayendo literalmente del techo al finalizar la función, un espectáculo inaugural que se vio afectado por problemas técnicos relacionados con unas imágenes en vídeo que no se rescataron hasta la segunda parte.

Suerte pues de La Terremoto, y suerte también de Amparo Moreno, que estuvo muy graciosa cuando aquella le preguntó por las nuevas medidas del escenario y contestó: "A mí siempre me ha venido pequeño".

La fachada de El Molino de Barcelona, anoche durante el espectáculo inaugural.
La fachada de El Molino de Barcelona, anoche durante el espectáculo inaugural.JOAN SÁNCHEZ
Trece años después, ha reabierto sus puertas uno de los templos del cabaret en España: 'El Molino' de Barcelona. Cientos de personas acudieron anoche al Paralelo para ver el espectáculo con que se reabría este mítico teatro que cerró a finales de los 90.Vídeo: AGENCIA ATLAS
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