Narraciones gráficas para adultos
Durante más de ochenta años, la presión social en nuestro país ha relegado al dominio infantil a todas las formas de narración en imágenes, sin molestarse en discrimínar entre los productos ofrecidos por el mercado. En la base de estas actividades, que no son exclusivas de España, por supuesto, se encuentra una concepción trasnochada de la cultura, y un entendimiento ridículo de las necesidades comunicativas del hombre contemporáneo. Es más fácil proscribir determinadas realidades que molestarse en analizarlas, sobre todo, cuando casi todo era prohibible en aras de nuestra salud moral y pública. El innegable renacimiento de las formas de comunicación social a partir de los años sesenta no deja de influirnos como ocurre en el resto del mundo, y esto se traduce en una tímida aceptación de los fenómenos, expresión gráfica, pese a la obstinación oficial para seguir conservando el monopolio de censura y vigilancia de todo lo que incluya dibujos y textos, presuntamente destinado al público infantil y juvenil.Comics eróticos
Cualquier medida que suponga abrir los cauces expresivos y ampliar la libertad de opinión y elección de los ciudadanos tiene una contrapartida que pocas veces se quiere resaltar por conveniencia política, pero que debe ser estudiada en todas sus dimensiones. Insistir en el carácter adulto de una amplia serie de publicaciones nos lleva al hecho inevitable de la admisión en nuestro país de los llama dos comics eróticos o pornográficos, según las preferencias terminológícas de cada cual (existentes de forma pública en Europa desde hace unos diez años, aunque la producción clandestina y restringida se extendiía mucho más en el tiempo).
Desde un punto de vista serio y responsable de los fenómenos comunicativos, el juicio ante estos productos no puede ser más que negativo, pero no desde el punto de vista moral -que compete, evidentemente, a los moralistas y a los expertos en ética- sino en una perspectiva interna que tiene en cuenta, sobre todo, la calidad de la narración en sus dos dimensiones, gráfica y literaria.
En los quioscos españoles hay ya una amplia muestra donde elegir -si se tiene, el. aguante suficiente desde la barbarie nazi de «Hessa» hasta «Zara, la vampíra», pasando por «Lucifera», series editadas por Elviberia, en Madrid, «en ediciones cerradas y precintadas, prohibidas a menores de dieciocho años», según reza la portada. Como características comunes se pueden citar la tosquedad del dibujo -de autor anónimo, presumiblemente italiano-, las audacias de los textos, y la complacencia obsesiva por la descripción de la anatomía femenina, con una óptica burda y elemental. La libertad de expresión tiene sus riesgos y la inevitable permisividad de tales productos nace de una real insatisfacción sexual de los consumidores. Que debe haber comies para adultos está fuera de toda duda, y que deberían poseer una dignidad estética de la que carecen por com pleto los que ahora se venden en el mercado es tambaién un hecho irrebatible. Esperemos que el futuro amplíe el abanico de posibilidades en el mismo clima de libertad de opciones, pero con una respon sabilidad que ahora falta, lamentablemente.
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