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REVISTA DE TEBEOS
Columna
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Novela gráfica

En 1978, Will Eisner definía su obra Contrato con Dios como una "novela gráfica". No es que el término fuese nuevo (que nos lo digan por aquí, que más de uno recordará con nostalgia las "novelas gráficas" que editaba Dólar allá por los sesenta, con las aventuras del Príncipe Valiente o Flash Gordon), pero la indudable influencia del creador de Spirit consiguió que esa definición calase como una manera diferente de referirse al tebeo, con obras de naturaleza unitaria dedicadas a un público adulto, alejadas de la imagen infantil que siempre se asocia a la historieta. Hoy, treinta años después, parece que sigue existiendo reticencia a decir que leemos y disfrutamos con los tebeos, mientras que resulta mucho más políticamente correcto decir que somos apasionados de la novela gráfica. Es más, ¡hasta está de moda! Pues nada, bienvenido el eufemismo y aprovechemos los tiránicos dictados de la moda y hagamos lista de la obligada compra para poder estar al día.

- El fundador. Nos lo ponen fácil: Norma Editorial acaba de publicar Contrato con Dios, la obra que estableció el uso del término y que se presenta ahora en un cuidado volumen que incluye además Avenida Dropsie y Ansia de vivir, configurando una excepcional trilogía de obras maestras que hablan de la vida de cada día en los barrios periféricos de Nueva York. Si en la primera se retrata con dureza la cruda realidad de los inmigrantes que llegaban a EE UU, la segunda toma como protagonista a una calle para acercarnos a la vida diaria de sus vecinos. Sentimientos, alegrías, dramas, ilusiones y decepciones: la vida atrapada en viñetas por el maestro Eisner. Lectura obligatoria, la semana que viene preguntaré por ella.

- El renovador. A finales de los ochenta, el canadiense Chester Brown rompía moldes en la escena independiente con su fanzine Yummy Fur, donde publicaba la sorprendente Ed, el payaso feliz (editada en España por La Cúpula), una feroz sátira surrealista que era capaz de unir enanos caníbales, atractivas vampiras y un Ronald Reagan homosexual de una dimensión alternativa encarnado en el glande de un pobre payaso (se lo juro, oigan, no he tomado nada; el autor... no podría asegurarlo, eran los ochenta). Una obra rompedora y radical que derivó posteriormente en historias de corte más intimista, en las que Brown reflexionaba sobre su propia vida. Una nueva trayectoria que alcanzó su momento culminante con Nunca me has gustado, una saga en la que el autor se desnuda completamente ante el lector, plasmando las relaciones personales y familiares de su adolescencia a modo de desapasionado discurso en el diván de un psicoanalista. El distanciamiento de la narración, paradójicamente, amplifica la carga emocional del discurso de Brown, que consigue un retrato tanto íntimo como generacional. Casi tres lustros después de su concepción, la editorial vasca Astiberri edita por fin su versión en castellano.

- El continuador. Lucille es una joven anoréxica; Vladimir, un adolescente violento y desclasado. Dos marginados que vivirán una historia de amor diferente, en la que lo que entendemos por amor toma nuevos significados. Un duro argumento que Ludovic Debeurme despliega a lo largo de las más de 500 páginas de Lucille (Norma Editorial), en las que encontramos muchas coincidencias narrativas y estilísticas con los trabajos de Chester Brown, de los que el francés es claro deudor, que se enfocan hacia el relato de ficción en lugar de hacia la autobiografía. Reconocido como uno de los tebeos "esenciales" de 2006, en el último Festival de Angoulême recibió también el premio René Goscinny.

- Puños fuera. Vale, tiene poco que ver con la novela gráfica, pero este aviso es necesario: en breve se podrán observar legiones de cuarentones incipientes saliendo de los quioscos lanzando gritos de "¡Puños fuera!", "¡Fuego de pecho!" y "¡Planeador abajo!". El fenómeno no tiene nada que ver con las alteraciones hormonales propias de la primavera, sino con que esta semana llega a los quioscos -cortesía de RBA- un coleccionable de Mazinger Z, el inolvidable manga de Go Ngai. Hay mangas mejores, sin duda, pero con éste la regresión instantánea a la infancia está asegurada.

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