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Nueva York en el objetivo

La Casa Encendida expone 145 imágenes de la Gran Manzana realizadas por los grandes fotógrafos de la historia

Nueva York es bella y fea. Amable y hostil. Pulcra y sucia. Nueva York es todo porque todos los mundos están en ella. Una ciudad que muta constantemente y en la que nada suele durar demasiado. Más que ella misma. La propia ciudad. De su vitalidad y sus contradicciones surge la fascinación que ejerce y probablemente por eso sea -aunque podría disputarse ese título con París- la ciudad más fotografiada del mundo. Y eso ha sido así desde el comienzo de la fotografía. Retratos de Nueva York: Fotografías del MOMA es un recorrido por la biografía de la ciudad, desde 1888 hasta la actualidad, a través de 145 imágenes captadas por los mejores fotógrafos de la historia y que forman parte del archivo del museo neoyorquino. Alfred Stieglitz, Walter Evans, Henri Cartier-Bresson, Lee Friedlander, Diane Arbus, Weegee, Cindy Sherman o Irving Penn son algunos de los 93 nombres que firman las imágenes que se exhibirán hasta el 14 de junio en la Casa Encendida.

Según Sarah Hermanson Meister, conservadora del departamento de fotografía del MOMA, la modernización de Nueva York fue paralela al desarrollo de este medio. Por eso no es una casualidad que haya sido uno de sus objetos preferidos. "Las fotografías creadas a través del inquieto y constante compromiso de numerosos fotógrafos con la ciudad de Nueva York han constituido una parte fundamental de la percepción que los neoyorquinos tienen de la ciudad y de sí mismos", explica. "Además, estas fotografías también han marcado la imagen de la ciudad en la imaginación del mundo". La exposición se ha distribuido en tres galerías. Dos de ellas separan el periodo desde 1888 hasta 1960 y desde ese año hasta la actualidad. En una tercera se muestra una selección de imágenes nocturnas de una ciudad de la que no en vano se dice que "nunca duerme".

Las brumas del edificio Flatiron capturadas por Stieglitz en 1903, la familia italiana que busca su equipaje perdido en la isla de Ellis, retratada por Lewis W. Hine en 1905, o la inquietante imagen de un fotógrafo encaramado en un rascacielos en construcción en la Quinta Avenida, tomada por Underwood and Underwood en 1905, marcan los comienzos de una obsesiva pasión por atrapar la esencia de la ciudad. En las décadas de los veinte y los treinta, la arquitectura única de Nueva York proporcionó un tema de exploración. La gárgola del edificio Chrysler fotografiada en primer plano por Margaret Bourke-White en 1934 es la excusa para mostrar la abigarrada urbanización de Manhattan; Edward Steichen usó la exposición múltiple en el Empire State Building; Ralph Steiner utilizó un potente gran angular para forzar su imagen Cinco esquinas (1935); y Berenice Abbott captó en su imagen de la Exchange Place, junto a la Bolsa de Nueva York, el vértigo de los cañones de cemento.

Los cuarenta y los cincuenta fueron los años de ebullición de revistas ilustradas como Life o Look y la irrupción de la fotografía de moda, con Irving Penn y Richard Avedon como pioneros de un tipo de fotografía que ha expandido sus ambiciones desde lo puramente comercial hasta los límites del arte. Los sesenta llevan el signo de Arbus, Friedlander o Garry Winogrand. Y así hasta la actualidad, fotógrafos de todo el mundo siguen, en palabras de la conservadora del MOMA, "tratando de capturar no sólo ese sentimiento de orgullo cívico, sino también la verdad que se esconde detrás de la fealdad, la rareza, la aglomeración y las manías que forman parte de la ciudad tanto como su torre más alta o su avenida más imponente".

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