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Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

Orgullo africano bajo el diluvio

Los músicos Nneka y Seun Kuti y la banda Terakaft protagonizan un Womad de Cáceres pasado por agua

"¿Que si envidio algo del modo de vida occidental?". El guitarrista malí Liya Ag Ablil, un tuareg más conocido entre los suyos por el sobrenombre de Diara, esboza una media sonrisa que no difumina su expresión de melancolía inmensa. Suspira y responde: "La lluvia. Eso es lo único que envidio. Las demás de las comodidades por las que tanto aprecio sienten aquí no sirven de nada cuando vives en lo ancho del desierto".

Diara es el tío de Sanou y Abdallah, los otros integrantes (junto al percusionista Mathias) de la banda Terakaft, una de las sensaciones del sábado en la clausura del decimonoveno Womad de Cáceres, el gran festival de ritmos étnicos auspiciado por Peter Gabriel. La noche en la Plaza Mayor cacereña fue apoteósica en lo musical y disuasoria en el capítulo meteorológico, con una lluvia fina y pertinaz que no cesó ni un solo instante y retrajo la asistencia y entusiasmo de ese público curioso y variopinto que siempre se da cita en estos grandes saraos de acceso gratuito. Unas 7.000 personas conjugaron baile y paraguas en el centro de la ciudad, frente a las más de 10.000 que habían curioseado por la plaza en las veladas del jueves y viernes.

Tres expresiones complementarias pero muy dispares del continente negro centraron la atención a lo largo de la noche. Terakaft son una escisión de Tinariwen, los más ilustres representantes (junto a Etran Finatawa o Tamikrest) del llamado blues del desierto. Guitarras eléctricas dolientes y repetitivas, melodías de llamada y respuesta, búsqueda del trance sonoro: una experiencia difícil de interiorizar al principio e imposible de olvidar pasado un rato. Alguien lo resumió con gracia entre las primeras filas del público: "Tienen básicamente una sola canción, pero muy buena".

Vagabundos al poder

Antes de que los rockeros con turbante se adueñaran del escenario había sido el turno de Nneka, una hippy mulata nigeriana que lucía fular naranja, pantalones verde pistacho y una sudadera con la leyenda "África es el futuro". Su música, soul africano con pinceladas de reggae y hip hop, difunde, bajo el envoltorio de una vitalidad contagiosa, el mensaje del orgullo y la reivindicación. "Para mí, VIP no son las iniciales en inglés de 'Gente muy importante', sino de 'Vagabundos al poder'. Yo soy su transmisora", relata en su camerino, exhausta tras un concierto demoledor. Tiene ya tres discos muy apreciables en el mercado (en España los distribuye Galileo MC), pero ella admite sin ambages: "Soy mejor en directo. Aún no he conseguido trasladar toda mi energía al estudio de grabación".

El cierre del Womad correspondió a Seun Kuti, hijo menor del mítico Fela Kuti y la viva estampa de su padre; más aún que su hermano Femi, el otro gran heredero del afrobeat. Este ritmo frenético y también reiterativo puede gustar o no gustar, pero jamás escatima en carnalidad voluptuosa: la exultante banda de Seun, Egypt 80, aporta un total de 14 músicos, entre ellos una muy jazzística sección de metales, tres percusionistas y dos coristas y bailarinas de rostros tatuados que al segundo tema ya estaban luciendo cuerpazo con un bikini algo más que escueto. Y en el centro de todo aquel panorama, un hombre, Seun, que el sábado se embutió en un mono amarillo y negro ajustadísimo, como de leopardo indomable. Sólo alguien muy seguro de su potencial escénico (y de su fornida silueta) puede atreverse a tanto.

África reinó en el Womad, sin duda, pero haríamos mal en olvidar la figura de Charlie Winston, espléndido cantautor británico de nuevo cuño que lo tiene todo para hacerse adorable. Comenzó detrás de los teclados, muy modosito, pero al tercer tema ya se colgó una guitarra medio descascarillada en la que había fijado con cinta de embalar un cartón con la frase "No se vende".

A sus 32 años, Winston juega a encarnar el personaje del vagabundo garboso: chaleco, corbata, barba rala, sombrero borsalino medio raído y unos bailecitos estrambóticos, de cabaret descoyuntado. Sus canciones -Generation spent, por ejemplo- suenan tan vivificantes como si el primer Joe Jackson saliera de farra con Men At Work.

La cantante Nneka, durante su actuación en el festival Womad de Cáceres.
La cantante Nneka, durante su actuación en el festival Womad de Cáceres.ESTEBAN MARTINENA
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