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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Vietnam otra vez

Cuando se anuncia con clamores de premonición que Nacido el 4 dejulio, la última película de Oliver Stone, arrasará en la entrega de Oscars del próximo marzo, y mientras aquí esperan estreno títulos como Snake eater de George Ebschamer o In country de Norman Jew¡son, llega casi de tapadillo la última realización de Brian de Palma, Casualities of War -¿a qué viene el ridículo título hispano?-.Tres filmes con Vietnam como telón de fondo y uno, el que nos ocupa, en pleno infierno vietnamita son tal vez demasiados en un mismo año, sobre todo tras la avalancha de las últimas temporadas, desde Rambos hasta Saigón o Platoon, y de la Chaqueta metálica a Good morning, Vietnam.

Y sin embargo, si hacemos caso de las crónicas, la película causó una viva polémica en EE UU el pasado verano, sobre todo entre los ex combatientes; fue acusada de antiamericana -un apelativo cariñoso con el que la extrema derecha, y la derecha menos extrema, suele sacudir cualquier disidencia- y fue saludada por una parte de la crítica como el mejor filme jamás rodado por Brian de Palma.

Corazones de hierro

Director: Brian de Palma. Guión: David Rabe, basado en un artículo de Daniel Lang publicado por New Yorker Magazine. Fotografía: Stephen H. Burum. Música: Ennio Morricone. EE UU, 1989. Intérpretes: Michael J. Fox, Sean Penn, Thuy llu Le, Don Harvey, John C. Reilly, John Leguizamo. Estreno en Madrid: cines Coliseum, Vaguada y Velázquez.

¿Hay para tanto? Desde el punto de vista formal, Casualities of War no es mejor ni peor que la anterior producción de su realizador. Tiene, como siempre en De Palma, la marca de su peor gusto: un tratamiento a veces gratuito de la violencia, ni siquiera justificable por el escenario, una truculencia alimentada por una puesta en escena efectista -la secuencia interminable del apuñalamiento de la joven Dahn-; el empleo de Ennio Morricone y sus inefables flautas, que recuerdan penosamente otra masacre sonora, la perpetrada por el músico en La misión. Y también magníficos momentos de realización, sobre todo de algo tan olvidado en el cine comercial de hoy como es una elección justa del plano o la sabia distribución de los elementos dentro el encuadre: el rapto de Oahn, en el que la rápida alternancia del punto de vista provoca el agobio y comunica perfectamente el estado de ánimo del personaje central. También, el lograr de algunos de sus actores -sobretodo de la debutante Thuy Thin Le y del sorprendentemente renovado Michael J. Fox, asiduo en las ficciones de Spielberg, que aquí logra una estatura ética acorde con las posibilidades que le brinda el guión-, un trabajo ya no sólo correcto, sino muy convincente.

En lo que se refiere al tema, De Palma profundiza en la dirección ya apuntada por Platoon: los problemas de la guerra no nacían sólo del enfrentamiento contra el enemigo, ni se fraguaban en los despachos de los timoratos políticos de Washington -la acusación preferida de la extrema derecha-, sino que eran intrínsecos a la propia psicopatía que generaba en soldados no profesionales una guerra que no entendían, como confiesa aquí el sargento negro: "Vietríam es un rollo. El primer mes no sabes nada, y el último nada te importa nada". Aunque tampoco cabe esperar una crítica dura de la institución militar, por mucho que algunos de sus miembros con mando salgan malparados: al final, se impone una justicia tan absolutamente omnipotente que ni siquiera tiene rostro. El guionista, David Rabe, el mismo de Streamers de Robert Altman, decide para la secuencia del juicio que los miembros del jurado estén siempre en off. No conocerlos, el que no tengan para nosotros más entidad fisica que una voz anónima, los hace a la vez más temibles y más justos.

Sólo el rótulo del final parece dejar las cosas en su lugar: Hatcher, el acusado a cadena perpetua, logró ver reducida su pena, tras varias alegaciones, y fue finalmente declarado inocente. Lo que cuentan las imágenes se contradice con la realidad histórica; eso, a fin de cuentas, es lo que siempre ha pasado con el tema de la guerra vietnamita en el cine americano. Casualidades de la paz.

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