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LAS VENTAS

El Avispa es la figura

Salieron toros de oreja y el ambiente no se caldeaba, porque nadie parecía tener interés en cortarlas. Hasta que apareció un manso cinqueño con cuajo y astas vueltas a juego, y de aúpa, para picarle, el señor Bejarano, que llaman El Avispa. Entonces sí. Entonces fue cuando el ambiente frío, más bien relajado, se convirtió en hoguera de entusiasmo; la gente se levantaba de sus asientos para aplaudir, piropeaba al de aúpa, por picador bueno, que hacía la suerte por derecho. Le aclamaba: ¡Avispa, Avispa, Avispa! El señor Bejarano, una figura, tuvo que saludar con el castoreño.Los turistas, no muchos -pues hubo magnífica entrada, pero esta vez de aficionados- buscaban en sus diccionarios la traducción: avispa, gûepe; avispa, bine; avispa, wasp. No entendían. La afición, en cambio, entendía sin diccionarios que esa es la forma de picar los toros, aunque el señor Bejarano metiera la vara poquitín trasera. Y, para nota, cuando volvió el caballo para mudar de terreno, se le arrancó el toro de improviso en típica reacción de manso, y, en un alarde ecuestre, enderezó al percherón, recibió de nuevo por derecho, detuvo, pegó el puyazo en lo alto. La torera intervención de El Avispa desencadenó el entusiasmo colectivo. iAvispa, Avispa, Avispa !. Qué tarde de toros dio. "Aquella plaza no era plaza" dirá, como todos, cuando se lo cuente a sus nietos.

Plaza de Las Ventas

10 de abril.Cinco toros de Puerto de San Lorenzo, terciados con trapío, flojos y manejables. Quinto de Apolinar Soriano. cinqueño con cuajo, manso. Roberto Domínguez. Dos pinchazos -aviso con más de un minuto de retraso- y descabello (aplausos y saludos). Pinchazo. bajonazo y tres descabellos (silencio). José Antonio Campuzano. Pinchazo hondo caído y cuatro descabellos (silencio) Pinchazo hondo bajo. tres descabellos -aviso con un minuto de retraso- y diez descabellos mas (aplausos y salida al tercio) Ortega Cano. Estocada (silencio) Media y descabello (palmas).

Que un picador triunfe precisamente en tarde de toros que tienen poco que picar, ya es chocante. Claro que el del El Avispa era otro, de distinta ganadería, cinqueño, fuertecillo. Los demás salieron flojuchos, y algunos francamente inválidos, tal que el tercero, el cual no se tenía en pie. Y el presidente, comisario Lamarca, sin enterarse, igual que sus compañeros días atrás. A ese toro inválido, Ortega Cano lo banderilleó, y el público consideró provocación su inoportuna actitud. Por añadidura, le hizo recortes, que lo tiraron patas arriba. Da la sensación de que a algunos toreros se les desajusta la sesera en momentos claves de la lidia. Ayer quizá sería por el calor. También intentó faena, contra la voluntad del público, que pedía muerte rápida de¡ inválido. Quedó fatal Ortega Cano. El sexto, asimismo inválido, se acobardó en varas -¿y quien no?- lo que quizá equivocó al diestro cartagenero, pues brindó al público. Disconforme el toro con el propósito de cortarle la oreja que debió adivinar en su oponente, le amagó un gañafón terrible y a continuación, correspondió a la valentía del espada con medias arrancadas, derrotes y huídas.

El manso que picó El Avispa tampoco llegó fácil a la muleta, pues a veces se quedaba corto, o se revolvía, pero José Antonio Campuzano le hizo una faena meritísima, valiente, dominadora, de menos a más, culminada con hermosos ayudados por alto. Mató muy mal y perdió el triunfo legítimamente obtenido. Ante una faena así, hecha a un toro como aquél, es usual aventurar las maravillas que su artífice podría lograr con mejor género y, en consecuencia, se le abre amplio crédito. Ocurrió, sin embargo, que Campuzano ya lo tenía escaso, pues ese "mejor género" le había salido en primer lugar y le toreó con una vulgaridad desesperante. La calidad torera de Campuzano está en relación inversa con la del toro. Así hay muchos.

Yo es el caso de Roberto Domínguez, que depura su estilo con el toro bueno. El que abrió plaza, bravo y noble, era inmejorable, y le instrumentó muletazos espléndidos, ejecutados con largura y temple, que levantaron los oles profundos de las grandes solemnidades. No obstante imprimió desigualdades al trasteo y no terminaba nunca. Alguna vez se deberán convencer los toreros de que con docena y media de pases la mayor parte de los toros quedan toreados y los aficionados satisfechos. Exprimir las embestidas de aquellos y la paciencia de estos es una moda propiciada por taurinos, que de lidia saben poco y de espectáculo menos. Roberto Domínguez la aplicó ayer y así le fue de mal. Lo mismo en el noble primero como en el innoble cuarto, que no daba juego y que le había avisado al principio de la faena con un derrote horrible. ¡Qué vocación de pegapases, caramba!. Afortunadamente, este vicio no lo tienen los picadores. Ahí está El Avispa que con sólo tres puyazos, tres, se erigió en figura de la tarde.

Triunfan los del arte

Los toreros del arte, Antoñete y Rafael de Paula, triunfaron ayer. Fue en Fuengirola donde consiguieron cortar una oreja. Antoñete tuvo silencio en su otro toro y bronca Paula. Antonio José Galán, cuatro orejas y rabo. Los toros eran de Villar Vega.

En Sevilla, toros del marqués de Domecq. Manolo Cortés, aplausos y ovación. José Luis Galloso, ovación y dos vueltas. Julio Robles, silencio y ovación.

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