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MUSICA

Estrenos de Claudio Prieto y Fernández Alvez en el Real

La creación de la Cátedra de Percusión fue, quizá, el logro más importante de Cristóbal Halffter durante su breve paso por la dirección del Conservatorio. Y si no, ahí están las pruebas: este soberbio Grupo de Percusión de Madrid, auténtico orgullo de nuestra vida musical y, también, del profesor de la asignatura, José María Martin Porrés. Dirigidos certeramente por José Luis Temes, quien posee unas condiciones para la misión que desempeña que se me antojan muy fuera de serie, el Grupo tocó dos obras que ya son de su repertorio: Espejos, de Halffter, y Necronomicón, de Tomás Marco. Páginas, por cierto, muy representativas de la estética de sus autores en alguna de sus líneas fundamentales.Como novedad, tuvimos dos estrenos mundiales: Preludio de verano, de Claudio Prieto, y Concierto para seis percusionistas, de Fernández Alvez. Cada obra que he leído o escuchado de este compositor (Madrid, 1943) me ha interesado más desde todos los puntos de vista. No es el más desdeñable el que se refiere a una buscada y conseguida belleza sonora que denota hondo instinto creador y dominio de realización. Minuciosamente organizada, en su macroforma y en sus microformas, el Concierto concede cierto privilegio a los timbales, cuyo protagonismo se enmarca en un ambiente preciosista dentro de un plan dinámico sencillo y eficaz: un crescendo y un decrescendo separados por una sección central de relax, misteriosa, clara y estática en sus tenues combinaciones tímbricas. Excelente partitura. Algo más que un estreno, pues no dudo su ingreso en el repertorio de la especialidad.

"Preludio de verano", un logro total

El palentino Claudio Prieto 1934) ha merecido siempre los mayores votos de confianza, porque nunca los defraudó. Su Preludio de verano (dedicado, como el concierto de Gabriel Fernández Alvez, al Grupo de José Luis Temes), constituye un logro total. Se recrea Prieto en la organización sonora de las percusiones a partir de los más sutiles matices dinámicos y tímbricos. En el proceso descubrimos cuanto Prieto sabe, sí, pero no menos cuán rica es su imaginación creadora. Así, nos lleva de sorpresa en sorpresa, prendida nuestra atención en los sucesivos acontecimientos, más que sentimentales o expresivos, refinadamente sensitivos. El Preludio, de Prieto, es toda una invitación al ejercicio de la libertad del oyente, que, de modo declarado, propugna el compositor desde sus palabras y desde su propia actitud liberada. Supone, no menos, una incitación acústica y sensorial y la elección de un camino abierto a la belleza, entendiendo el concepto en profundidad. El triunfo de Prieto y Fernández Alvez fue definitivo, en unión de ese grupo que todos debemos cuidar como raro bien llovido sobre las inciertas tierras de nuestra actividad musical. Pedro Estevan, Maite Giménez, Katsunori Nishimura, J. Antonio Cócera, Ricardo Valle y Dionisio Villalba forman el conjunto dirigido por José Luis Temes con tanta inteligencia musical como eficacia de gesto. Resumen crítico: ¡Bravo a todos!

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