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Terele Pávez entra en las venas de La Celestina

Gerardo Vera rescata a la actriz para el cine con la obra cumbre del teatro español

Andrés Fernández Rubio

A estas alturas de su vida, 56 años, Terele Pávez debiera estar, entre gira y gira, dando clases magistrales en las escuelas de teatro, como corresponde a las actrices de su raza única. Pero las apariencias engañan, y la genial intérprete llevaba cuatro años sin trabajar hasta que la contrató Álex de la Iglesia en El día de la bestia y, ahora, Gerardo Vera en su película La Celestina. Terele Pávez memoriza estos días un guión de Rafael Azcona para convertirse "en una médium", según dice, del personaje cumbre del teatro español. La siguen en la aventura Juan Diego Botto (Calixto) y Penélope Cruz (Melibea).

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Hoy Terele Pávez ha llegado en metro, quejándose del calor, vestida de manera muy informal con un pantalón de chándal y una camisa blanca escotada. Pero ha entrado en el hotel madrileño donde es la cita como lo hubiera hecho una diva, con un porte dramático que cruza a Anna Magnani con María Callas. Cuando se sienta y mira, lo mismo puede parecer Madre Coraje que Lady Macbeth."Yo sé que el dolor existe", dice con su voz ronca. "Al borde del precipicio conoces otras manifestaciones del ser humano que de este lado no hubieras percibido. El ser humano es maravilloso cuando lo ves de una forma más desnuda. Es el mismo ser humano que el que está en este lado, lo que pasa es que el de aquí no sabe, no ha estado allí, no ha estado solo, ni triste, ni marginado o con dificultades. Y te dan ganas de contárselo: "Eres maravilloso, pero no has estado allí".

A Terele Pávez la acompaña un aura de marginalidad que es ya legendaria en la bohemia madrileña. "Sé lo que no he hecho, sé mi parte de culpable perfectamente", dice. Quizá por todo eso no es ahora una diosa del teatro y ni siquiera la llaman de las escuelas para dirigirse a unos jóvenes alumnos de teatro a los que, con su rara inteligencia, probablemente les diría:

"A mí me gusta estudiar mucho por dentro, la miro [a La Celestina], me mira, quiero que me coja confianza ella a mí. Los personajes se te escurren cuando ven que quieres sacar de ellos un provecho. Dicen: 'Ahora veras, te vas a equivocar totalmente'. Yo soy muy mágica en esto, me gusta ser como vidente, como médium de mi personaje, y de repente un día noto que se deja y me dice: 'Es así, vas a contar de mí lo que les va a servir a los demás, y tú también te vas a beneficiar'. Es eso; si no, ¿qué es ser actor? Da mucho miedo hablar de estos temas porque puede parecer que estás totalmente pirada, pero tiene que haber una espiritualidad aplastante, una entrega total, porque si no el personaje te esquiva y, además, va contra ti, y pones caritas y se nota".

Un monstruo

Gerardo Vera trabajó con Terele Pávez en una película para televisión, La otra historia de Rosendo Juárez, en la que interpretaba a la madre de Antonio Banderas. "En una secuencia entre los dos", recuerda Gerardo Vera, "había que trabajar mucho con las emociones. Vi cómo lloraba en el momento justo, cómo respondía a la situación con unos registros que pensé: 'Esto es un monstruo'. En la comida le dije: "Cuando haga algo gordo te voy a llamar".Vera ha cumplido su promesa, y filmará con ella a partir del día 18 en la ciudad vieja de Cáceres este ambicioso proyecto que cuenta con el académico Francisco Rico como asesor literario y un reparto de veteranos actores como Lluís Homar y Ana Lizarán y otros más jóvenes como Jordi Mollá, Carlos Fuentes y Candela Peña.

"Yo no creo en las generaciones, no creo que esta profesión tenga edad", afirma una Terele Pávez encantada de coincidir en el proyecto con las últimas hornadas del cine español. "El actor es igual de ingenuo, de inseguro y de seguro a cualquier edad y en cualquier momento. Yo creo en el actor que me da la mano y me dice: 'Hola, ¿qué tal?, me llamo Juanito y soy actor'. Y, matemáticamente, nos miramos y yo estoy de acuerdo. Y si alguien me dice: '¿Qué te ha dicho ése, que no ha hecho nada?', yo respondo: 'No, estás equivocado, me ha dicho que es actor y yo lo creo'. Porque como no te lo digas tú no hay escuela, no hay nadie que te pueda llevar a ello. Lo demás es una cosa circunstancial, es la suerte".

Lo circunstancial para Terele Pávez ha sido un péndulo en el que ella trataba de encontrar su punto de equilibrio. "He tenido unas vivencias que me han retenido lo suficientemente ocupada como para olvidarme de que no llevaba bien mi carrera", afirma. Aun así, quedan sus actuaciones memorables en teatro con La casa de las chivas, de Jaime Salom, o La Celestina en el papel de Elicia. Y, en cine y televisión, Fortunata y Jacinta, de Angelino Fons; La envenenadora de Valencia, de Pedro Olea, o Los santos inocentes, de Mario Camus.

"Es un caso bastante excepcional", recuerda Mario Camus, "oro puro. Aportó en Los santos inocentes una humanidad fantástica, el papel le iba a la medida, ella misma se lo buscó, yo no tuve que decirle nada. Y nadie podría haberlo hecho mejor".

Manipuladora

A Terele Pávez, La Celestina, de entrada, es una mujer que no le gusta porque usa demasiado para ella misma sus acciones. "Tiene poderes desarrolladísimos, con una cultura de herencia", dice. "Maneja a la gente, utiliza sus conocimientos para manipular y tener y controlar; a todo el mundo lo tiene pillado por algo. Es una manipuladora que se conforma con que le vaya bien, saber cosas de los demás, que va así como que tal pero que de repente echa un maleficio que dices: `Hija mía, por favor'. Hay mucha gente así, que te dice: ,¡Hola!, pasa', pero que son terribles. Me dan pánico. Yo, vamos, aquí donde me ves con pinta de fuerte para defenderme, me dan verdadero pánico".Terele Pávez, la pequeña de cuatro hermanas (dos de ellas actrices, Enma Penella y Elisa Montes, y una alejada del teatro que vive en Estados Unidos), ha ido por la vida a trompicones. Ella los llama lapsos, y gracias a ellos, a que no le han ofrecido en el momento oportuno lo que ella quería, le ha dado tiempo, dice, "a ser menos imbécil". "A lo mejor hubiera sido una señora totalmente convencida de que yo, yo, ¡yo lo que valgo!; y ese vapuleo y esos revolcones de la vida me han puesto en mi sitio, más en la realidad, soy más persona que actriz. A veces, lo que me da miedo es pensar qué hubiera sido de mí si hubieran ido las cosas muy bien".

Terele Pávez es un personaje de una autenticidad conmovedora, alguien que va por los bordes de la realidad y jamás se referirá a cosas. que no sean esenciales. "En este momento me alegro mucho de lo que he vivido", dice, "y por mi hijo [de 22 años]. En tu sufrimiento, en tu manera de traducirlo, resulta que a la larga, sin darte tú cuenta, a él le has dado mucho más que a lo mejor un buen colegio pagado todos los meses y yo siendo una señora con traje de chaqueta cruzado diciéndole a la directora: 'Sí, realmente, la concupiscencia del cangrejo...'. Me hubiera gustado darle una vida mejor, pero ¿qué es una vida mejor si basta con que le haya dado una vida que está ahí? Y nos miramos y decimos: 'Pues no estamos tan mal'. Porque sacar algo bueno de las dificultades es el oro; sacar cosas buenas de un buen colegio y de todo muy bien: ¡pues qué menos! Ya me hubiera gustado a mí hacerlo mejor".

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