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Una Palma de Oro en lucha contra la censura

Apichatpong Weerasethakul, el director de cine ganador en Cannes, asegura que por las restricciones políticas mide qué puede o no contar en cada filme

Elsa Fernández-Santos

Una noche en París, a Apichatpong Weerasethakul se le apareció una mujer vestida de blanco mientras dormía. "Mi cama era esponjosa y transparente y yo le pregunté a la mujer que qué hacía ahí", recuerda el cineasta. Aquella aparición, añade, está en la raíz de Uncle Boonmee who can recall his past lives, la película que el domingo por la noche obtuvo el premio más importante del 63º Festival de Cannes. Una Palma de Oro que el siempre sonriente y menudo Apichatpong recogió, precisamente, vestido de inmaculado blanco.

La película de Apichatpong Weerasethakul (Tailandia, 1970) bebe del folclore y la tradición del norte de su país, donde nació y se crió este hombre que se graduó en arquitectura hasta que decidió que quería hacer cine. Fue entonces cuando viajó a Estados Unidos, concretamente al Art Institute de Chicago, para estudiar sobre unas películas que jamás había visto. Su memoria está anclada en la televisión de los setenta, el cine popular de su país y los tebeos sobre espíritus y fantasmas. Curiosamente, cuando se le pregunta a Apichatpong (apodado Joe por sus seguidores occidentales) por la película que cambió su vida declara sin rubor que fue En busca del arca perdida, la primera de la saga de Indiana Jones. "La aventura, la magia, los efectos especiales, me volvió literalmente loco. Fue gracias a ella que empecé a ver cine, vi en vídeo todo el cine de Hollywood".

"En busca del arca perdida' cambió mi vida, me volvió literalmente loco"
"Mi filme tiene que ver con la televisión de los años setenta y con los tebeos"

Miembro del Free Thai Cinema (una asociación que ha intentado sin demasiado éxito frenar los efectos de la censura), Apichatpong reconoce que su trabajo está sujeto a las restricciones políticas: "Escribo y filmo limitado por la censura. Pienso constantemente en lo que puedo o no puedo hacer. Siempre ha sido así. Nos dicen que no hagamos películas que puedan alterar el orden del país y en Tailandia es difícil sortear algo tan vago como eso". Aunque no se nombre, el clima político forma parte del oscuro paisaje de una película que narra el regreso (para morir) de un anciano a su pueblo. Allí se reencuentra con los fantasmas de su mujer fallecida y su hijo desaparecido. Y allí empiezan también esas fábulas sobre la reencarnación de los muertos en las que tanto cree el cineasta. "El fondo político estaba desde el principio, lo que no estaban eran las ensoñaciones. Este largometraje forma parte de un proyecto llamado Primitive proyect, que incluye videoinstalaciones, cortos, fotografías... La película ha sido el último elemento. Es sobre la memoria de los pueblos del norte del país, donde la represión anticomunista fue brutal".

Coproducido por el español Luis Miñarro, el filme ganador en Cannes es fruto, según su director, de la confianza de unos productores que no pidieron explicaciones. "Por desgracia", añade, "cineastas como Steve McQueen o yo mismo tenemos que buscar dinero en el mundo del arte".

Apichatpong dice que su voz y la de su protagonista, el tío Boonmee, se vuelven poco a poco la misma en un filme que habla de la reencarnación en búfalos (su animal preferido) o princesas y en la que la selva (eso que es "mucho más hermoso que Brad Pitt", según ha dicho alguna vez el cineasta tailandés) respira como un personaje más. "Quería enfatizar esa unión que hay entre cine y reencarnación. Para ello necesitaba cierta abstracción, pero también necesitaba dejar un espacio para que el público entrara". Sobre los espíritus que acompañan al viejo tío Boonmee, cuenta: "La película tiene que ver con la televisión de los años setenta y con los fantasmas de los tebeos que leí de crío, en los que los espíritus y los monstruos convivían con la realidad. También con el cine popular tailandés, que hoy me parecería una basura pero que quería rescatar como parte de mi memoria"

Los fantasmas de la película están filmados con el viejo sistema del espejo, porque para Apichatpong la idea de un mundo en extinción recorre su película. "Y esa es una manera de hacer cine que también se acabó". "El reto", continúa, "era hablar de la muerte en relación con la infancia. Creo que cuando uno se muere no es cierto que pierda la memoria, sino al contrario; se vuelve mucho más viva, pero hacia el territorio de la primera juventud. Y yo quería unir esas dos memorias. Las de los fantasmas, los monstruos, y la de la muerte. Hacer creíble sin resultar pretencioso esa idea de la muerte y la memoria infantil".

Apichatpong Weerasethakul, en la presentación de su película el pasado viernes en Cannes.
Apichatpong Weerasethakul, en la presentación de su película el pasado viernes en Cannes.EFE
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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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