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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Penes parlantes y otras esquizofrenías

Tal como ha ocurrido siempre, o al menos desde comienzos de la década de los veinte, el cine estadounidense se sigue nutriendo del talento -o de la capacidad para llenar plateas, que no siempre es lo mismo- de cineastas ajenos, y muy especialmente europeos. A la lista, desde Lubitsch en adelante, habría que agregar en los últimos años, y sólo en el ámbito alemán, nombres como Wim Wenders, Volker Schlöndorff o, ahora, Doris Dúrrie.La carrera de esta última es más bien curiosa. Entre la radicalidad de En pleno corazón y el producto de género que es indiscutiblemente este Lo mío y yo media el gran éxito internacional de una película que, como Hombres, hombres, puso en evidencia el dominio un tanto convencional de la Dúrrie en el manejo de los códigos de un género tan dificil como la comedia, y una indiscutible originalidad para plantear viejos temas desde un ángulo nuevo, que la propia interesada no duda en definir como "posfeminismoll.

Lo mío y yo

Dirección: Doris Dórrie. Basada en la novela de Alberto Moravia Io e lui. Estados Unidos, 1988. Intérpretes: Griffin Dunne, Ellen Greene. Estreno en Madrid: cine Dúplex (V. 0.).

Lo mío y yo tiene iguales virtudes y defectos que la producción, anterior de la realizadora alemana. Su punto de arranque, por ejemplo, es no sólo insólito, sino hasta provocador: qué ocurre realmente en el cerebro de un hombre, de un macho de la especie en todas sus acepciones. La forma elegida es también la de la comedia, y en su variante más clásica, esa que el cine americano ha prodigado desde casi sus orígenes: la guerra de sexos. En el desarrollo de la trama, D¿Srrie juega a fondo con la ironía distante que le permite la elección del tema, y llega a proponer una curiosa constatación científica: el macho no tiene consciencia, sino una rara esquizofrenia derivada del enfrentamiento entre ésta y su pene, él mismo un órgano pensante.

Ideas sugerentes

Tal punto de partida se ve complementado con algunas sugerentes ideas, por ejemplo la elección de una de las dos últimas chicas Bond -Carey Lowell-, prototipos todas ellas de la concepción clásica que el machismo militante tiene de las mujeres, para dar la réplica al atribulado héroe -un Griffin Dunne que parece obligado a encarnar siempre al inseguro hombre contemporáneo desde que lo hiciera en Jo, qué noche-Por ejemplo, construir toda una película a partir del sonido off, del que participa no sólo la voz del pene, sinouna banda sonora que apoya el sentido de algunas acciones.Las objeciones afectan al poco juego cómico que proporciona la buena idea de partida, que reduce la comicidad a un recurso previsible -los diálogos entre Bert y su pene- y a un final, con coreografia de No woman, no cry, se diría una afirmación innecesaria de la realizadora -que no de sus criaturas de ficción-, cuyo punto de vista sobre la incomunicación intersexual ha quedado ya suficientemente aclarado.

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