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Pérez-Reverte razona la cólera rebelde del Dos de Mayo

Jesús Ruiz Mantilla

No le quieran buscar al Dos de Mayo lo que no fue. Aquel funesto día de 1808, que dejó en la cuneta a más de 400 muertos e inició la guerra de la Independencia, no fue una conspiración, ni estalló como consecuencia de un liderazgo rebelde. Nadie se puede colgar la medalla de aquel baño de sangre y al tiempo todos jugaron sus cartas para bien o para mal. Por eso, Arturo Pérez-Reverte, antes de que empiece a conmemorarse la cosa y cada uno arrime el ascua a su sardina, quiere dejar bastantes cosas claras con Un día de cólera (Alfaguara), la novela, la crónica de esa jornada en que al pueblo de Madrid se le agotó la paciencia y salió a la calle a degollar franceses a navajazos. "Aquello fue una auténtica Intifada", afirmó.

"Aquello fue una auténtica Intifada", afirma el escritor
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El escritor presentó ayer su libro en una conversación con el periodista Óscar López. Fue en el Conde Duque, "el lugar de donde partieron los marinos de la guardia, los que fusilaban en el famoso cuadro de Goya", relató el autor, que también tuvo que aguantar su pequeña turba: unos funcionarios del Ayuntamiento que protestaron con pancartas e impidieron que el alcalde le acompañara. Pérez-Reverte se ha adelantado seis meses a la fiesta. "Quería ser el primero en centrar el debate, establecer unos mínimos", aseguró ayer. Y para eso hay que aclarar interpretaciones que durante siglos han emborronado varias verdades. Por ejemplo: "Nosotros crecimos pensando que fue el pueblo guiado por el ejército el que salió a la calle y no fue así. El ejército estaba acuartelado y sin munición", aseguró el escritor.

Sobre la Iglesia también es recomendable detenerse: "Aquel día tuvo una actitud vergonzosa, infame. Desconfiaban del pueblo. Napoleón para ellos representaba en esa época el orden, luego se pasó al otro bando, aunque hay que decir que algunos curas salieron a la calle".

Fue una enorme bronca protagonizada por una gente que estaba harta de la chulería y el desprecio de los franceses. Aunque lo ha escrito sin ocultar la dualidad que siente. "No hay que olvidar que los franceses eran la modernidad, y los que salieron a la calle, unos tíos que defendían la monarquía y la religión. No sabían que nos traían a Fernando VII, el mayor hijo de puta de nuestra historia reciente, pero no puedo evitar sentir una enorme ternura por quienes murieron en las calles".

La gente de orden se quedó en casa. Fuera, acababan con los invasores los chulos de Lavapiés, la jarcia de los barrios, unas mujeres furiosas que los mataban a macetazos y que él ha recreado en un gran fresco de 430 personajes. "Lucharon de 3.000 a 4.000 personas, mujeres, niños, hombres cuajaos, gente dura, ruda, los que nada tenían que perder". Gentes a las que merece la pena entronizar en la gran intrahistoria de la literatura, como hizo Galdós en uno de sus Episodios Nacionales y ahora pretende repetir Pérez-Reverte. "Salieron a la calle cabreados. Todo fue espontáneo, una Intifada. No pensaban en la patria. Eso vino el 3 de mayo".

El escritor Arturo Pérez-Reverte, ayer en Madrid.
El escritor Arturo Pérez-Reverte, ayer en Madrid.BERNARDO PÉREZ
El autor dice que en ese momento nacieron las dos EspañasVídeo: ATLAS
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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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