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Entrevista:Sergio Pitol | Premio Cervantes 2005

"El 'Quijote' es un verdadero festejo de inteligencia y audacia"

Aurora Intxausti

Está nervioso por recibir el viernes el Premio Cervantes, galardón que nunca hubiese imaginado que pudiera llegar a sus manos, y emocionado porque el pasado viernes, recién llegado a España, conectó un televisor y vio un documental sobre la II República Española que le hizo recordar a los hombres y mujeres que vivieron el exilio en México y le enseñaron "a amar la literatura". "Lloré cuando aparecieron en mi memoria recuerdos entrañables y al contemplar cómo hace 75 años en este país se vivió una libertad que se perdió con la Guerra Civil y la dictadura, y luego se tardó años en conquistar de nuevo". Sergio Pitol (Puebla, México, 1933) busca en su memoria las palabras exactas que quiere transmitir en su afán de que las frases que pronuncia tengan la estructura y el sentido de lo que llega a su mente. Este inagotable escritor, traductor, investigador de la lengua, que vivió en ciudades como Belgrado, Varsovia, Roma, Pekín, París, Budapest, Moscú y Barcelona (entre 1969 y 1972), se convertirá en el tercer mexicano en recibir el Cervantes, tras los galardones concedidos a Octavio Paz (1981) y a Carlos Fuentes (1987).

"Creo que la literatura, la lectura, fue lo que me salvó de la pérdida de mi familia y de mi larga enfermedad"
"Los intelectuales españoles del exilio me transmitieron sus ideales de vida y de libertad"

Pregunta. ¿A quién va dirigido el discurso que tiene previsto pronunciar?

Respuesta. Me ha costado elaborarlo más de lo que en un principio podía imaginar. He escrito mi discurso en honor y por respeto a mis maestros del exilio español. Yo y toda mi generación les debemos muchísimo a todos ellos; es más, soy escritor por las lecciones que me dieron. También habrá referencias a autores mexicanos como Alfonso Reyes, entre otros.

P. ¿Quiénes fueron esos maestros?

R. Aquellos que supieron transmitirme sus ideales de vida y de libertad, como María Zambrano, José Bergamín, Manuel Altolaguirre, Luis Cernuda, Max Aub, León Felipe. Fueron maestros de lujo. Ellos me dieron dimensiones universales, me dieron la lección primera de amor a la España a la que ellos pertenecían. Los escritores mexicanos nos acercamos mucho a los españoles porque a través de sus tertulias nos metían en un mundo increíble para nosotros que estábamos empezando a embarcarnos en la literatura.

P. ¿Qué sentido tiene hoy para usted la palabra?

R. El lenguaje es el principio de toda forma literaria. El lenguaje es una materia sobre la que modelamos, pero para que un poema o un capítulo en prosa llegue a ser literatura hay que sentir, intuir el alma de la lengua, y ese impulso es lo que impide que la palabra se torne mecánica y se vuelva gris.

P. Ha realizado traducciones de grandes escritores. ¿Qué tiene el español para resultarle tan atractivo?

R. Es una de las lenguas más formidables que existen desde las primeras palabras que se conocen. Se puede decir que casi desde su nacimiento tiene una personalidad, un ritmo, una penetración en el conjunto que resulta impresionante. El medievo en España es ya magistral -Cantar del Mío Cid; Coplas a la muerte de mi padre, de Jorge Manrique; La Celestina-. Esas obras son ya joyas que no se habían dado en otras lenguas. Y años más tarde llega Cervantes con su Quijote, y eso es ya un verdadero festejo de inteligencia y de audacia y de una presencia humanística sin parangón. Es imposible que en la literatura se dé un caso igual. El Quijote es todavía hoy, como construcción, una obra contemporánea. Cervantes se sirve de las novelas de caballería, pastoril y picaresca, utiliza todos esos géneros para cohesionarlos y darles un dinamismo que nunca había tenido la novela en ningún país. Esos tres géneros están en el sustrato de la lengua y de la trama, pero también ha creado otras formas diferentes porque es una novela en la que los personajes principales son casi locos. El Quijote, de repente, discurre por temas literarios, académicos, filosóficos y morales, y la estructura de la novela es un monumento a la innovación, a la imaginación, porque dentro de ésta hay 10 o 12 pequeñas novelas que, en algunos casos, no tienen ningún punto de encuentro o cercanía con la trama principal.

P. Vivió una niñez triste, la pérdida de sus padres y la enfermedad que le tuvo postrado durante cinco años en la cama. ¿Su refugió fueron los libros?

R. Con el paso del tiempo pienso y creo que la literatura, la lectura fue lo que me salvó. Conocer entre mis libros mundos diferentes, llenos de aventuras, sobre todo, me hacía tener la concepción de que lo que narraban los libros era el mundo real y que cuando yo estuviera sano iba a tener la posibilidad de conocer esas vidas y participar con los personajes en las historias que veía escritas.

P. Parece que parte de esas aventuras sí las llegó a conocer, si se tiene en cuenta que 28 años de su vida los pasó viajando.

R. Todo lo que he vivido en los distintos países por los que he ido recalando ha resultado emocionante, y de todos los lugares por los que pasé, desde China a Moscú, saqué experiencias apasionantes. En junio vuelvo a China, donde se acaban de publicar dos de mis libros, El arte de la fuga y Vals de Mefisto. No sé qué tal resultará la aventura, porque los libros que escribo son diferentes y un poco difíciles, y muy distintos a lo que estaban acostumbrados a leer los chinos. Tengo curiosidad por ver qué pasa. Hace una semana vi una noticia en la que se veía en Shanghai una cola impresionante de jóvenes que estaban a las puertas de una librería esperando a que subiesen la persiana porque ese día salía a la venta Lolita, de Vladímir Nabokov. En la China que yo visité eso era impensable.

P. Ha escrito en prácticamente todos los géneros literarios y ahora está embarcado en la aventura de una nueva novela.

R. Me gusta cambiar para no aburrirme. Estoy en el proceso de tomar notas para escribir una historia que se desarrolla en México, en la segunda mitad del siglo XIX. Tengo muchas notas que voy tomando a mano y creo que puede resultar bastante graciosa, pero todavía no la tengo montada. Cuando yo escribo, no sé por qué, tiendo a hacer trilogías. Y ahí está lo que los editores llaman Tríptico de Carnaval, formado por las novelas El desfile del amor, Domar a la divina garza y La vida conyugal, cuando deseo seguir en esa misma línea siento que me estoy autocopiando, que el ritmo, la palabra acuden a mí de forma mecánica; entonces tengo que pasar a otro género. En mis ratos de ocio durante este año he ido imaginando el discurso que tengo que pronunciar el viernes y he tenido que repasar todas las épocas de mi vida.

P. ¿Qué momentos han acudido con mayor intensidad a su memoria?

R. Sobre todo los vividos durante la niñez. He recordado los libros que leí en esa etapa de mi existencia y siento que la literatura ha dado unidad a todos mis trabajos y a las circunstancias de mi vida. He recibido muchos premios a lo largo de mi carrera, los mayores de México, pero para mí el Cervantes es algo inmenso, es como el Nobel.

P. ¿Por qué sintió la necesidad de traducir algunas de las obras que iba leyendo?

R. Cuando tienes la posibilidad de leer un libro muy bueno, fascinante, extraordinario, y descubres cómo está hecho, tienes la necesidad de transmitirlo a la lengua que es tuya. Cuando decido traducir obras de James o Conrad ves cómo ellos construyeron la casa y al traducirla contemplas las distintas piezas de albañilería que cada uno utilizó.

P. Con el dinero de uno de los últimos premios que logró se instaló una pantalla de cine en su casa por la gran afición que siente por el séptimo arte. ¿Ha pensado qué va a hacer con los 90.180 euros del Cervantes?

R. Algo ya se me ha ocurrido. Pertenezco a una asociación de protección de la naturaleza en Xalapa (México), el pueblo en que vivo desde 1993, y una cantidad la destinaré para ellos. El resto, todavía no lo sé.

Sergio Pitol, el lunes en Madrid.
Sergio Pitol, el lunes en Madrid.LUIS MAGÁN
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Aurora Intxausti
Coordina la sección de Cultura de Madrid y escribe en EL PAÍS desde 1985. Cree que es difícil encontrar una ciudad más bonita que San Sebastián.

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