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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Héroe de laboratorio

DarkmanEn un filme tan olvidado como indispensable, muy poco visto en los últimos años, Profesión: reportero, Michelangelo Antonioni imaginó las zozobras -y el trágico destino final- que acechan a un personaje que decide cambiar su personalidad por la de un desconocido cualquiera. Mucho más modesto en sus alcances, el otrora niño prodigio Sam Raimi se ha propuesto partir igualmente de una situación de cambio de personalidad, sólo que su referente cultural no es el existencialismo o la crisis de identidad, sino el más modesto universo del comic contemporáneo, fracción superhéroes: su Darkman, por tanto, está más cerca de Batman que de Kafka, de Frank Miller que de Sartre. Las resonancias que obtiene con su filme, no obstante, van mucho más allá que las de cualquier otro cultivador del género en nuestro presente, y eso no es extraño: Raimi tiene mucha más madera de cineasta que otros, empezando por ese Tim Burton, infausto hacedor del Bantman que tantos millones costó y que tan poco sugería, y que se diría el hermano mayor -y tonto- de este epígono inteligente.

Director: Sam Raimi

Guión: Chuck Pfarrer, Daniel Goldin, Joshua Goldini e Ivan y Sam Ralmi, según argumento de este último. Fotografía: Bill Pope. Música: Danny Elfman. Producción: EE UU, 1990. Intérpretes: Liam Neeson, Francesc McDormand, Colin Friels, Larry Drake, Nelson Mashita, Jesse Ferguson. Estreno en Madrid, cines: Gran Vía, Excelsior, Velázquez, Ideal Multicines, Vaguada, Multicines Pozuelo, Multicines Colombia, Paz, Parquesur y Lumiére (versión original).

Monstruo

Darkman es una especie de suma obtenida en laboratorio a base de agregar elementos de aquí y de allá, con notable preeminencia de los ancestros cinematográficos: El hombre invisible, El fantasma de la ópera, su homónimo del Paraíso, hasta Los crímenes del museo de cera sí se nos apura. Como tantos otros superhéroes de los tebeos para adultos, su destino está marcado por un penoso secreto y a pesar de su sed de justiciero sólo le anima en realidad un brutal -y comprensible- deseo de venganza: el brillante científico que ha perdido su cara no cejará hasta ver destruidos a los responsables de tal acción, aunque él mismo sabe que no hay en su vida caminos de regreso.Raimi juega a proponer al espectador una respetabilidad para su personaje que se erige en auténtico sentido del filme, más allá de la violencia -que la hay, y mucha, y muy sabiamente mostrada- y más allá incluso de lo trillado que resulten sus peripecias. Para hacerlo sólo tiene un presupuesto restringido -para el cine de EEUU, se entiende-, 14 millones de dólares, por debajo, por tanto, del coste medio, que lucen en sus manos como si fueran muchos más. Sabedor de que está construyendo una historia sólo con materiales de derribo, no duda en hacer de la puesta en escena su apuesta principal; de ahí el sabio cuidado con que compone cada secuencia, la habilidad con que maneja la cámara, la destreza con que alterna la quietud con la tensión.

Personaje peculiar, amigo de los hermanos Coen -es el policía que muere barrido por una ráfaga de metralleta mientras, se dedica con goce a soltar tiros al club irlandés en Muerte entre las flores-, uno de cuyos guiones habría de convertir en su segundo -y destrozadofilme, Crimewave, que siguiera a uno de los debús más fulgurantes del cine independiente americano -Posesión infernal, aquel modesto y efectivo filme terrorífico que sirvió para revitalizar el género hace unos años-, Raimi comparte con los geniales hermanos la pasión por la precisión, el deleite por la recreación del cine de sus mayores, el aplomo falto de prejuicíos de quien cree poder contar una historia vieja de manera solvente, creíble y personal. Su Darkman no es una obra maestra, es sólo un filme de consumo pero se erige con soltura en la propuesta más brillante de un género que, como el fantástico americano, tan pocas sorpresas gratas ha dado en los últimos tiempos. Es mucho más de lo que se puede decir de otros pesos pesados -Desafío total, Robocops I y II, Batman- que esconden sus limitaciones tras la máscara siempre prepotente de los millones, los efectos especiales y los excesos gratuitos.

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