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Raíz de la voz

Juan Cruz

Serrat buscaba ayer la raíz de su vida, en el Montjuïc; el lugar por donde discurrió su infancia, los caminos de tierra que había junto a la piscina, los madroños que acompañaron el descubrimiento de lo que Miguel Hernández llamó "la agricultura viva". El poeta adentró su voz en la soledad y en el grito, y aun así, acosado por la sangre de la historia, buscó horizontes donde colocar versos sencillos. Un día, en la universidad, Serrat descubrió a Miguel Hernández, lo hizo un emblema de su ritmo vital, lo convirtió en su poeta, y como muchos de los que ahora tenemos más o menos su edad, entendió con él lo que fue la desesperación de la vida encarcelada, y de la muerte acechando. Ahora ha hecho otro disco recogiendo la voz universal del poeta, los versos que están en Hijo de la luz y de la sombra. Ayer, en el Montjuïc, Joan Manuel Serrat descansaba en un banco de piedra, "de los de antes de la República", y rememoraba aquel encuentro con el poeta de Nanas de la cebolla. Estos versos de ahora nos darán la dimensión del paso del tiempo sobre nuestra propia historia: aquella primera antología en la que su música convirtió a Miguel Hernández en una metáfora de lo que queríamos gritar entonces da paso a la serenidad del alma. Sin rabia, con convencimiento, mirando la agricultura viva de la que nacen los versos que persisten más allá del tiempo y de la gente. Serrat, en el Montjuïc. El poeta siempre va a buscar la raíz de su voz, y luego canta.

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