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Dos décadas de arte contemporáneo

El Reina Sofía vuelve a mudar la piel

El museo festeja sus 20 años con la reordenación de su colección permanente - La renovada cuarta planta del edificio Sabatini se dedica al arte entre 1945 y 1968

Del desencanto al descreimiento. He ahí el viaje que plantea la última remodelación de la colección permanente del Museo Reina Sofía, que este fin de semana recibe los últimos retoques con el fin de quedar lista para su inauguración oficial por la Reina, como acto central de la semana de celebraciones del 20º aniversario del centro. El director, Manuel Borja-Villel, ha acometido la reordenación del periodo que va de 1945 a 1968. O lo que es lo mismo: del final de la II Guerra Mundial a la división de la guerra fría y el sueño truncado del mayo parisino. De la visita a la crueldad infinita del ser humano que retrata Lee Miller en sus fotografías de soldados estadounidenses en campos de concentración; a la dictadura del turismo. Del primer espectáculo de todos, el fascismo, a la generalización de este que denunció Guy Debord. Y, por fin, de una película de Alain Resnais (Noche y niebla, 1955) a otra (La guerra ha terminado, 1966).

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- Después de Auschwitz. El resnais protagonizado por Yves Montand da título, aunque en modo interrogativo, a la renovada lectura de la cuarta planta del edificio Sabatini. ¿La guerra ha terminado? Arte en un mundo dividido arranca con una de las obras más simbólicas y brutales de Pablo Picasso, Monumento a los españoles muertos por Francia (1946-1947), que ejerce de enganche de lujo con el resto de la colección de un museo que a sus 20 años sigue siendo sobre todo el del Guernica. Este grito de Picasso (y otro que se puede contemplar en la siguiente sala, El canto de los muertos, de 1948) es la desgañitada respuesta artística a las famosas palabras de Adorno: "Después de Auschwitz no es posible escribir poesía".

Así comienza una senda en la que Manuel Borja-Villel ha evitado, dice, el historicismo para abrazar las tensiones del periodo: entre el artista y la obra, entre el objeto y lo popular, entre España y el resto del mundo, entre las ideas de igualdad y el individualismo.

- Inéditos, cesiones y depósitos. Más del 60% del millar de obras expuestas no se ha visto nunca en el museo. Provienen en gran parte de recientes adquisiciones (como el archivo del temprano artista conceptual argentino Alberto Greco, que aspira al título del gran rescatado por esta remodelación, o unos delicados dibujos arquitectónicos de Roberto Matta). Brillan especialmente las piezas procedentes de los legados de Brassaï y Morris Louis (un asombroso lienzo transido por tres campos de color negro) o dejadas en depósito, como es el caso de las colecciones de Lygia Clark, Franz Weissmann u Onnasch. Un espléndido regalo este último llegado de Alemania y bajo cuyo envoltorio venían una veintena de motherwells, rauschenbergs o christos, que, realmente, sirven de buena compañía al único rothko del Reina, que se expone ahora en asombrosa combinación cromática junto a una copia de La ventana indiscreta, de Hitchcock. "Con todo este material, parece que la crisis no nos haya afectado", comentaba el viernes Borja-Villel admirado ante un célebre tinguely.

- En películas y papeles. El material audiovisual y la profusión de documentos (cuartillas, libros estratégicamente abiertos, carteles y demás elementos del vértigo archivista) cobran especial protagonismo. Muchas salas giran conceptualmente en torno a un documental, una película o un recuerdo sonoro. Y las revistas se reparten por las vitrinas que sirven de mojones en el recorrido. Las fotos de Eugene Smith o Brassaï de la España negra (llena de guardias civiles, semanas santas y rostros surcados por el hambre y el sol) se muestran tanto enmarcadas como impresas en las publicaciones que las financiaron.

- Duele España. Además de la visión desde fuera de un país aplastado por una dictadura, la reordenación ofrece un viaje (del negro más azabache al color de Equipo Crónica) desde dentro y por los años de la autarquía y el desarrollismo. Cabe lo grotesco del arte fascista de Caballero Valverde junto a un pequeño óleo de Dalí en el que se representa un frontispicio que se derrumba. Pero también, la brillantez de la sala dedicada a la Bienal de Venecia de 1958, que premió a Antoni Tàpies. Con el negro como monarca absoluto, cuando el mundo se recreaba con el color, se muestran obras primeras de Antonio Saura, Feito, Canogar, Millares, Cuixart o, Martín Chirino. Y en la siguiente sala, el destello individualista de Jorge Oteiza deslumbra con seis obras que participaron en otra bienal, la de São Paulo de 1959.

- Sucesión de ismos. En el plano internacional, se atiende a los principales movimientos de la época: el letrismo que derivaría en el situacionismo, el expresionismo, los nuevos realismos, el art brut (sorprendente inclusión de Josefa Toldrá, artista de manicomio) o la figuración narrativa.

- "Como alcalde vuestro que soy". El humor es casi un género artístico que reaparece una y otra vez de la mano de revistas como La Codorniz o películas como Bienvenido, Mr. Marshall, de Berlanga. Y acaso por influencia del célebre personaje del alcalde de Villar del Río, Borja-Villel parece consciente de que todo esto requiere una explicación. Por eso, para evitar las confusiones que su primera reordenación pudo provocar, el museo edita esta vez una guía en la que las inspiraciones de esta remodelación quedan ampliamente razonadas.

Manuel Borja-Villel, entre un <i>clyfford still </i>y un <i>motherwell </i>(a su derecha), el pasado viernes en la nueva sala de pintura estadounidense.
Manuel Borja-Villel, entre un clyfford still y un motherwell (a su derecha), el pasado viernes en la nueva sala de pintura estadounidense.BERNARDO PÉREZ

Un regalo en forma de ley

El 20 cumpleaños del Museo Reina Sofía trae aparejado el mejor regalo que su director, Manuel Borja-Villel, cabía esperar. Por sorpresa, hasta para los propios implicados, el vicepresidente Alfredo Pérez Rubalcaba incluyó el viernes al término del Consejo de Ministros la norma propia para el centro de arte entre la batería de 26 leyes que el nuevo Ejecutivo se ha impuesto aprobar entre diciembre y junio. El turno del Reina llegará, según las previsiones, en mayo.

¿Qué cambios trae la ansiada ley? Dotará al museo de una autonomía similar a la que goza el Prado, institución a la que el nuevo régimen proporcionó modernización y eficacia. Asuntos como la justificación de los gastos o el régimen laboral de los empleados abandonarán con la norma engorrosos ropajes funcionariales. La transición se deberá hacer, con todo, sin presupuesto adicional.

Atrás quedan dos años de reuniones de Borja-Villel con los portavoces de los partidos para convencerles de la necesidad de una ley propia. La ministra de Cultura ha desempeñado un papel fundamental al persuadir a su homóloga económica, Elena Salgado, de la conveniencia de algo así en tiempos definidos por urgencias menos artísticas.

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