Ricardo de Echegaray
Esculturas concebidas en una escala colosalista, pese a lo razonable de sus proporciones reales, elaboradas fundamentalmente en mármol (con el contrapunto de alguna piedra obscura y algún bronce), alusivas en su conjunto a un geomorfismo primitivo (que contrasta con la discutible estilización que su hacedor les ha procurado) y destinadas, al menos en propósito, a su asentamiento al aire libre.Geomorfismo primitivo, claro sentido de la unidad, y buena, óptima, ejecución, resumen el comentario ocasional en torno a las obras que expone Echegaray por vez primera en Madrid. Puede el primer dato traernos resonancias magistrales, de Arp y recordarnos el segundo los oficios ejemplares de Brancusi, sin que el tercero merezca otra paternidad que la de nuestro joven escultor; obras las suyas bien consumadas y enteramente acordes con el sentir de la escultura de nuestro tiempo.
Galería Juana Mordó
Villanueva, 7
Afines a un primitivismo intencionado, tienen estas esculturas algo de menhir (aquella porción de naturaleza en bruto, elegida y alzada por nuestro predecesor más remoto, apenas desertó del letargo secular y abrió sus ojos a la luz de la conciencia), y algo de rudo golpe (pese al refinamiento de su ejecución) contra la representación individualista y la plasmación académica del presunto equilibrio de la subjetividad del gesto y la objetividad de la naturaleza embargante.