El amigo americano
La versión estrenada en España de Macarroni -excepto la que se ofrece en el cine Alexandra de Madrid, que es original con subtítulos-, comparte con la americana -los títulos de crédito están en inglés- el mismo desprecio por la diferencia. En un filme cuyos personajes protagonistas quieren simbolizar dos modos de vida opuestos, dos culturas, dos continentes, en el que la conflisión idiomática es consustancial, una buena parte de esas contraposiciones se desvanece desde el momento en que todo el mundo habla un correcto castellano,Sin embargo, debido a que los actores de cine no son criaturas radiofónicas, sus gestos de duda había que justificarlos de una manera u otra, y se ha optado por esparcir una serie de sorderas ocasionales. Y cuando alguien, como la madre del personaje encarnado por Mastroianni, habla en un endiablado dialecto napolitano, lo que se ha hecho es inventarle un defecto de vocalización.
Macarroni
Director: Ettore Scola. Intérpretes:Marcello Mastroianni, Jack Lermnon, Daria Nicolidi,Isa Danielli. Guión: E . Scola, Scarpelli y Ruggero Maccari. Fotografía: Claudio Ragona. Música: Armando Trovaioli. Italiana, 1986. Título original: Macarroni. Estreno en cine Alexandra (versión original subtitulada), Rex, Luchana y La Vaguada.
Las consideraciones culturales que se derivan de esta chapuza -compartida con otros países, tampoco hay que creerse peor o más desgraciado son lo bastante obvias como para tener que formularlas.
Problemas de doblaje al margen, Macarroni es una nueva demostración del enorme talento de Marcello. Mastroianni, de la capacidad de Jack Lemnion para salir bien librado de lo que sobre el papel es una retahíla de, tópícos y de la muy peculiar situación de Scola dentro del cine europeo, convetido en un director-estrella cuando en realidad es un gran guionista y, probablemente, un excelente director de teatro que se lleva muy mal con la cámara y la pantalla.
Ritmo y tensión
Basta con ver la secuencia de la borrachera para darse cuenta de que Scola nunca crea emoción alguna a través de la planificación, que es sensata en sus ffiejores momentos y absurda cuando no está conducida por el fácil hilo de la progresión argumental. Claro que en esté caso ni la script -el momento que transcurre en. el escenario de un teatro popular es un modelo de cómo no siempre es posible saltarse el eje- ni el director de fotografía -para él no parece existir el raccordayudan demasiado a Scola, que ve cómo su estimable proyecto se convierte en una película entrañable, pero falta de ritmo, de tensión.Ese amigo americano, ese personaje ideal capaz de salvar las situaciones más difíciles, de proporcionar credibilidad a una retahíla de casualidades o proezas, también debería aportar algo de ese ofic'io estandarizado en Hollywood, de esas ganas de agradar y convencer propias de todo el ciñe estadounidense.
En Macarroni, el amigo americano es una creación del europeo. De él, lo único tangible son las tarjetas de crédito y el mal humor. ¡Ahl, y la música. El jazz, que no es un mito, sino una realidad. El resto de sus virtudes o méritos es invención del napolitano, que sin necesidad de alcohol también sería capaz de subirse a un andamio de mecanotubo. Si no lo hace es porque no precisa demostrarse nada, porque prefiere perder el tiempo, tomar el sol, inventariar 400 años de banca y vivir con cierta placidez a dominar los secretos de unos fuselajes a los que, en cuestión de minutos, se les hace envejecer 10 años.
Al final, el amigo americano acaba seducido por la magia napolitana, comiendo macarrones y confiando en que Mastroiarim sea como san Genaro. ¡Y eso que el Nápoles aún no había ganado el scudetto!
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