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Tribuna
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Una obra intimista alejada del narcisismo

Los poemas de Szymborska, de auténtica intuición, están inspirados en una sensibilidad que nunca es trivial ni falsa, respaldadas ambas por un carácter que infunde confianza.Existen varias vías de acceso al conocimiento. Una de ellas es el esprit que nos mueve a la seriedad de forma amable; que, por decirlo en pocas palabras, nos abre la ventana a la verdad. En la literatura, esta vía de acceso se ha ido haciendo angosta y rara: preferimos entretenernos mediante el sensacionalismo y la patología, mediante la muerte y el asesinato.

Goethe juzgó severamente la "poesía de lazareto", por utilizar su expresión: "Todos los poetas escriben como si estuvieran enfermos y el mundo entero fuera un lazareto" (Conversaciones con Eckermann, 24 de septiembre de 1827). Lo de "todos" era sin duda una exageración, pero está claro que hoy hay más enfermedades y más lazaretos que en la época de Goethe. Y si existen lazaretos y enfermedades, la necesidad de médicos y enfermeras es acuciante. La lírica de Szymborska, de hecho, obra como una medicina si es dosificada de la forma adecuada y administrada con lentitud. Destila el encanto, por utilizar otra imagen, de una isla, a la vez familiar y exótica, situada en medio de un oscuro paisaje marítimo sin cielo ni horizonte. En esa isla no siempre rugen tenebrosas las tormentas, no siempre se nos atrae con dudosas honduras, no hay una oscilación incesante. Su isla parece enigmática desde lejos, pero es concreta y bienhechora si se contempla y experimenta desde cerca. Esta isla imaginaria, rica en fauna y flora, no padece contaminación material, lingüística o atmosférica. Es un biotopo espiritual que no nos enferma.

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Szymborska nos sitúa ante un espejo claro, no ante un espejo deformante, como por desgracia se ha puesto demasiado de moda. No manifiesta ninguna superioridad cínica (lo que equivale a indiferencia), sino que, con una sonrisa, toma nota de las exigencias desmedidas y de las ridiculeces, tanto de las propias como de las ajenas. También la fragilidad es humana, lo que no debe dar. motivo a desesperarse, sino a una constatación autocrítica y a una firme resistencia.

El caracter único de hombres, ideas y obras se refleja en lo incomparable del arte. ¿Puede compararse Durero con Remrandt, Remrandt con Picasso? ¿Puede compararse Mozart con Lutoslawski? No es posible. Tampoco se puede comparar Goethe con Rilke o Brecht o Celan. Sólo lo inconmensurable es arte de primera mano. Lo originario y lo original es único. El carácter único de la poesía de Wislawa Szymborska se manifiesta en la exactitud de su lenguaje y de su moderno registro de notas, que abarca muchas octavas nuevas.

Su organización de los elementos simbólicos, léxicos y gramaticales es supremamente artística. Szymborska no precisa contar sílabas para que suenen escondidas: fluyen de forma rítmica, natural, incluso cuando no- están medidas. No se ve forzada a recurrir a la rima para componer simbólica o acústicamente las líneas de sus poemas: su poesía tiene forma sin corsé. es eficaz sin servirse de andamiaje literario.

Por supuesto, Szymborska puede lograr rimas, rimas impresionantes, como ha demostrado varias veces. Sin embargo, deliberadamente utiliza este recurso raras veces: sólo cuando lo requieren el tema y la forma del poema.

Cuando Szymborska recurre a la rima, ésta se presenta fresca, rica en hallazgos, no forzada. Sus rimas aparecen de forma inopinada, como traídas desde lejos, casuales, no llamativas, pero se imponen de inmediato.

Consideremos la riqueza de los temas de Szymborska, el cuerno de la abundancia de su fantasía: expediciones al Himalaya; una advertencia al hombre de las nieves, el yeti, de que no descienda a las confortables mezquindades de los habitantes de la llanura; partes de las guerras de Vietnam y Corea; una pesca filosófica en el río de Heráclito. insólitas visitas a los museos; estudios sociológicos sobre la actualidad más reciente; relatos y narraciones cortas sutilmente cincelados que no requieren más de media página, con principio y final, una acción plausible, un punto álgido e incluso una moraleja.

En su apretada obra lírica encontramos elementos arqueológicos, cosmológicos, biológicos, lógicos en cualquier caso. Estudios espirituales y científicos, casi químicos, de conceptos tan evanescentes como el de "amor". Recensiones de libros no escritos. Lecturas bíblicas, con Job y la mujer de Lot como figuras predilectas.

Los poemas paisajísticos de Szymborska están muy lejos del egocéntrico recogimiento habitual. La autora percibe el cine, el teatro, la música y la literatura de forma muy distinta a como estamos acostumbrados a verlos y escucharlos con ayuda de los expertos.

Su estudio de la Antigüedad y del presente, comprimido en una docena de breves frases, aspira a reforzar nuestro escepticismo sin quitarnos la alegría de vivir. Qué perspectivas nuevas e insólistas nos abren sus visiones de la naturaleza o del arte: aquí una miniatura medieval, allá un dibujo chino o un cuadro de Rubens.

Podríamos citar y recitar todos los poemas de Szymborska, y no podríamos llegar a otra conclusión: carece absolutamente de cualquier provincianismo estrecho, de mezquindad narcisista, de vacuidades políticas: su poesía es política en alto grado, pero en un sentido general y pragmático, llena de preocupación por el Estado y la ciudad, por lo público, el sentido cívico y la responsabilidad por el ciudadano en el hombre y por el hombre en el ciudadano. También en este aspecto es única su poesía.

Karl Dedecius es traductor de la obra de Wislaba Szymborska al alemán.

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