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ÍDOLOS DE LA CUEVA
Columna
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Saber venderse

Manuel Rodríguez Rivero

La noticia del acuerdo entre la British Library y Google para digitalizar y poner a disposición del público vía Internet más de un cuarto de millón de documentos (en sentido amplio: desde libros y manuscritos hasta folletos y efímera) de los siglos XVIII y XIX supone un paso más en el acelerado proceso de democratización y diseminación de la cultura escrita al que venimos asistiendo desde comienzos del milenio. No se me escapa que esa masa de documentación está muy lejos de acercarse siquiera al 0'3 % de la que alberga la BL, pero, en todo caso, el gesto es significativo y está dotado de alto valor ejemplar.

Como sabe todo usuario de biblioteca pública, en los últimos años ha cambiado casi todo en lo referente a la clasificación, almacenamiento y difusión del conocimiento escrito, forzando a esas (todavía) imprescindibles instituciones a revisar y revaluar su papel en el ecosistema de la información surgido de Internet. A la constante difuminación de las fronteras entre alta y baja cultura, se vienen ahora a añadir las de las que trazaban rígidos compartimentos estancos entre investigadores y simples curiosos y amantes de los libros, un proceso que se lleva a cabo con riesgos mínimos para los soportes. La vieja utopía del conocimiento para todos y en igualdad de condiciones está hoy mucho más cerca que en la época en que prohombres y monarcas ilustrados crearon los embriones de las bibliotecas nacionales.

La vieja utopía del conocimiento para todos está hoy más cerca que en la época en que se crearon las bibliotecas nacionales

Las grandes bibliotecas parecen también felizmente empeñadas en llevar a efecto otros cambios, menos técnicos, en la dirección de acercar la cultura a la gente, fomentando la curiosidad por sus fondos y depósitos y socavando con hechos y actitudes el viejo prejuicio (más en Europa que en el mundo anglófono, en el que el acceso a las bibliotecas ha estado menos protocolizado) que las convertía en poco menos que santuarios arqueológicos del saber. La política de transparencia y apertura, el énfasis en la comunicación de sus actividades y la programación de atractivas exposiciones temáticas son otros tantos procedimientos utilizados. Ahí tienen, por poner tres ejemplos de ahora mismo, la exposición sobre la ciencia ficción y utopías de la British Library, la dedicada al centenario de Gallimard en la Bibliothèque Nationale francesa, o la (muy recomendable) consagrada al mundo de la magia organizada por la Biblioteca Nacional de España.

Precisamente la BNE celebrará en 2012 el tricentenario de su fundación, un acontecimiento cultural declarado "de excepcional interés público" que debería servir para impulsar y acelerar dichos procesos. Y eso a pesar del síntoma negativo (y muy intempestivo) que supuso la devaluación simbólica de la institución cuando el actual gobierno decidió rebajar -bajo el pretexto de recortes presupuestarios- la categoría administrativa de su responsable. En todo caso, la BNE, que avanza algo más lentamente que sus hermanas británica y francesa en el terreno de los cambios de imagen, debería aprender a venderse mejor. Y eso se puede lograr, además de con dinero, con imaginación. Difundiendo con más eficacia, por ejemplo, proyectos como el de la Hemeroteca Digital o la Biblioteca Digital Hispánica (pueden consultarse en www.bne.es) -muy ralentizados a cuenta de las restricciones económicas-, y procurando llamar la atención sobre aquellas piezas que pueden resultar más atractivas para el gran público. Pero, sobre todo, aprendiendo a aprovechar intensivamente sus fondos y colecciones para ofrecer muestras y actividades que conecten con las inquietudes presentes en la atmósfera social, y buscando siempre la complicidad difusora (pero también crítica) de los medios. El tricentenario de la BNE, justo en el momento en que lo escrito está experimentando su más radical revolución desde la invención de la imprenta, puede ser el mejor acicate para acercar aún más a la gente esta increíble y riquísima institución que a todos pertenece, y cuya actividad y funcionamiento deberían situarse al abrigo de las contingencias políticas.

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