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Reportaje:

"Sartre era punk"

Wayne Kramer, líder de los míticos MC5, sigue convencido de la vigencia del rock

"No se me ocurría ninguna buena razón para no hacerlo". Así justifica el guitarrista Wayne Kramer su decisión de volver a reunirse, desde el año 2003, con el bajista Michael Davis y el batería Dennis Thompson, los dos otros miembros supervivientes de la legendaria banda estadounidense MC5, para seguir tocando en directo los temas de la que, para muchos, fue formación clave en la prehistoria del punk. MC5 inflamó de genio, velocidad y conciencia política la historia del rock americano con tan sólo ocho años de trayectoria y tres álbumes de decisiva influencia en generaciones posteriores. "Nuestra música es tan relevante hoy como el día en que fue compuesta y, además, hay un nuevo público que la ha descubierto. Por otro lado, me encanta tocar para la gente. A todos nos gusta", señala Kramer. Bajo el nombre de DKT/MC5, el trío de supervivientes se ha embarcado en una gira que les ha hecho recalar en varias ciudades españolas. Les han acompañado los vocalistas Handsome Dick Manitoba (The Dictators) y Lisa Kekaula (The Bellrays) y el guitarra Adam Pearson (Sisters of Mercy).

"Todavía creo en el poder político de la música. El arte tiene que desempeñar un papel importante tanto en nuestra cultura como en la escena política. Somos mensajeros", subraya el músico, que, en su momento, y a instancias de su mentor y manager John Sinclair, mantuvo un activo compromiso con la revolución cultural del colectivo White Panther. "Por aquel entonces, estábamos muy frustrados por el lento ritmo del cambio. Éramos jóvenes. Hoy el ritmo sigue siendo lento, pero ya no me siento frustrado por eso. La juventud es impaciente por naturaleza. Formaba parte de una generación que estaba en profundo desacuerdo con el Gobierno. Todavía lo estoy, pero la situación era mucho peor entonces, si exceptuamos el hecho de que ahora el fundamentalismo religioso se ha convertido en un peligro muy serio", añade Kramer.

El paso del tiempo sólo ha hecho realidad uno de los puntos de su soñada revolución cultural: el libre acceso a la información. "Pero todo tiene un precio y, en este caso, dicho precio es el correo basura y esos pop-ups que tanto nos fastidian cada vez que accedemos a Internet", matiza. Otros extremos del ideario White Panther -como el fin del dinero, la abolición del ejército, la amnistía universal y la anarquía- tuvieron que ser enviados al cementerio de las utopías.

En Kick out the jams, el primer álbum de MC5, había una pista inequívoca de que el grupo de Detroit no era una banda de hard rock al uso: una versión del tema Starship del visionario Sun Ra, punta de un iceberg referencial forjado en la sofisticación y el cruce de géneros. Como recuerda Kramer, "estuvimos expuestos a ideas muy avanzadas en el momento adecuado. Aprendimos de la primera generación de bandas británicas y también de las tradiciones originales americanas del blues y el Rhythm and blues, pero necesitábamos más, necesitábamos algo nuevo. Cuando escuché a Cecil Taylor, Sun Ra, Albert Ayler o John Coltrane, supe que eso era justo lo que andaba buscando".

Según la concepción personal del punk de Wayne Kramer, heterodoxos jazzmen como Sun Ra y John Coltrane merecerían esa etiqueta. También Picasso y Jean-Paul Sartre: "El punk significa romper con la ortodoxia, ser en todo momento un enfant terrible. No es un concepto necesariamente asociado a las guitarras eléctricas, los peinados de cresta y las chupas de cuero. Para muchos, el punk es sólo una herramienta de marketing. O una tendencia fashion. Yo siempre he estado más interesado en el estilo que en la moda. La moda es temporal, el estilo es eterno". Esa fuerza perdurable del legítimo espíritu punk no siempre hace acto de presencia en la labor de quienes se reconocen herederos de MC5: "La herencia real de nuestro mensaje debería ser más experimental. La mayor parte de grupos jóvenes que reconocen nuestra influencia parecen haber perdido el elemento clave. Lo que hicimos nosotros fue encontrar nuestro propio sonido".

Wayne Kramer se pasó dos años en prisión después de ser detenido en 1975 al vender cocaína a dos agentes federales de incógnito. En la cárcel coincidió con su bajista Michael Davis, también condenado por delitos relacionados con la droga. La cadena televisiva VH1 invitó este año al guitarrista a rememorar esos años oscuros en su serie documental en cuatro entregas The drug years: "No fue especialmente duro aceptar, porque lo recuerdo casi todo. En esa época estaba muy enfermo. De corazón y de cabeza. Ahora estoy bien. No fue la música lo que me salvó: para mí, la música siempre ha sido un trabajo, incluso en prisión. Es algo en lo que soy bueno, pero sólo es un trabajo". Kramer, que inició una estimulante carrera en solitario a principios de los noventa, está preparando en la actualidad la banda sonora del documental televisivo The narcotic's farm, con cuyo contenido se siente personalmente comprometido: "Es un trabajo que investiga el uso de prisioneros federales para experimentos con las drogas por parte del Gobierno americano. Habla, en suma, de la guerra más larga que en la actualidad sigue manteniendo el Gobierno de los Estados Unidos: la guerra contra la droga. En mi país hay 400.000 presos por delitos no violentos relacionados con la droga". La banda sonora, en clave de jazz experimental, saldrá al mercado en otoño del próximo año bajo el título de Lexington, que evoca el nombre de la prisión federal donde Kramer y Davis se convirtieron en notas a pie de página en la larga historia de esa guerra."Todavía creo en el poder político de la música. Somos mensajeros"

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