Sebastián Castella, por la puerta grande
La tarde fue en exclusiva de Sebastián Castella. Estuvo a la altura del mejor toro de la tarde, el tercero, Ventanero de nombre, de 536 kilos de peso, bravo y noble, que mereció, aunque no se lo concedieron, los honores de la vuelta al ruedo, y ratificó su ambición de triunfo ante el sexto, de más corto recorrido, al que dominó con un valor encomiable. A Castella se lo llevaron con todo merecimiento por la puerta grande.
Y entre muestras de disconformidad se marcharon por donde habían venido los artistas del cartel, Aparicio y Morante -el "culpable", quizá, del llenazo que registró la plaza-, pero ni uno ni otro tuvieron oponentes para el lucimiento de sus tauromaquias. Lo intentaron ambos, algún detalle hizo albergar esperanzas -una media de Aparicio, y unas verónicas esbozadas de Morante-, pero no cuajó nada porque el aplomo de unos toros y las asperezas de otros lo impidieron.
Cuvillo / Aparicio, Morante, Castella
Toros de Núñez del Cuvillo, correctos de presentación, blandos, mansurrones y con poca clase, a excepción del tercero, bravo y noble, de calidad excepcional.
Julio Aparicio: estocada (silencio); estocada (protestas).
Morante de la Puebla: media baja (silencio); pinchazo, media y un descabello (pitos).
Sebastián Castella: estocada caída (dos orejas); pinchazo hondo -aviso- y cuatro descabellos (ovación).
Plaza de Las Ventas, 3 de octubre. Feria de Otoño. Lleno de "No hay billetes".
Aún estamos a tiempo, no obstante, de coger a Castella en la calle de Alcalá, vitoreado con todo merecimiento por la multitud. Fue el suyo un triunfo ganado a pulso por su disposición absoluta hacia el triunfo, por su decisión manifiesta desde que se abrió de capa en su primero, por su ambición y por su valentía. No es Castella un torero de pellizco artista, pero ayer fue un torerazo, y con tal motivo entusiasmó a la plaza y la conmovió con un toreo arrebatador y arrollador, intenso y emotivo.
Vean, si no... A ese buen tercer toro, que hizo una salida insulsa, que derribó en la primera vara y acudió con alegría a la segunda, le hizo un quite por ajustadas chicuelinas. Largo fue el galope de Ventanero en banderillas, y allá se lucieron Curro Molina y José Gómez Fernández. Brindó Castella al público y citó desde el centro del anillo y el resultante fue una tanda de tres pases cambiados por la espalda, tres derechazos, un recorte con la izquierda y un pase de pecho que fue todo un monumento a la ligazón.
Con la muleta en la izquierda aprovechó el buen viaje del toro para trazar dos largas y hondas tandas de naturales hermosos que pusieron la plaza a reventar. Bajó, quizá, de tensión la faena con la muleta en la derecha, pero Castella dio, entonces, toda una lección de poder, de dominio, de seguridad... Hundió las zapatillas, se pasó una y otra vez los pitones por los bordados y emocionó a todos con el valor de la quietud. Le concedieron las dos orejas a pesar de que la espada cayó defectuosa porque fue la suya una faena intensa, maciza y apasionante. Hubo menos toreo en el sexto, pero la misma ambición de triunfo y el mismo desprecio a su integridad física. ¡Honor y gloria a un gran torero...!