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Semántica, firmas y sol (para algunos) en la Feria del Libro

Segunda jornada de la 69 Feria del Libro de Madrid

Hasta la estatua ecuestre del general Martínez Campos parecía picar el ojo en El Retiro. Un día soleado ha acompañado a libreros y viandantes en la segunda jornada de la 69 Feria del Libro de Madrid. A escasos pasos del monumento al insigne militar dos señores de avanzada edad discutían frente a la caseta 72 sobre cuestiones semánticas. ¿Pueden dos preposiciones ir juntas?; o ¿Por qué en América Latina no se utiliza la expresión "ir a por"? Su uso es absolutamente correcto, decía uno. "Tengo un amigo boliviano que siempre me pregunta si voy por la escalera o a por la escalera. No, le replico, yo vine por el ascensor y a por la escalera", anotaba notablemente entusiasmado. Un manual de ortografía que va por su cuarta edición formaba parte de su talego de compras: "Ojala haya una quinta, esto habla altamente de la idoneidad de hablar bien", añadía.

Como suele ser costumbre, el paseo de coches se ha llenado de una variopinta amalgama de visitantes. Con el aliciente de que en esta edición la lluvia no se ha querido asomar por el parque. Y entre los participantes se empiezan a oír algunos consensos: "La gente cada vez selecciona con más especificación las casetas que van a visitar", o "es positivo la cantidad de personas que esperan exclusivamente a que llegue la feria para comprar sus libros". En la librería Rafael Alberti, el chileno Hernán Rivera Letelier, Premio Alfaguara de novela 2010, esperaba impávido romper su récord de firma de libros. "Esta mañana firmé tres, así que ya he roto mi propia marca, cuando regrese a mi casa llegaré con el ego del tamaño de una vaca", decía irónico. Acerca del contacto directo con los lectores afirma sacar el mejor provecho, porque completan la "otra mitad de la obra, son los encargados de darle vida al libro".

El sol de las casetas

El buen tiempo y las pocas nubes, sin embargo, no son del agrado de todos los expositores. Especialmente durante el turno de la tarde. Por ejemplo Pepo, uno de los encargados de la editorial Baterbly ha lamentado que en el sorteo de casetas le haya correspondido por segundo año el costado este del paseo de coches, donde el sol pega sin misericordia hasta la siete de la tarde. "Nada más hay que mirar la afluencia de gente en la otra hilera de enfrente. No se entiende cómo no han instalado un sistema de toldos como los que hay en Callao" ha explicado el librero con resignación. Algunos libreros de las casetas de enfrente han reconocido que, aunque el turno de sol les corresponde por la mañana, este no pega con la misma intensidad y la afluencia de público es menor.

Son las siete de la tarde. Un grupo de niños se agolpa alrededor de la librería Antonio Machado para exigir un marca páginas para su colección. Enrique Vila Matas coloca su mano en forma de visera para evitar una fila línea de sol y afirma:"El contacto con la gente es una experiencia casi emocional, requiere una alta concentración atender a tantos mundos completamente distintos en busca de una firma". El Doctor Lezaya, de 70 años, muestra una bolsa atiborrada de libros y se despide de espontáneo: "Me marcho porque me van a reñir en casa".

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