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Sergio Ramírez viaja de la utopía al horror en 'Mil y una muertes'

El escritor nicaragüense desgrana la vida del fotógrafo Castellón

Jesús Ruiz Mantilla

Castellón fue un fotógrafo frío que anteponía el objetivo a la emoción: "Como proponía Flaubert: sin encariñarse con sus personajes, distante", dice Sergio Ramírez. Ha seguido los pasos entre la realidad y la ficción de este nicaragüense, que presenció el derrumbe de la segunda revolución francesa allá por 1870 y terminó ante el horror de los campos de exterminio, como cuenta en Mil y una muertes (Alfaguara).

El dilema es detenerse. O no. ¿Qué hacer cuando un cerdo se aproxima a devorar el cadáver de un niño? ¿Disparas la fotografía o ahuyentas al animal? "Ése es el límite que no se debe cruzar nunca", cree Ramírez; pero Castellón, el protagonista de su última novela, inspirado en un fotógrafo real que anduvo entre América y la Europa fría de Polonia y la cálida de Mallorca, no paró, aplicó su filosofía de testigo a cualquier precio.

Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942)encontró a Castellón en Varsovia, cuando fue de viaje oficial mientras era vicepresidente del Gobierno de Nicaragua en los años ochenta. "Entonces pensé que su historia merecía esperar". No podía escribir una novela para la que era preciso descargar ambición entre el estrés de las tareas de Gobierno. "Es la novela de dos mundos, dos universos, el centroamericano y el de Europa, un choque de visiones que se plasma en la utopía de la construcción del canal, que el padre de Castellón le contagió a Napoleón III y que finalmente acabó en Panamá", asegura Ramírez, que anteayer presentó su nuevo libro junto a Fernando Schwartz.

Fue fundamental que se tratara de un personaje longevo, porque así también pudo atravesar dos siglos, dos circunstancias: las que van de la utopía al horror. "El padre mira a Europa como referencia y envía a su hijo allí porque es la tierra de las utopías. Pero lo que él acaba conociendo es el horror de los campos de concentración", cuenta.

De hecho, la travesía de Castellón es fascinante y en ella están presentes personajes y lugares cruciales que van de George Sand y Chopin a Napoleón III, Flaubert, Turgueniev, el archiduque Luis Salvador, de Mallorca, y, por supuesto, Rubén Darío, que escribe sobre el fotógrafo, de quien se encuentran rastros en las selvas de Centroamérica y en la Cartuja de Mallorca o el gueto de Varsovia. Una vez más, Darío se convierte en guía de Ramírez, autor de Margarita está linda la mar, otra novela en la que el poeta es protagonista. "Había leyendas sobre Darío en Mallorca disfrazado de cartujo que quería explorar". El mismo lugar donde Sand y Chopin vivieron amores y suplicios. "Decía Darío que Sand había encontrado en ese lugar su mayor pretexto romántico: un convento y una noche oscura junto a un músico tísico".

Son lugares que Castellón rastreó. Muchos quedaron fijados entre los marcos de sus fotos: "La fotografía es muy sugerente para la invención novelesca. Sobre todo, lo que no se ve, lo que queda fuera de los encuadres, los marcos, la historia de las vidas de la gente que aparece retratada, descifrar en palabras lo que está detrás del trozo". Para ordenar todo buscó unos narradores que le dieran la fuerza requerida: "Decidí que lo mejor, era que contáramos la historia entre él y yo".

Sergio Ramírez, ayer en Madrid.
Sergio Ramírez, ayer en Madrid.CRISTÓBAL MANUEL
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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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