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CORRIENTES Y DESAHOGOS
Columna
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Subasta total

Pocos pueden seguir creyendo que esta Gran Crisis es un asunto que concierne al mundo económico y financiero. Que viene de la codicia o la ignominia de sus poderosos agentes y se ceba con la inocente población sin armas para defenderse.

Actualmente, queda sobradamente claro, no se trata de empresas o de bancos, de intermediarios financieros o bonos basura, sino que el mundo en conjunto, en cualquier sentido, con cualquier sentido anterior, se encuentra involucrado en una arrolladora transformación de su orden conocido, se trate del culto, lo inculto o la cultura.

Precisamente, seguir hablando de la desaparición o no de los medios escritos por el auge de los audiovisuales y de los soportes físicos por el imperio de Internet es ya tan impertinente, como simplista y viejo. El declive de las publicaciones tradicionales, la desaparición del libro o de los periódicos en papel, se corresponde con el ingreso general, integral, en un universo donde el concepto de valor va dejando de concretarse en referencias tangibles y ya vuela con ingravidez, variabilidad y ligereza hacia otro sistema que nunca conocimos y que, efectivamente, representa el ingreso en una organización ante la que carecemos tanto de perspectiva como de cuadrantes.

La cultura en su conjunto quedará incorporada a una puja que incluye el poder del temor

Una secuencia sencilla es la siguiente: los países se endeudan hasta la exasperación y unos se arruinan tanto que podrían ser absorbidos por otros, gestionados, gobernados y cualificados por sus compradores. Efectivamente, la política y la economía, pero también el ocio o la actividad laboral, los placeres o la cultura se hallarían en manos de los recientes propietarios. ¿Desearán estos advenedizos propietarios invertir en actividades poco rentables o nada rentables? ¿Podrán permanecer en pie las instituciones o los programas de ayuda pública de la etapa anterior?

Probablemente no. Sin necesidad de haber sido absorbidos todavía por ninguna otra potencia, sólo en base a los rumores y los temores, la Biblioteca Nacional de España ha sido incluida en una lista de 32 direcciones generales o departamentos gubernamentales llamados "inútiles". Pronto, cuando la necesidad de incrementar la austeridad vuelva a exigir más recortes, irán podándose otros centros que, si antes servían para ofrecer un valor llamado cultural, ahora se estiman inútiles para contribuir al nuevo valor general en cuyo centro se encuentra, unido al dinero, la misma supervivencia del país ya asaltado por la carcoma de las deudas.

Pese al caos, el mundo empobrecido contará siempre con deudores y acreedores, porque aun en el caso en el que todos quiebren algunos quebrarán menos que otros y, probablemente, los "quebrados" serán aquellos más frágiles e incompetentes no ya en términos absolutos sino más incompetentes para asumir la nueva naturaleza del valor. ¿Qué naturaleza? Una naturaleza aún inédita pero tan importante como la que ya se insinúa en la Gran Crisis y el delirio de la especulación total.

Los países, no ya las empresas o los productos financieros, los países y sus bienes históricos, relacionales o morales, la cultura en su conjunto quedará incorporada a la subasta general. Subasta en la que, como en la del último cuadro de Picasso, subastado en Nueva York, incluye no sólo el poder del dinero y el dinero del poder, sino el poder del temor. El miedo a perderlo todo y su correlativa compulsión hacia la búsqueda desesperada de seguridad, búsqueda del elemento físico que permita asirse a los restos de realidad, porque el asunto consiste en que la realidad en la constante especulación desaparece, en la ruina se pierde y en la metamorfosis del cambio se vuelve virtual.

En los medios de comunicación, en la Iglesia, en la política, en la justicia, en el comercio, la solidez del valor ha sido arrasado por una corrupción que ha transformado la solidez de sus cimientos en la vibración del rumor. Literalmente, en el valor tembloroso del rumor, en el lenguaje rumoroso de un viento, un accidente, un terrorismo a punto de estallar que hace de la existencia, día a día, una circunstancia más efímera, voluble e insegura, consecuencia de que el valor (en la escuela, el arte, la política, la religión, la economía, el sexo, el precio de las cosas) ha abandonado a su objeto y, como acaso diría Baudrillard, va de aquí para allá, se halla en todas partes y en ninguna, ha estallado en bucles inasibles y, de ese modo, cuando menos lo esperábamos, estrena una nueva humanidad de la humanidad.

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